Justificar a los no del todo justos
Jesús es «Dios-con-nosotros». Da a conocer este nombre que el que solo es santo se nos une a los no santos; nos quiere justificar.
El ángel de los sueños de José parece justificar a María, probar su inocencia, decir que ella ha sido fiel. Pero al parecer de unos, es José al que el ángel busca justificar (véase Comentarios al Evangelio). Es decir, el hombre justo se tiene que hacer aún más justo, se ha de ajustar más a los planes de Dios.
José, —se nos comenta—, sabe, aun antes de la aparición del ángel, de la concepción virginal de María. No duda él, por lo tanto, de la fidelidad de ella. Se desconcierta él, más bien, por sentirse no digno de ser padre del Hijo que ella espera, por obra del Espíritu Santo.
Se ve, por lo tanto, que José es de los humildes que tiemblan ante las palabras de Dios, tremendo y fascinante. Es de los que a quienes Dios elige, los cuales se admiten no capaces ni dignos (Éx 3, 11; Is 6, 5-6; Jer 1, 4-6). Es por eso que no quieren que Dios los llame. También se siente José del mismo modo que Pedro y el centurión, más tarde.
Y no solo se estima José no digno ante Dios, sino también ante María. La concepción virginal de la desposada, misterio que no se puede decir, comprender ni sondear, lo deja al desposado temeroso y admirado. Él, pues, no se cree capaz de soportar la presencia de ella. ¿No así se sentirá más tarde Isabel? De todos modos, José se quiere retirar y piensa en dejar a María. Ella ya no puede ser de él; ella es de Dios. Y no hay hombre que pueda ser padre del Hijo de ella, que éste es de Dios.
Justificar a los no justos ni dignos
Pero al que tiene duda y se desconcierta se le aparece, sí, el ángel. Se le dice al que duda que venza él el miedo y no tenga reparo en vivir con su esposa. Se le confía, además, la tarea de dar nombre a la criatura que hay en María. A José, pues, se le constituye, de acuerdo con la ley y con el Espíritu Santo, padre del Hijo de María. Y se debe a esto que no puede prescindir de la respuesta de José el salvarnos Jesús. El ser Jesús Dios-con-nosotros, que es cercano, íntimo y humilde, y acoge y respeta a todos (véase Está con nosotros)
Y también Dios nos llama «por pura misericordia» a los que «somos débiles» (SV.ES IX:332). Nos llama él, sí, a trabjar con él en la obra de nuestra salvación del mismo modo que José. Pues de nuestro «sí» depende también el que Jesús nos salve, el que Dios esté con nosotros.
Señor Jesús, buscas salvar y justificar a los pequeños, no justos ni dignos, aun entregando tú tu cuerpo y derramando tu sangre. Concédenos ser fieles y creíbles testigos de que tú estás con nosotros.
18 Diciembre 2022
Domingo 4º de Adviento (A)
Is 7, 10-14; Rom 1, 1-7; Mt 1, 18-24
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