Bienaventurados y malaventurados increíbles
Jesús se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza. Es el primogénito entre muchos hermanos y hermanas pobres que confían en Dios y, por eso, son bienaventurados.
Jesús los proclama bienaventurados a los pobres, a los que tienen hambre y los que lloran. También a los odiados, los excluidos, los insultados y los proscritos por causa de él.
Y no solo enseña Jesús con palabras. Enseña también siendo fiel a ellas. Es decir, practica lo que predica. Así pues, echa su suerte con los pobres de la tierra. Se siente bienaventurado entre estos bienaventurados. Por eso, no se huye de ellos a fin de buscar riquezas.
Se queda, sí, Jesús con los pobres, con los que hacen de la desconfianza en sí mismos el fundamento de la confianza en Dios (SV.ES III:124). Pues donde están ellos, allí está el reino de Dios. Se siente saciado cuando queda saciada el hambre de ellos. Toma por propia risa la risa de ellos. A él, además, le resulta bastante alegría verlos alegrarse en vista de la recompensa grande en el cielo, pues, sí, no solo en esta vida tienen puesta su esperanza.
Todo esto quizás nos resulte bien utópico. Pero lo será si nos fijamos solo en las bienaventuranzas. Se convertirá en opio del pueblo, que de ninguna manera nos dejará bienaventurados, si no nos damos cuenta de los ayes. Los ayes que pronuncia Jesús son su forma de decir: «¡Basta ya! (Comentarios al Evangelio núm. 5).
No, no soporta Jesús el abismo inmenso y escandaloso que separa a ricos y pobres. Nos reta él, entonces, a renunciar a toda injusticia y a las maldades que la acompañan y a denunciarlas todas. Hemos de arrancar de raíz el hambre, la desnutrición, la desigualdad. De verdad, no podemos servir a Dios y al cochino dinero. Espera Dios que seamos amorosos y solícitos. El dinero, en cambio, nos impulsa a la codicia y la explotación.
Señor Jesús, haz que seamos bienaventurados, siguiéndote a ti en la pobreza, confiados en Dios y comprometidos con los pobres. Concédenos entender que nosostros no podemos recibir dignamente el Pan de Vida sin compartir el pan para la vida con quienes lo necesitan (Meditaciones cortitas núm. 251).
17 Febrero 2019
6º Domingo de T.O. (C)
Jer 17, 5-8; 1 Cor 15, 12. 16-20; Lc 6, 17. 20-26
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