Solidarios entre nosotros y con los demás
Jesús no se encierra en sus intereses, sino que busca los de los demás. Seguirle significa vivir solidarios entre nosotros y con los demas.
Busca el diablo que no sean solidarios Jesús y los hombres. Pues nada quiere él más que el abandono por parte de Jesús de su vocación y su misión. Le molesta que Jesús proclame el Evangelio del reino y cure toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
Quiere, más bien, el diablo que Jesús sea un Mesías conquistador que desbarate a sus enemigos. Le empuja a ser un rey, superior a los demás reyes en cuanto a la riqueza y la grandeza. Según el modo de pensar del diablo, Jesús no ha de servir a nadie. Al contrario, tiene que forzar a los demás a servirle. Pueden ser solidarios entre ellos mismos, pero debe apartarse Jesús de ellos.
Jesús nos quiere solidarios, no enajenados.
Para realizar lo que él tiene en mente, sugiere el diablo que Jesús se preocupe de sus propios intereses y necesidades. Pero resiste Jesús al tentador. Rehúsa servirse de Dios como de instrumento para saciarse. Pues la palabra de Dios le sacia. Su alimento es hacer la voluntad de Dios (Jn 4, 32), lo que deshace la desobediencia de Adán.
Asi que no deja Jesús que su hambre le impida buscar primero el reino y la justicia de Dios. Más adelante, multiplicará los panes y los peces para que se sacie la multitud hambrienta. Los que viven solidarios no pueden sino sentir el hambre de un necesitado. Con razón, procurará Jesús que se sacien los hambrientos.
Vivir solidarios es tener confianza.
El diablo pide luego que Jesús se pruebe a sí mismo. Y éste dice «no» de nuevo. Bien se conoce a sí mismo. Entonces, no tiene que dar prueba a nadie, ni menos, al diablo.
Jesús está seguro, además, del amor y la protección de Dios. Confía absolutamente en Dios y son solidarios él y Dios. Por eso, no le pone a prueba a Dios. No va a forzar tampoco la mano de Dios.
Ser solidarios supone dar la vida por los demás.
Finalmente, descubre el diablo la hilacha. Sin citar ya las Escrituras, pide él descaradamente que Jesús anteponga la riqueza y la grandeza a su vocación y su misión. Quiere el diablo que Jesús lo adore al que es la codicia, la raíz de todos los males, en persona.
Pero Jesús resiste al diablo firmemente. Como indican todas sus respuestas, le basta a Jesus con poseer el amor y la gracia de Dios. En otras palabras, Jesús sirve a Dios y cumple su mandato. Y fiel a su vocación y su misión, está listo para servir a los demás. Para entregar su cuerpo y derramar su sangre por ellos.
¿Estamos listos como Jesús, solidarios entre nosotros y con los demás?
Señor Jesús, no dejes que nos encontremos entre los que, con tal que haya de comer, no se preocupan de nada más (SV.ES XI:397). Que no lo estropeemos todo por nuestra codicia y por no vivir solidarios entre nosotros y con los demás (SV.ES IX:451; SV.ES XI:71). Concédenos no ser ostentosos, sino decirnos siervos inútiles, incapaces de hacer, sin ti, algo de provecho (RCCM XII:14).
1 Marzo 2020
Domingo 1º de Cuaresma (A)
Gén 2, 7-9; 3, 1-7; Rom 5, 12-19; Mt 4, 1-11
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