Etiopía: Entrevista con Sor Medhin Tesfay, hija de la caridad
«¡Recibo mucho más de lo que doy!»
Etiopía es un estado multiétnico ubicado en África oriental; el cristianismo lleva establecido allí casi 2000 años. Son aproximadamente el 43% de la población, la mayoría cristianos ortodoxos, pero el Islam está aumentando y alcanza ahora el 34%. La Iglesia católica llegó al territorio de lo que hoy es Etiopía en el siglo XIX. Sus miembros tan solo son una minoría, el uno por ciento de la población. A pesar de esto, la Iglesia desempeña un papel muy importante en el sistema educativo y es activa en el cuidado de los pobres, lo que le ha dado una posición estimada entre los miembros de la sociedad etíope.
Sor Medhin Tesfay, de 44 años de edad, pertenece a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul desde hace 26 años y trabaja en la diócesis de Adigrat, en el norte de Etiopía. Ha hablado sobre su trabajo y su vocación con la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada. La entrevista fue realizada por Eva-Maria Kolmann.
Sor Medhin, usted pertenece a las Hijas de la Caridad. Cuéntenos un poco sobre tu trabajo.
Una parte de nuestro trabajo es cuidar a los niños y adolescentes que viven en la calle. Algunos son huérfanos, otros se han escapado de sus hogares debido a conflictos dentro de la familia. Los padres son, a menudo, alcohólicos y abusan físicamente de sus familias. En otros casos, existen trastornos psicológicos dentro de la familia. Por ejemplo, actualmente estamos cuidando a una niña cuya madre tiene un trastorno psicológico que la lleva a acumular en su casa toda la basura que encuentra en las calles. Pone todos los desperdicios sobre la cama y los dispersa por la pequeña sala de estar de la familia. No queda espacio en el hogar para la niña. Las hermanas visitamos a los familiares de los niños para mostrarles estima y amor, y ofrecerles nuestra ayuda. Los escuchamos y les aconsejamos. En algunos casos, los problemas se pueden resolver y los niños pueden regresar con sus familias. Los apoyamos a ellos y a sus familiares en este proceso. Si esto no es posible, los niños se quedan con nosotros. Nos aseguramos de que puedan ir a la escuela y de que tengan todo lo que necesitan.
Pero también cuidamos a los enfermos, por ejemplo, los infectados con SIDA, y dirigimos una clínica oftalmológica. Brindamos atención médica, pero también es importante escuchar a los pacientes y brindarles asistencia y ayuda de todo tipo, también emocional y espiritual.
¿Cuál considera que es el fundamento espiritual de su servicio?
El fundador de nuestra Compañía, san Vicente de Paúl, dijo: “Diez veces al día una hermana va a visitar a los enfermos pobres; diez veces al día encontrará a Dios allí”. Esta es exactamente mi experiencia personal y recibo mucho más de lo que doy.
Al realizar nuestro trabajo, es importante mirar siempre más allá de la apariencia exterior superficial. Una persona puede estar completamente sucia y vestida con harapos, pero necesitamos reconocer a Cristo en ella. Por otro lado, no hay que rechazar a nadie solo porque está bien vestido y es rico, y que pienses que realmente necesita ayuda. Incluso los ricos pueden estar en gran necesidad espiritual. La supuesta belleza o fealdad no puede ser un criterio para nosotros; al contrario, siempre tenemos que ver a Cristo en ellos.
Pero, ¿cómo lidiar con la pobreza extrema a la que usted se enfrenta?
Considero que la pobreza a la que me enfrento como el desafío de no dejar de hacer el bien. La palabra “pereza” no es parte de mi vocabulario. Tengo que dar lo mejor de mí y usar las habilidades y oportunidades que Dios me ha dado.
Los pobres tampoco pueden descansar nunca. La mayoría de las personas de aquí son jornaleros. Si no hacen nada hoy, entonces tampoco tendrán nada que comer mañana. Con todo lo que veo, no quiero perder el tiempo, sino responder a la llamada que Dios me ha dirigido, esto es: amar a estas personas de la misma manera que Dios las ama.
¿Cómo descubriste tu propia vocación?
Mi familia me proporcionó mi primera formación en la fe. Mis padres, que estaban muy arraigados en su fe, nos enseñaron a querer a Dios. Nos criaron en el amor de Dios, el Dios que se encarnó y nos ama.
Había hermanas religiosas en nuestro pueblo, que trabajaban en una clínica. Cuando yo era estudiante, las observé llevar a cabo su servicio y sentí un fuerte deseo de hacer lo mismo. Oré: “¡Dios mío, un día también quiero ser como ellas!”. Su ejemplo me llevó a la vida religiosa y cuando terminé la escuela, me uní a las Hijas de la Caridad. Eso fue hace 26 años. Quería cambiar las vidas de las personas necesitadas por amor a Dios. No era que no tuviera otra opción y todas las demás puertas estuviesen cerradas para mí. No; aunque tenía muchas otras opciones, ¡este fue el camino que elegí y soy feliz! Si me dieran la opción de nuevo hoy, haría lo mismo.
¿Ha cambiado también la relación entre la gente y la fe en Etiopía desde su infancia?
Sí, así lo creo. En general, ha habido muchos cambios. En muchas familias no todos los miembros comparten los mismos valores. No es raro que los miembros de una familia pertenezcan a diferentes religiones. Muchas familias se deshacen. En general, la fe está en declive. Las personas piensan que no necesitan a Dios y que no dependen de su familia. Hoy en día, la globalización, los medios de comunicación y el individualismo desempeñan un papel cada vez más importante. En particular, para muchas personas los sacramentos ya no tienen el significado que una vez tuvieron. Hoy, la fe está en decadencia. Por supuesto, todavía hay personas profundamente religiosas, pero en general, muchas cosas están cambiando.
¿Qué crees que debería hacer la Iglesia para traer a más personas de regreso a la fe?
Ante todo, la Iglesia tiene que llevar a cabo su principal tarea: la proclamación de la fe. La vida no tiene sentido si el espíritu no se nutre. Sin Cristo, no hay paz interior y todo funciona como una máquina. Tenemos que devolver a Cristo al centro mismo de nuestras vidas. Y no importa lo que haga la Iglesia en términos de actividades caritativas, lo espiritual siempre tiene que ser lo primero.
Etiopía es uno de los países prioritarios de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada. El año pasado, la iglesia católica local recibió ayudas por más de 1,36 millones de euros. Las principales áreas de apoyo fueron la construcción de iglesias y capillas, ofrecer formación a sacerdotes y religiosos, ayudar a las parroquias que se extienden a lo largo de amplias áreas a llevar a cabo la atención pastoral mediante el suministro de vehículos motorizados, así como el apoyo al trabajo de las hermanas religiosas.
Fuente: Zenit.org
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