Testimonio: Un seminarista vicenciano mira hacia atrás.... ¡y hacia adelante!

Javier F. Chento
30 octubre, 2019

Testimonio: Un seminarista vicenciano mira hacia atrás…. ¡y hacia adelante!

por | Oct 30, 2019 | Espiritualidad y práctica espiritual, Formación | 0 Comentarios

El 30 de julio, 4 jóvenes dieron un paso más hacia un compromiso de por vida para servir a los pobres y marginados, siguiendo los pasos de san Vicente. Completaron sus estudios universitarios y los estudios previos a la teología. Pasaron a nuestro «seminario interno» y a la recepción en la Congregación de la Misión. (Seminario interno es un término preferido por Vicente al de noviciado, porque enfatiza que somos «sacerdotes seculares» que vivimos juntos, en comunidad, en vez de miembros de una orden religiosa). A finales de este año, esperan estar listos para hacer los votos en la Congregación de la Misión. Noe García, Milton Lara, Wilber Mejía y José Alexander Palacios dieron este paso el martes 30 de julio de 2019, en la Capilla de la Comunidad del Seminario de San Vicente. Aquí, José Alexander Palacios cuenta su historia en la Eucaristía del domingo por la tarde con los estudiantes de la Universidad de San Juan.

«Prepárate a caminar por senderos por los que nunca pensaste que caminarías». Un seminarista vicenciano mira hacia atrás…. ¡y hacia adelante!

Comienza un viaje

Soy José Alexander Palacios, seminarista de la Congregación de la Misión y estudiante de último año de la Universidad de St. John en la ciudad de Nueva York. Quiero compartir con ustedes mi camino en el discernimiento de la vocación al sacerdocio. Mientras reflexionaba sobre el camino de seguimiento a Cristo, llegué a la conclusión de que, si empiezas a seguir a Cristo Jesús, prepárate para caminar por senderos que nunca pensaste que caminarías.

Soy de El Salvador y crecí en una familia ferviente al vivir su fe católica. Para mí es una alegría recordar mi infancia, ya que durante esos años recibí mucho amor y aprendí los valores cristianos que han marcado mi vida. Sin embargo, en mi adolescencia, las cosas empezaron a cambiar. Mi interés en la fe declinó. Dejé de participar en la vida de mi comunidad eclesial, aunque seguí asistiendo a la misa dominical. Comencé a pensar que ir a la iglesia era para personas mayores y con el tiempo, dejé de lado el entusiasmo que tenía por las cosas de Dios.

Caminos desconocidos… y uno familiar

Cuando tenía diecisiete años, fui a Estados Unidos en busca de una vida mejor. Mi meta era trabajar durante cinco años, ganar dinero para ayudar a mi familia y regresar a El Salvador. Una vez que llegué aquí, trabajé duro. Los dos primeros años en los Estados Unidos fueron todo un reto para mí. No sabía nada de la vida americana. Fue un choque para mí, que venía de una visión comunitaria de la vida y la familia, el encontrarme de repente con una forma de vida altamente individualista. Así que, después de vivir con el apoyo de una familia en El Salvador, estaba solo en un país muy diferente al mío. Experimenté por primera vez cómo es la soledad. Sentí que había perdido casi todo; lo único que me quedaba era mi fe.

Unos meses después de mi llegada, volví a practicar mi fe con un gran fervor. Asistía a la misa dominical en la Iglesia de Santa María en Roslyn, NY. Poco después, me involucré en la comunidad hispana y permanecí activo durante siete años. Fue durante esos años cuando sentí el deseo de saber más sobre mi fe. También quería conocer a una buena mujer, casarme y formar una familia.

Fue entonces cuando empecé a leer encíclicas como El Esplendor de la Verdad, la Fe y la Razón, y La Teología del Cuerpo, todas las obras del papa san Juan Pablo II. En sus varias obras, Juan Pablo II escribió sobre las vocaciones y los diferentes estados de vida. Empecé a leer, en detalle, sobre la vocación del matrimonio y las órdenes sagradas. Estaba muy feliz, porque era exactamente lo que estaba buscando; quería saber más acerca de Dios, la persona humana, y descubrir el plan de Dios para mí.

