Sensibilidad de la fe ante la muerte
Desea Jesús iluminarnos a los que vivimos en sombra de muerte. Para que su deseo nos sea efectivo, basta que tengamos fe, revistiéndonos de su sensibilidad.
Vinieron a alegrarse con Isabel los vecinos y los parientes. Pero no experimentaron realmente su sensibilidad al Dios compasivo. Por eso, les resultó extraño el nombre que quería ella para su hijo.
Y les resulta extraño a los discípulos que pregunte el Maestro, apretujándole la gente: «¿Quién me ha tocado el manto?». Es que piensan que saben exactamente cómo se siente Jesús. Pero están equivocados. No notan ellos, desde luego, la fuerza que ha salido de Jesús. Y también deja claro la confesión de la hemorroísa que la sensibilidad del Maestro es mayor que la de ellos.
Pero Jesús manifiesta aún más su gran sensibilidad al afirmar: «La niña no está muerta, está dormida». Va él en contra de toda evidencia y mira más allá de las apariencias. No es de extrañar, pues, que lo ridiculicen los que lloran y se lamentan.
Ni es de extrañar que Jesús los eche fuera a todos. No, no pueden concordar en nada la sensibilidad de Jesús y la sensibilidad de la gente. En medio del alboroto, además, fácilmente se distrae uno y se embota su sensibilidad. El tumulto, lo superan solo, por lo visto, los con fe firme, como la hemorroísa. Y los que, como los padres de la niña y los acompañantes de Jesús, se dejan guiar por su sensibilidad.
Y la pregunta obvia que se nos plantea es ésta: ¿Creemos realmente en Jesús, revestidos de su sensibilidad?
Nos asegura Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre». ¿Creemos esto? ¿Estamos realmente convencidos de que Dios nos creó para la inmortalidad y nos hizo a imagen de su propio ser?
Poniéndose en contra de los mundanos, Jesús ve la riqueza en la pobreza. Convierte él la pequeñez en grandeza, la locura en sabiduría, la debilidad en fuerza. ¿Vemos nosotros con la mirada de Jesús? Cuantos dejan de verdad sus cuidados a la bondad de Dios tienen por cierto que siempre viven bajo su protección (RCCM II:2). ¿Tenemos la misma certeza?
Señor Jesús, auméntanos la fe. Y concédenos a los que participamos en la mesa de tu Pan y de tu Palabra participar también en tu sensibilidad.
1 Julio 2018
13º Domingo de T.O. (B)
Sab 1, 13-15; 2, 23-24; 2 Cor 8, 7-9. 13-15; Mc 5, 21-43
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