Prueba de que somos realmente de Jesús
Jesús anuncia el Evangelio a los pobres y lo hace realidad para ellos. Haciendo lo que nuestro Maestro, damos prueba de que somos sus seguidores.
El domingo pasado, oímos a Juan Bautista increpar a los de la «raza de víboras». Les pidió que produjeran el fruto que sirviese de prueba de la conversión.
Este domingo, una vez más busca Juan una prueba, prueba de identidad. Pues pregunta él a Jesús: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?». ¿Acaso no les parece bien al Bautista y a sus discípulos que Jesús predique más la misericordia de Dios que su ira?
Y responde, sí, Jesús a Juan. Pero la prueba que da Jesús pone de relieve sus obras. Así indica él que sus obras revelan su identidad mejor que lo puede hacer una definición o descripción de sí mismo que él puede dar.
Así pues, Jesús es el que cuida a los pobres. Les asiste de todas las maneras, remediando sus necesidades espirituales, corporales, temporales. Es decir, evangeliza él a los pobres «de palabra y de obra» (véase SV.ES XI:393). Y haciendo esto, da él prueba de que es el Enviado de Dios para salvar a su pueblo. Por eso, despega los ojos de los ciegos y abre los oídos de los sordos. Hace saltar también como ciervo a los cojos y cantar de júbilo las lenguas de los mudos. Limpia además a los leprosos e incluso resucita a los muertos.
La prueba de identidad por parte de Jesús depende, entonces, de su predicación, de palabra y de obra, del Evangelio a los pobres. Predicar el Evangelio de la misma forma constituye también la prueba de nuestra identidad como cristianos. Y no podemos permitir que se escandalicen de nosotros los que nos piden prueba de identidad. Así que debemos ir haciendo el bien, anunciando el Evangelio del reino, asistiendo a los pobres de todas las maneras.
Señor Jesús, comiendo tu pan y bebiendo de tu copa, proclamamos tu muerte hasta que tú vengas. Mientras esperamos tu venida, fortalece nuestros corazones para que sean tan firmes que el de Juan. Y tan humildes, confiados y pacientes como el corazón del más pequeño en tu reino. Y que demos también prueba alegre de que somos seguidores tuyos.
15 Diciembre 2019
Domingo 3º de Adviento (A)
Is 35, 1-6a. 10; Stg 5, 7-10; Mt 11, 2-11
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