Santa Isabel Ana Seton y la cuarentena
Santa Isabel Ana Seton no sólo soportó muchos sufrimientos y enfermedades a lo largo de su vida, sino que también pasó por su propia y angustiosa cuarentena, con su moribundo marido, lejos de casa. Esta Cuaresma podemos unir nuestras propias pruebas interiores y exteriores a través del tiempo y el espacio mediante la comunión de los santos.
En respuesta a la propagación del coronavirus, en el extranjero y en casa, muchos de nosotros estamos en cuarentena impuesta o autoimpuesta.
La palabra cuarentena surgió a mediados del siglo XVII: de la italiana quarantina, «cuarenta días», de quaranta, «cuarenta».
Una de las primeras menciones de la práctica se encuentra en el Libro de Levítico, aceptado generalmente que fue escrito entre los siglos quinto y octavo A.C.
Pero el término se generalizó en el siglo XIV con la propagación de la Peste Negra —nombre con el que se conocía a la peste bubónica— a lo largo de la costa mediterránea. El objetivo era originalmente proteger a las ciudades costeras de las epidemias de peste.
Santa Isabel Ana Seton experimentó la cuarentena dos veces en su relativamente corta vida.
En 1799, su padre, el Dr. Richard Bayley, fue nombrado Jefe Médico de la Estación de Cuarentena de Staten Island. Contrajo fiebre amarilla en 1801, sufrió un dolor atroz durante una semana y murió estando Isabel a su lado.
Dos años más tarde, se embarcó hacia Italia con su marido William (que en ese momento no era creyente) y su hija de ocho años Anna Maria. William estaba enfermo, y la familia esperaba que el tranquilo viaje por mar y el aire templado del Mediterráneo le hicieran bien.
Sin embargo, tan pronto como desembarcaron en Livorno (entonces conocida como Leghorn), las autoridades italianas decidieron que William parecía tener fiebre amarilla. La familia fue trasladada por un canal a cierta distancia de la ciudad e instalada en un lazaretto —estación de cuarentena— ubicado en una torre de piedra.
Un «lazareto» es un lugar destinado a albergar leprosos y pobres enfermos (la palabra italiana lazar significa, de hecho, leproso). El concepto surgió por primera vez en la década de 1540 en los alrededores de Venecia: conocido como un puerto donde arrivaban los barcos infestados de plagas que llegaban desde el Este.
La palabra deriva del nombre bíblico Lázaro, el hermano de Marta y María que, en la conocida historia del Evangelio, Cristo resucitó de entre los muertos
El húmedo y frío lazareto al que los Setons fueron confinados consistía en paredes desnudas, un suelo de ladrillo y ventanas a través de las cuales el viento silbaba, trayendo polvo y escombros que hacían que William tuviera ataques de tos.
Unos amigos fieles les trajeron colchones a la familia, comida y leña para la pequeña chimenea. Pasaron 25 días en reclusión, durante los cuales la condición de William empeoró constantemente. Casi milagrosamente durante este tiempo, sin embargo, también llegó a aceptar a Cristo como su Señor y Salvador.
Fueron liberados el 19 de diciembre e inmediatamente tuvieron que hacer un arduo viaje de 35 kilómetros en carruaje. William murió nueve días después, dando gracias por la misericordia de Cristo.
Cuarenta días es el tiempo durante el cual una infección supuestamente sigue su curso. La Cuaresma también dura 40 días, basado en el tiempo que Cristo pasó en el desierto siendo tentado por el diablo.
La conexión es interesante. Una cuarentena pretende purificar el cuerpo. La Cuaresma, por el contrario, constituye una especie de período de purificación para el alma; una mini-cuarentena del deseo mundano de poder y posesiones, durante la cual se nos invita a entregarnos cada vez más plena y exclusivamente a la voluntad del Padre.
Santa Isabel Ana Seton pasó sus propios 40 días en el desierto, sufriendo mortificaciones corporales, viendo cómo el amor de su vida se marchitaba y moría, tentada, podemos suponer, por la ansiedad y el miedo por la situación de su hija.
El tiempo de Cristo en el desierto le formó para su vocación de expulsar demonios y curar, incluyendo la resurrección de Lázaro de entre los muertos.
Las experiencias de Santa Isabel Ana Seton con la cuarentena quizás ayudaron a formar su vocación también.
Sin sufrir la muerte de su padre primero, y luego la de su marido por la fiebre amarilla, ¿habría alcanzado toda la riqueza y profundidad de su fe?
Sin la agonía mental y espiritual, el aislamiento de esos 40 días en su lazareto, ¿habría tenido la fuerza para volver a los EE.UU., convertirse al catolicismo, soportar la subsiguiente censura y alejamiento de sus suegros, fundar las Hermanas de la Caridad de San José y establecer lo que generalmente se considera la primera escuela parroquial americana?
No podemos saberlo, por supuesto. Pero, a medida que nos abstenemos cada vez más de grandes reuniones, viajes, y todas las actividades no esenciales fuera de nuestros hogares, para ayudar a detener la marea del coronavirus, podemos saber que somos solidarios con santa Isabel Ann Seton, y con Cristo.
Podemos saber en esta Cuaresma que el mundo entero se ha convertido en un «lazareto» temporal.
En él, estamos llamados a rezar en profundidad, amar con todo nuestro corazón, y reflexionar sobre las palabras que escuchamos el Miércoles de Ceniza: «Recuerda que eres polvo y al polvo volverás».
Autor: Heather King
Fuente: https://setonshrine.org/
HEATHER KING es ensayista, memorialista, bloguera, oradora y conversa al catolicismo. Es autora de numerosos libros, entre ellos Holy Desperation; Parched; Redeemed; Shirt of Flame; Poor Baby; y Stumble: Virtue, Vice and the Space Between. Contribuye con una columna mensual a Magnificat, y escribe una columna semanal sobre arte y cultura para Angelus News. Heather vive en Los Ángeles y tiene un blog en www.Heather-King.com.
Gracias he disfrutado con ello.