Esplendor de Cristo en la cruz
Colgado de la cruz, Jesús se reviste del esplendor del amor abnegado. Se hace él, por lo tanto, manantial de bendiciones.
Jesús anunció con angustia a sus discípulos que uno de ellos le traicionaría. Seguramente, se angustiaron ellos a su vez al oír esto y al pensar ellos que él pronto padecería y moriría. De más está decir que lo que ha llegado a prevalecer no es el esplendor sino las tinieblas.
Es por eso que el Maestro alienta a sus discípulos. Les habla no de la destrucción ni de las tinieblas, sino de la vida y el esplendor. Y les dice que saben ellos el camino que lleva a la dicha que los espera a él y a ellos. Se les precisa también a los discípulos que él es el camino y la verdad y la vida.
Es decir, solo se va al Padre por Jesús. Y solo por él también se conoce al Padre. De hecho, conocer y ver a Jesús quiere decir ver y conocer al Padre. Además, hacer las obras vivificadoras que Jesús hace es llevar una vida plena.
Y acogerlo a Jesús como el camino y la verdad y la vida quiere decir amar y servir hasta el fin, el extremo. Pues no hay amor más grande que dar la vida por los demás. Que entregar el cuerpo y derramar la sangre por los demás. Y es solo por ese amor abnegado que brilla en todo su esplendor el rostro verdadero de Jesús y del Padre. No es de extrañar, por lo tanto, que Cristo atraiga a todos hacia sí y hacia el Padre.
Sí, Dios es amor, y lo propio de él es la compasión (SV.ES XI:253), y es generoso de forma escandalosa, asombrosa. Y no, no hay manera de que se pueda reconciliar el verdadero rostro de Cristo, del Padre, con la imagen de Dios que enseñan los guardianes de la ley.
Señor Jesús, pasaste de las tinieblas de la muerte al esplendor de tu resurrección; haz que baje a nosotros el mismo esplendor.
7 Mayo 2023
5º Domingo de Pascua (A)
Hch 6, 1-7; 1 Pd 2, 4-9; Jn 14, 1-12
0 comentarios