Reflexiones abiertas, en el año de la colaboración vicenciana (3)
3.- La colaboración vicenciana en la administración de los bienes…
Existe —en la sociedad, en el ambiente de la calle…— la idea, implícita o explícita, de que en la Iglesia las congregaciones e instituciones de la Iglesia están más preocupadas por la sostenibilidad y administración de sus bienes que por una atención real y efectiva de ayuda y solidaridad con los marginados: los estratos sociales deprimidos, desahuciados, los niños, la juventud en paro, los parados de larga duración, los carentes de esperanza… Cierto que reconocen —a la vista está— la encomiable labor de algunas instituciones de Iglesia: Caritas, Manos Unidas y algunas otras.
Nosotros conocemos, de primera mano, el enorme esfuerzo económico de las distintas ramas de la Familia Vicenciana a favor de los pobres. También celebramos con gozo el creciente número de voluntarios, dentro de la Familia. Pero todavía debemos preguntarnos: ¿es esto suficiente, ya hemos llegado al tope, en esta situación de depresión extrema que vive nuestra sociedad? Y, ahondando en la llaga, ¿hay una ecuación proporcionada entre los bienes que dedicamos a la promoción social y los recursos económicos y humanos que dedicamos a lo específicamente nuestro, como es la evangelización? No podemos obviar esta pregunta inquietante. Esta pregunta se la hacen también algunos seglares comprometidos, allegados a nuestros campos de acción evangelizadora.
Todos somos conscientes del doble reto que supone la atención digna al creciente número de enfermos y jubilados de Padres y Hermanas y, a la vez, encontrar recursos humanos y financieros para hacer frente a las inversiones que exigiría un planteamiento adecuado y operativo de la pastoral misionera, en aquellos países donde se nos demanda nuestra presencia. Todas nuestras posibles ayudas resultan insuficientes, en estos tiempos de inclemencia global, en una sociedad cambiante, permanentemente amenazada de desastres humanitarios… Entendemos por pastoral misionera no solo los servicios religiosos propiamente dichos, sino también la pastoral evangelizadora general, la pastoral educativa, la pastoral social, el contacto directo permanente con los pobres… Pero, unas gotas de agua en el mar hacen que su caudal aumente, aunque no sea perceptible a nuestros ojos…
Por eso, en este tema tan angustioso, no cabe otra actitud que la de animarnos unos a otros a tomarnos muy en serio estas necesidades, cuya preocupación efectiva constituye parte de la esencia misma de nuestra vocación vicenciana.
De nuevo, la figura señera de Vicente y Luisa, multiplicándose para dar respuesta a los problemas imposibles de su tiempo, nos empujan hasta alcanzar la meta soñada.
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