Muertos al pecado, vivos para Dios en Cristo
Jesús es la resurrección y la vida. Los que creen en él, si bien mueren, no se quedarán muertos. En él estarán vivos para Dios y muertos al pecado.
No puede haber muertos entre los que creen en Jesús. Esto descarta el dolor que ahora siento debido a la muerte hace cuatro días de un cuñado creyente. Pero de forma patente nos lo enseña el que dice a su amiga Marta: «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y el que vive y cree en mi no morirá para siempre».
Sí, la muerte nos hace sollozar, suspirar y llorar. Hasta nos enfadamos también al darnos cuenta de modo profundo de que al fin y al cabo no podemos con la muerte.
Y a Jesús le pasa lo mismo frente a la muerte de Lázaro y el desconsuelo de Marta y de María. Pero el Maestro no se detiene en la gran pena que siente. Pues también está seguro de que Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.
Es que Dios es amor. Y ya que el amor es todo y todo lo puede, se sigue, pues, que el amor puede más que la muerte.
Y Jesús encarna este amor más fuerte que la muerte de Dios. Es por eso que el Enviado del Padre grita con voz potente: «Lázaro, ven afuera». Al momento, sale éste del lugar de los muertos. Luego se ve libre de las ataduras de muerte, y también de la realidad restrictiva, a la que Marta apunta al decir ella: «Señor, ya huele mal, pues lleva cuatro días». Y no cabe duda de que la resurrección de Lázaro anticipa la resurrección de Jesús.
Vivos de forma nueva, no muertos
A cada uno de nosotros le queda contestar no más al que pregunta: «¿Crees esto?». Es de esperar que se le responda del mismo modo que Marta: «¡Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo!». Y si así contestamos la vida nueva de los que murieron con fe en Jesús será nuestra también. Si bien aún vivimos en la tierra.
Seguramente, habrá gente que diga que nos hacemos falsas ilusiones y abrigamos buenos, pero vanos, sentimientos.
Pero, ¿es malo del todo esperar y esforzarse? ¿Es bueno desesperarse y darse por vencido, resignarse y no hacer nada? Nos podemos hacer al igual que los caracoles que se encierran en sus conchas (SV.ES XI:397). Pero, ¿no es una forma mejor de vivir que nos acerquemos a los demás aun por medio de una oración de desperación? ¿Para pedir y dar ayuda, para comer y beber, y también para dar de comer y de beber?
Señor Jesús, no nos dejes estar tan muertos como los que han perdido todas las esperanzas. Más bien, déjanos vivir de modo nuevo, deleitando a la tierra y alumbrando al mundo por el Espíritu.
26 Marzo 2023
5º Domingo de Cuaresma (A)
Ez 37, 12-14; Rom 8, 8-11; Jn 11, 1-45
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