No trabajar juntos ha sido el mayor fracaso de la pandemia
«La pandemia de coronavirus ha puesto de manifiesto la falta de preparación del mundo —incluso de las naciones ricas y tecnológicamente avanzadas— para trabajar juntos y detener una crisis urgente», ha dicho sor Carol Keehan.
Sor Keehan, Hija de la Caridad y antigua presidenta y consejera delegada de la Asociación Católica de la Salud de Estados Unidos, dijo durante un simposio sobre equidad sanitaria celebrado el 7 de abril con motivo del Día Mundial de la Salud, que si no se aprenden las lecciones de esta pandemia, más personas morirán innecesariamente en futuras calamidades. El simposio virtual fue organizado por Global Minnesota, que trabaja para promover el entendimiento y el compromiso internacional; la Fundación GHR fue el patrocinador principal.
«La cuestión primordial es la importancia de la transparencia honesta —dijo soe Keehan—. Esta pandemia es mucho más grave y devastadora debido a múltiples fallos, tanto clínicos como éticos y políticos. Pero el principal ha sido la incapacidad de los individuos, las empresas y las naciones de trabajar juntos de forma honesta y transparente».
Keehan dirige ahora el grupo de trabajo de salud de la Comisión COVID-19 del Vaticano, creada por el papa Francisco. El grupo de trabajo de salud se ha centrado en la distribución equitativa de vacunas y tratamientos, así como en la reducción de la resistencia a vacunarse.
Desde el comienzo de la pandemia, hace más de un año, estaba claro que la equidad sanitaria sería un problema, y Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud, dijo en el simposio que la falta de equidad ha sido mortal.
«Más de 2,7 millones de nuestros hermanos y hermanas han perdido la vida —dijo Ghebreyesus—. La dura verdad es que algunas de esas personas murieron simplemente porque no pudieron recibir la atención que necesitaban. La desigualdad no es un problema nuevo, pero COVID-19 lo ha puesto en evidencia».
Keehan dijo que el grupo de trabajo del Vaticano está tratando de utilizar redes y organismos ya establecidos para la distribución de vacunas, como las comunidades religiosas que han trabajado en los países más pobres durante décadas y ya tienen instalaciones locales y —lo que es más importante— la confianza de las personas a las que sirven.
«Uno de los científicos más veteranos me dijo: ‘Hermana, puedes poner a los científicos más brillantes o al administrador gubernamental más veterano, y no te harán caso. Muchas de estas personas tienen que tener a alguien que haya estado con ellos antes de la COVID, que esté con ellos durante la COVID y que esté con ellos después de la COVID’, y, en muchos casos, se trata de la iglesia», dijo sor Keehan.
Los miembros del grupo dijeron que las asociaciones y la cooperación son fundamentales, y Keehan dijo que su grupo de trabajo está dispuesto a trabajar con casi cualquier persona de buena voluntad.
«Nos hemos reunido frecuentemente con la asociación internacional de fabricantes de productos farmacéuticos —dijo—. Son personas a las que a menudo se calumnia por estar interesadas sólo en el dinero, etc., pero hemos tenido muy buenas conversaciones, y han hecho algunas cosas maravillosas para ayudar ante la situación».
El grupo de trabajo también está colaborando estrechamente con COVAX, una asociación de la OMS destinada a hacer llegar las vacunas a los países que no pueden pagarlas.
El grupo de Keehan también ha creado un kit de recursos destinado a combatir la resistencia a las vacunas, que incluye ejemplos de homilías que los sacerdotes pueden utilizar para animar a los feligreses a vacunarse y guías familiares en formato de preguntas y respuestas que pueden reimprimirse y repartirse fácilmente.
Los kits contienen lo que Keehan llamó «las claras enseñanzas de la Iglesia» sobre la vacunación y las palabras de Francisco, quien dijo que no sólo es moral vacunarse, sino que es un deber moral hacerlo para evitar la propagación del virus.
«Sabía que iba a resurgir el tema del uso de células madre cultivadas en un laboratorio y tomadas originalmente de un feto abortado hace muchas décadas, a pesar de que la iglesia ha abordado repetidamente esta cuestión, diciendo que es perfectamente aceptable moralmente el uso de estas vacunas, y uno no está cooperando o promoviendo el aborto al hacerlo», dijo sor Keehan.
La mayor tragedia de la pandemia, dijo, es la cantidad de muertes innecesarias en todo el mundo, incluso en lugares que deberían haber estado preparados, como Estados Unidos.
«Estábamos lamentablemente mal preparados, y somos uno de los países más ricos del mundo —dijo—. Cuando piensas en la gente que dice: ‘Bueno, no pudimos hacer la prueba porque no teníamos bastoncillos de algodón’. Si pensamos en el número de enfermeras, médicos y personal auxiliar de nuestros hospitales que no tenían suficiente equipo de protección personal, no se trata de construir un cohete, sino de algo muy sencillo. Está muy claro que habíamos recortado y recortado».
Fuente: Global Sisters Report. El autor Dan Stockman es corresponsal nacional de Global Sisters Report. Su dirección de correo electrónico es dstockman@ncronline.org.
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