Desde un punto de vista vicenciano: La sabidurìa de las viudas
Podemos discernir fácilmente el pensamiento de los autores del Leccionario al reunir las dos historias que fueron proclamadas el domingo pasado. Escuchamos dos historias sobre viudas y sobre su inigualable generosidad. No puedo dejar de sentirme atraído por el relato de Jesús sobre las acciones de la viuda y su óbolo en el Evangelio. Para Él, este parece un ejemplo muy importante al enseñar a sus seguidores sobre el significado del discipulado. Sin embargo, la historia de Elías y la viuda de Zarephath sigue siendo irresistible.
Podemos imaginar la situación de esta mujer y su hijo. La sequía que había afligido la tierra había traído el sufrimiento a la vida de muchas personas, especialmente de los pobres. Ella había corteado su destino lo mejor que pudo durante algún tiempo, pero ahora solo le quedaba pequeñas cantidades en el fondo de su jarra de harina y su jarra de aceite. Podemos imaginar simplemente algo de grano molido y un poco del jugo de la aceituna entre su familia y la inanición. A esta situación llega el profeta Elías. Él le hace una petición extraordinaria, incluso sabiendo su situación desesperada. «Antes de que hagas algo para que coma tu familia, hazme algo para que yo coma». Por más difícil que sea el concebir que estas palabras salen de su boca, lo hacen. El juicio y la generosidad de la mujer entran en juego. ¿Qué hará ella? ¿La demanda de este hombre hambriento es más importante, a expensas de la vida de su hijo (sin mencionar la suya)?
La historia nos sugiere una reflexión sobre la generosidad de los pobres, los tipos de demandas que un «profeta» impone a un pueblo y el costo de confiar en el cuidado de Dios. De alguna manera, podríamos caracterizarlo como una confrontación entre lo pragmático y lo providencial.
Sin lugar a dudas, aquellos que han tenido contacto regular con los pobres han experimentado su generosidad. A pesar de que una familia puede tener poco que comer, «matan al ternero engordado» para dar alimento a un invitado de honor. A veces, cuando uno conoce (o sospecha) toda la historia, la vergüenza puede llenar al visitante, debido a esta extravagancia oculta. Los misioneros y los ministros de aquellos que son pobres pueden contar este tipo de experiencias con facilidad y energía. La verdad enfatiza la disposición de los pobres a compartir lo que tienen y de manera desigual con aquellos que vienen entre ellos para hablar del Señor. En el Evangelio del domingo, nuestras Escrituras nos mostraron los ejemplos de la viuda y su óbolo; también podemos ver la historia del niño con los panes de cebada y muchos otros. Los pobres pueden dar de sí mismos y sus recursos con total generosidad.
El «profeta» impone exigencias incluso a los que tienen poco. Jesús emplea la acción de la viuda con su óbolo como modelo de altruismo. La verdad siempre reconoce la existencia de alguien que tiene aún menos que otra persona. La caridad, que coloca a otro en el lugar del cuidado especial, beneficia tanto a los pobres como a los ricos. Al proclamar el Evangelio, el misionero debe pronunciar esta palabra con claridad y sin vergüenza. La pequeñez del don no define la cuestión: lo hace la amplitud del corazón que entrega. Jesús les dice a los que optan por ser sus discípulos que «vendan todo y síganme». Eso es válido para todos los seguidores. A los pobres no se les debe negar la oportunidad de ser generosos, incluso de manera limitada.
La viuda de Zarephath debe confiar en las palabras que el profeta Elías le dice, para actuar en esta situación. Cuando lo hace, su fe es recompensada. Ese beneficio, sin embargo, no describe la experiencia de todos los que confían. A veces el Señor tiene un plan diferente, y eso también requiere aceptación. La entrega de Jesús de sí mismo a la voluntad del Padre, que le conduce a la cruz, proporciona un ejemplo claro de confianza en el cuidado divino y el camino que puede tomar.
La historia de la viuda de Zarephath con el profeta Elías nos hace reflexionar y nos invita a considerar el costo y el significado de la generosidad. La lección se sitúa fácilmente al lado de la viuda y su óbolo. Somos enseñados por su sabiduría y confianza.
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