Trono de gracia, bondad y misericordia
Jesús ahora está sentado a la derecha del trono de Dios tras soportar la cruz. Reinaremos con él si constantes sufrimos y servimos con él.
Se obsesionan aun los discípulos por ser grandes; discuten quién es el más importante. Y para eludir toda discusión y procurar que sean los más grandes, Santiago y Juan van directo al Maestro. Es que han llegado a creer que él, como heredero legítimo, se sentará pronto en el trono de David.
Se ve, pues, que no les falta ambición a los que dejaron a su padre para seguir a Jesús. Y buscan nada menos que sentarse muy cerca del trono del Hijo de Hombre. Es decir, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Y replica Jesús por darles a entender, en primer lugar, que tengan cuidado con lo que desean. Es que se pueden hallar a la derecha y a la izquierda, pero no del trono de Jesús, sino de su cruz. Hay que saber, pues, lo que se ha de pedir.
En segundo lugar, les deja clara Jesús a los «hijos del trueno» otra cosa de que se han de dar cuenta. A saber, el modo no esperado de estar a la derecha y a la izquierda no depende de él. Es que esto lo dictarán los jefes y grandes de los gentiles.
No, el que solo busca sanar las enfermedades y dolencias del pueblo no reserva la cruz para sus apóstoles. Él los llamó de inmediato, —por su iniciativa y gracia, no por los méritos de ellos—, para que vivieran. Y no para que murieran.
Pero no se puede conseguir la vida, si no se pasa por la muerte. Ésta la hacen necesaria los que no soportan que se haga bien alguno (Sab 2, 10-12; SV.ES I:143). Y la mejor prueba de que eso es cierto es Jesús, en su pasión, muerte, resurrección y ascensión.
¿Trono del Hijo del Hombre, al que sirven todos los pueblos, o del Hijo del Hombre que sirve?
Al que con acierto llamamos «el Maestro y Señor», él nos da ejemplo, sí, para que hagamos lo que él. Si seguimos su ejemplo, lograremos estar muy cerca de su trono.
No, no hay duda de que él es el Hijo del Hombre. Pero no es el que al cual sirven gentes de todos los pueblos, naciones y lenguas (Dan 7, 13-14). Es, más bien, el que sirve y da su vida en rescate por todos.
Nadie, desde luego, puede salvarse ni dar a Dios un rescate (Sal 49, 8-9). Solo Dios, por lo tanto, puede rescatar. Y quiere él que su Siervo Sufriente dé su vida, —entregue su cuerpo y derrame su sangre—, en expiación. En vez de que se les juzgue o condene, pues, a los culpables (Dan 7, 26), se les salva a todos. Sí, por medio del Hijo del Hombre que paga el rescate por todos.
Así que queda claro que el trono de Jesucristo es el de la gracia. De la bondad, la misericordia (SV.ES II:243; SV.ES V:152; SV.XI:64). En torno a ese trono se reúnen los verdaderos cristianos. Los que renuncian al poder de verdad y no se dejan dividir por las apetencias de grandezas.
Señor Jesús, no permitas que nos acerquemos al trono de injusticia y opresión que tú denuncias. Concédenos seguir tu camino de gloria, el de servicio y sacrificio.
17 Octubre 2021
29º Domingo de T.O. (B)
Is 53, 10-11; Heb 4, 14-16; Mc 10, 35-45
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