Menores no acompañados en la frontera
Sor Migdalia, Hija de la Caridad que ha estado trabajando en El Paso, es miembro de la «cofradía de vicentinos en la frontera». Aquí comparte con nosotros la primera de dos reflexiones.
«El lugar al que Dios te llama es el lugar donde se encuentran tu profunda alegría y el profundo hambre del mundo». Frederick Buechner
Me llamo sor Migdalia Flores, llevo casi cinco años en la frontera entre Estados Unidos (El Paso, Texas) y México (Ciudad Juárez). Hace casi dos años comencé un nuevo ministerio con menores no acompañados en DMRS (Servicios Diocesanos para Migrantes y Refugiados) de El Paso. DMRS, además de proporcionar otros servicios legales a los migrantes, es también un proveedor legal para los menores que están bajo la custodia de la ORR (Oficina de Reasentamiento de Refugiados). Se trata de menores de 0 a 17 años de edad. Algunos han venido solos, otros con contrabandistas y otros con familiares o incluso amigos.
En 2018 hubo una gran afluencia de menores que vinieron y fueron metidos en estas enormes tiendas de campaña. Esta gran afluencia la estamos viviendo de nuevo en este momento actual. El Paso tuvo muchos manifestantes frente al albergue «El Tornillo» porque los niños habían sido separados de sus familiares. El trato en las instalaciones no era el más adecuado. Los niños carecían de las necesidades básicas y como no tenían suficiente personal; se veían a los menores cuidándose unos a otros. Algunos llorando y gritando por sus padres. Era un escenario desgarrador.
Como asistentes sociales para menores no acompañados en el DMRS, vamos a los refugios y podemos dar a los que tienen un mejor entendimiento la presentación KYR (Know Your Rights Presentation) y, después, realizar una revisión legal en español. A los de edad más tierna sólo nos aseguramos de que estén bien. La Ley Flores de 1997 otorga a estos niños ciertos derechos y les enseñamos sus derechos de una manera sencilla pero compasiva. Vigilamos que sean tratados legalmente y con dignidad. Así podemos identificar qué ayuda legal es apropiada para cada situación. Algunos de estos niños huyen de situaciones extremas de pobreza. Otros huyen de la violencia, de las bandas, de los abusos, de la trata de seres humanos, etc. He visto niños que llevan trabajando desde los seis años para poner un plato en la mesa. Todas estas situaciones los hacen elegibles para ciertos tipos de visados como: Asilo, Estatus Especial Juvenil, Visa U, Visa T.
Estos menores a veces arrastran un gran trauma y algunos, lamentablemente, ni siquiera saben el nombre de sus padres. Algunos padres o familiares vinieron en busca de una vida mejor y no han visto a sus hijos desde que eran pequeños. Recuerdo que una niña de 13 años me dijo que iba a encontrarse con su madre por primera vez. La madre la dejó en Guatemala con su abuela cuando era un bebé.
Una vez que el menor es aprehendido en la frontera, son puestos en lo que los migrantes llaman la «hielera» —el congelador— por, supuestamente, 72 horas bajo la CBP (Patrulla Fronteriza de Aduanas). Luego son transportados a refugios privados que han sido contratados por la ORR (Oficina de Reasentamiento de Refugiados) y el HHS (Servicios de Salud y Humanos). Se les coloca en estos albergues hasta que se reunifican con la familia que tienen en Estados Unidos. Los familiares deben demostrar su identidad para recibir a estos niños. La Ley de Protección de las Víctimas de la Trata de 2000 protege a estos niños de ser explotados.
Algunos niños no tienen parientes y a veces son colocados en hogares de acogida o dados en adopción cuando no se ha encontrado una familia. La ORR los traslada a centros de acogida de base familiar donde han identificado a un familiar. Incluso cuando se les reunifica, siguen bajo el proceso de deportación y necesitan representación legal en el estado al que van. El proceso para conseguir un visado puede durar años si cumplen los requisitos.
La mayoría de estos niños pasan por nuestras manos y son reunificados, otros los vemos en los tribunales e incluso son representados por nuestros abogados. A veces somos los primeros extranjeros que ven estos niños de Dios. Significa un mundo para ellos. Me alegra el día cuando puedo hacerles sonreír. Ante sus historias es a veces difícil contener las lágrimas.
A causa de la pandemia, no pudimos ir a los albergues desde el 20 de marzo de 2020 y fue duro para nosotros y apuesto que también para los menores. Para los niños, el entorno es menos restrictivo que para los adultos, pero siguen estando detenidos y muy bien supervisados. Los centros de acogida empezaron a dejarnos conectarnos por Zoom u otros programas de videoconferencia y ahora mismo seguimos haciendo KYRs y seguimiento legal a través de internet. Tengo un oso de peluche que uso en la cámara para los más pequeños.
Me enseñan tanto y son tan resilientes. Recuerdo que, en Navidad, uno de los abogados me pidió que hablara con un niño de seis años que no quería hablar. Entonces me acordé de una barba y un gorro de Papá Noel que tenía en el cajón de mi cómoda. Cuando este menor me vio, se puso muy contento y dijo «Papá Noel» y no paraba de hablar. Pude hacer la entrevista. Se me saltaron las lágrimas cuando le pregunté qué quería para Navidad. Dijo que quería ver a su mamá y un teléfono móvil para llamarla.
En marzo de este año, un agente de la patrulla fronteriza compartió un vídeo desgarrador en el que se ve cómo unos contrabandistas abandonan a dos niñas en el desierto de Nuevo México en mitad de la noche, tras dejarlas caer por una valla de 4 metros de altura.
Se puede ver a los contrabandistas escalando la valla y dejando caer a las niñas de 5 y 3 años al duro suelo y lanzando tras ellas objetos que parecen ser pertenencias. Me hace pensar en lo desesperado que puede estar un padre para hacer esto.
A través de mi tiempo aquí en El Paso he descubierto una pasión por trabajar con los migrantes y refugiados. El beneficio está más de mi lado. Dios me ha bendecido permitiéndome servirles. En las diversas experiencias que he tenido aquí: Ancianas migrantes sin hogar, recibiendo familias migrantes en el Centro Pastoral, en Juárez con migrantes enviados de regreso a México, en la «Casa del Migrante» y ahora en la DMRS, he visto a Jesús cara a cara en los vulnerables y me siento como Josué cuando el Señor le dijo: «Quítate las sandalias porque este lugar donde estás parado es sagrado».
Es desgarrador leer estos eventos, que ocurren cuando algunos de nosotros estamos en la comodidad del hogar, gracias sor Migdalia por parte de aque samaritano que se compadeció de quién estaba herido y desamparado en el camino, sólamente de esa forma se llega a ser más cristiano y estar con los más.pobres y menesitados.