Un punto de vista canadiense: El carisma vicenciano en un mundo cambiante
Al comenzar una nueva década, hay siempre una gran esperanza de que se produzcan cambios positivos y de que se marque una verdadera diferencia en el alivio de la pobreza que vemos en todo el mundo. Creo que, si nos centramos únicamente en las noticias del día, seguiremos viendo mucha discordia, desconfianza y a veces odio hacia los demás. Esto puede ser exhibido por el liderazgo político así como por los individuos. Si sólo nos centramos en el mundo secular, sin incluir nuestro carisma vicenciano, corremos el peligro de perder la esperanza.
Sin embargo, si enfatizamos la importancia de la dignidad humana de cada ser humano y seguimos el camino que fue establecido y seguido por Vicente, Luisa, Federico, Rosalía y muchos otros, no podemos perder la esperanza de un cambio positivo a todos los niveles de gobierno y con cada persona individual.
Como vicencianos, buscamos encontrarnos con los más vulnerables de la sociedad y así desarrollar nuestra relación personal con Jesucristo, buscando la justicia para todos. Nuestro carisma no nos permite darnos por vencidos, sino que nos inspira a descubrir cómo podemos abordar las necesidades inmediatas de aquellos que viven en la pobreza, mientras que también buscamos la justicia y los cambios sistémicos que pueden conducir a soluciones más permanentes a la pobreza.
Los vicencianos siempre han sido radicales en sus acciones y palabras. Tomamos acciones y decimos palabras que pueden llenar los vacíos que dejan a tantos atrás en su lucha por encontrar una vida, para ellos y sus familias, que les dé a todos la dignidad que tanto merecen.
Que el año 2020 sea el inicio de una nueva década en la que renovemos nuestro compromiso de ser vicencianos. Recordemos por qué somos vicencianos. No olvidemos incluir la oración en nuestras palabras y acciones. Hablemos con y en nombre de aquellos cuyas voces rara vez son escuchadas. Abrámonos al cambio personal en nuestras vidas y a la forma de abordar la pobreza. Encontremos maneras de ser líderes dentro de la Iglesia Católica y en el mundo secular, mientras buscamos maneras de acabar con la falta de vivienda, la pobreza y la desesperanza.
Sobre el autor:
Jim Paddon vive en London, Ontario, Canadá y es ex-presidente del Consejo Regional de Ontario de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Actualmente es presidente del Comité Nacional de Justicia Social de la Sociedad en Canadá. Está casado con su querida esposa Pat y tienen seis hijas y once nietos. Jim ha sido miembro de la Sociedad desde los años 70.
Las opiniones expresadas son las del autor y no representan oficialmente las de la Sociedad de San Vicente de Paúl.
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