¿Yo?

A partir de ese momento, empecé a preguntarme sobre mi vocación; preguntándome a qué estado de vida Dios me estaba llamando a vivir. Al mismo tiempo, mi relación con Jesús crecía. Me di cuenta de la importancia de los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Penitencia. A partir de ahí, empecé a sentir un aprecio por la vocación a la vida religiosa. Al mismo tiempo, negué esa posibilidad porque pensé que era sólo una idea sin fundamento. Me sentía incapaz para tal vocación. Cuando mis amigos de la parroquia vieron mi entusiasmo y mi compromiso con la iglesia, comenzaron a decirme «debes considerar la vocación al sacerdocio». Dijeron que veían en mí el potencial para ser un buen consagrado. Sin embargo, me reía y les dije que este tipo de vocación no era para mí; todo lo que quería era servir a Dios y ser un buen cristiano.

Lo que me retenía es que no me sentía cualificado ni digno de tal llamada; sin embargo, la curiosidad por saber más sobre el sacerdocio no desapareció. No obstante, elegí no decir ni hacer nada. Pasó el tiempo y empecé a salir con una chica. Todo iba bien, pero la curiosidad por el sacerdocio seguía ahí. Me sentía dividido y sólo entonces decidí hablar de mi situación con un sacerdote.

El sacerdote me explicó los diferentes tipos de órdenes religiosas y me preguntó si tenía interés en alguna en particular. Le dije que no lo sabía. Que yo recuerde, en años anteriores de mi vida, nunca había pensado, ni siquiera considerado, la idea de ser sacerdote. Por eso, era escéptico sobre mis pensamientos.

Una invitación

En 2013, un joven al que solía ver en el grupo de jóvenes de la parroquia, entró en la Casa de Formación Vicenciana, cerca de la Universidad de St. John, para discernir su vocación. Un mes después de entrar, visitó el grupo de jóvenes en St. Mary’s y me invitó a asistir a una reunión de discernimiento vocacional en la Casa Vicenciana. Por su invitación y por mi curiosidad fui a la reunión.

En 2014 entré en el programa de formación vicenciana para discernir mi vocación con los vicencianos. A pesar de mis altibajos, puedo decir honestamente que los últimos cinco años con la Comunidad Vicenciana han sido los mejores años de mi vida. Por ello, estoy muy agradecido a Dios y a mis hermanos seminaristas y formadores vicentinos que me han apoyado todos estos años.

Hoy

Hoy continúo mi discernimiento para ver aún más claramente si Dios me está llamando a este estilo de vida.  En mayo 2019 me gradúo en St. John’s con una licenciatura en filosofía. Mi siguiente paso es entrar en un programa de formación espiritual, llamado Seminario Interno (también `noviciado’). Se centra en la vocación vicenciana de seguir a Cristo llevando el amor de Dios a los pobres. Si este estilo de vida y este llamado sigue sonando fierme para mí, pasaré a un programa de cuatro años para estudiar teología y continuar mi formación para el sacerdocio vicenciano, con la meta de la ordenación en la primavera de 2024.

En conclusión, quiero invitarlos, si tienen curiosidad, preguntas o deseos de saber más acerca de la vocación a la vida religiosa, a poner sus pensamientos en las manos de Dios y darse la oportunidad de discernir cuál es el plan de Dios para ustedes. Y no olviden, si empiezan a seguir a Jesús, prepárense para caminar por senderos por los que nunca pensaron que caminarían.

Gracias y, por favor, rueguen por mis hermanos seminaristas vicencianos y por mí.

Publicado por primera vez en https://vincentiansusa.org/

Etiquetas:

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

homeless alliance
VinFlix
VFO logo

Archivo mensual

Categorías

share Compartir