Comunicar el carisma, hoy
Han pasado 90 años desde el primer mensaje radiofónico «A todas las naciones y a toda criatura» de Pío XI, el 12 de febrero de 1931. Desde entonces, la Iglesia siempre ha prestado especial atención a las nuevas tecnologías en el ámbito de la comunicación. De hecho, en 1998, San Juan Pablo II se retrató sentado frente a un ordenador con el logotipo de la Santa Sede y señaló que la tecnología digital era la nueva frontera de la evangelización. El propio Papa Benedicto XVI publicó su primer tuit el 12 de diciembre de 2012 y el Papa Francisco en 2016 abrió una cuenta en una plataforma puramente juvenil como es Instagram.
Todos los líderes de la Iglesia han reconocido en los instrumentos tecnológicos de comunicación una gran posibilidad de comunicar el Evangelio a todos, de modo que la misión de la Iglesia se promueva siempre con el ardor necesario para llegar a todos en todos los rincones de la tierra y para dar voz a los marginados de esta sociedad.
Ya en la Instrucción Pastoral Communio et Progressio, publicada por orden del Concilio Ecuménico Vaticano II en 1971, la prensa, el cine, la radio y la televisión fueron reconocidos como «dones de Dios», destinados, según el designio de la Providencia, a unir a los hombres en vínculos fraternos, para hacerlos colaboradores de sus planes de salvación.
Y 20 años después, en la Instrucción Pastoral «Aetatis Novae» podemos leer la invitación concreta a utilizar los medios de comunicación como herramienta pastoral:
«La labor de los medios de comunicación católicos no es una actividad adicional que se suma a todas las de la Iglesia: de hecho, las comunicaciones sociales tienen un papel que desempeñar en todos los aspectos de la misión de la Iglesia. Por lo tanto, no debemos contentarnos con tener un plan pastoral para la comunicación, sino que la comunicación debe ser parte integrante de todo plan pastoral, porque en realidad tiene una contribución que hacer a todo otro apostolado, ministerio o programa».
Además, el propio San Vicente utilizó los medios de comunicación de su tiempo para que los vicencianos permanecieran unidos y mantuvieran viva la misión entre los pobres. Gracias a sus numerosas cartas, hoy podemos conocer el pensamiento de nuestro fundador y aprovechar su santidad.
Pensemos en lo útiles que han sido las redes sociales durante emergencias como Covid19 o el reciente terremoto de Haití. Sin las herramientas de comunicación actuales, habríamos tenido dificultades para llegar a muchas familias aisladas y necesitadas o para hacer sentir nuestro apoyo a los misioneros en misiones lejanas.
Obviamente, no es la intención de este artículo hacer demasiado hincapié en la virtualización de las relaciones. Por el contrario, es precisamente un conocimiento preciso del medio lo que nos permite comprender sus méritos y defectos. A menudo, el uso excesivo de las comunicaciones con teclado disminuye los niveles de empatía. La empatía es la cualidad necesaria para un corazón compasivo, pero al mismo tiempo hoy en día es útil dar testimonio de la caridad a través de las redes sociales.
Estas herramientas invocan nuestra responsabilidad tanto para saber utilizarlas, como «regalo de Dios» y como medio para algo más profundo: a saber, la posibilidad que dan de llegar al corazón de los extraños e invitarles a experimentar directamente el amor de Dios. De hecho, un uso consciente de las herramientas digitales no pretende sustituir el encuentro en carne y hueso, sino todo lo contrario: pretenden facilitarlo superando, en un primer momento, las barreras del espacio y el tiempo.
El Papa Francisco nos guía en este gran equilibrio entre el mensaje evangélico digital y la responsabilidad encarnada. De hecho, en su Mensaje para la 55ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, nos dice que «la buena noticia del Evangelio se ha difundido por todo el mundo gracias a los encuentros de persona a persona, de corazón a corazón. Hombres y mujeres que aceptaron la misma invitación: «Venid y veréis», y quedaron impactados por una humanidad «más» que brillaba en la mirada, la palabra y los gestos de las personas que daban testimonio de Jesucristo. Todas las herramientas son importantes, y ese gran comunicador llamado Pablo de Tarso seguramente habría hecho uso del correo electrónico y de las redes sociales, pero fue su fe, su esperanza y su caridad lo que impresionó a sus con- temporáneos que le oyeron predicar y tuvieron la suerte de pasar tiempo con él, de verle en una asamblea o en una conversación individual.
Sólo poniendo a la persona y el plan de Dios para ella en el centro podemos entender mejor la oportunidad que nos brinda la tecnología, pero tenemos que comprometernos personalmente no sólo como usuarios, sino también como promotores y conocedores de un mundo que ahora se ha hecho real y omnipresente. Si queremos que todos tengan acceso a la Salvación, es importante que cada uno de nosotros dé testimonio de Jesucristo en el continente digital.
Girolamo Grammatico
Fuente: Nuntia, número de agosto de 2021.
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