La calle como casa: ¿vía de un solo sentido?
Esta invisibilidad se debe también al gran descuido de las políticas públicas frente a este problema.
Con el paso de los años, el proceso de urbanización se ha expandido y, en consecuencia, se han intensificado los problemas sociales, entre ellos las personas en situación de calle, comúnmente llamadas «personas sin hogar». Esta situación se ha vuelto tan común que ahora forma parte del escenario de los grandes y pequeños centros urbanos, escenario que es ignorado día tras dia. Esta falta de visibilidad está relacionada con el prejuicio de una gran parte de la población, ya que a las personas en esta situación las asocian con la criminalidad. No entienden que esta marginación proviene, en la mayoría de los casos, de la debilidad de las relaciones familiares, de las dependencias químicas y del sentimiento de falsa libertad que ofrecen las calles. Esta invisibilidad se debe también al gran descuido de las políticas públicas frente a este problema.
La falta de sensibilidad por parte de la sociedad contribuye a la permanencia y empeoramiento de esta situación. También se puede observar que la realidad de los que viven en la calle es heterogénea —compuesta por niños, jóvenes, adultos y ancianos—, es decir, una diversidad de personas con diferentes motivos para estar allí y que, a menudo, necesitan una mirada solidaria para salir de esta condición. Sin embargo, este proceso de inclusión es complejo ya que siguen prevaleciendo los prejuicios históricos que solo los ven como «vagos».
Otro factor que contribuye a esta condición, además de la marginación y la falta de empatía, es la falta de aplicabilidad de las políticas públicas. Es importante destacar que la aplicación de medidas de atención a los derechos humanos podrían ofrecer a estos ciudadanos una vida digna. Además, la economía capitalista y ambiciosa, prefiere ocultar esta realidad inhumana —con la llamada «Arquitectura Hostil», presente sobre todo en los grandes centros urbanos— en lugar de ayudar y fomentar el trabajo de quienes realmente hacen algo, como las ONG, las iglesias, las comunidades, los voluntarios, etc…
Ante esto, es evidente que la libertad que ofrece la calle es falsa y precaria, ya que es pública y no ofrece privacidad. Por lo tanto, para revertir o minimizar esta situación es necesario que se produzca el apoyo de la comunidad en su conjunto y de las entidades públicas. Sería interesante que los Municipios dieran apoyo a las obras comunitarias y otros servicios dirigidos a la fraternidad, fomentando, de esta manera, la participación de más personas en el proceso de reintegración de la población en situación de calle, contribuyendo a que retomen sus vidas con dignidad ante sí mismos, ante la sociedad y ante su familia. Así, habría una posibilidad de que la calle se convirtiera en una vía de doble sentido, porque esta población debilitada tendría una opción.
Bianca Aline Salamanca
Secretaria de JMV – Provincia de Curitiba (Brasil)
Fuente: http://jmvbrasil.org/
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