Twenty-Second Sunday in Ordinary Time, Year A-2017

From VincentWiki
Strongly following the ways of God

Christ himself is the fulfillment of God’s strongly expressed intent to do something new. Those who are one with Christ are the new creation.

Jesus shows that he must suffer greatly, die and then rise. Peter strongly disagrees and rebukes him. But who could blame Peter for it?

After all, he has left his nets and followed Jesus. Understandably, disciples do not want the disappointment that will come if the Teacher they have strongly and wholly trusted dies. Besides, Peter has learned to love Jesus. He would not want to hear any talk of death—of cruel death, much less—of a dear friend.

And so, Peter strongly and resoundingly says “no” to the idea of a suffering Messiah. But even more strongly and resoundingly does Jesus rebuke him: “Get behind me, Satan! You are an obstacle to me.” That is how necessary sufferings are for salvation.

Jesus highlights his strongly expressed intent to think as God does and to show us the new creation.

Jesus strongly insists on fostering God’s thoughts and ways. Even when the mission God has given him brings scorn, he does not turn. Anyway, he cannot hold the Good News in. And so be it; the Good News is what makes the new creation spring forth.

The new creation hints at an upside down world. There, saving life means losing it, self-denial is self-fulfillment. Jesus, of course, shows us the truth of this teaching: his crucifixion means exaltation, and his shame is his glory. He himself is the certainty that the resurrection calls for passion and death.

And only those filled with such certainty are true disciples. They are the ones who strongly and faithfully agree with the message of the cross. It does not matter to them that the crucified Christ is a stumbling block to Jews and foolishness to Gentiles.

True Christians defy the wise, great and strong people of the world. So, they do not seek their own advantage but that of their neighbors. They do as the one who gave his body up and shed his blood for them. And so, they offer themselves for others as a living sacrifice, holy and pleasing to God. They know quite well that “rarely is any good done without difficulty,” (SV.EN IV:361). In that way they take part in Christ’s saving work that is due “to the merits of his passion.”

Lord Jesus, make us recognize that there is no better place where we can be than at the foot of the cross (SV.EN I:155). May we strongly grasp that your cross is our only hope of salvation from lies, injustices and conflicts.


3 September 2017

22nd Sunday in O.T. (A)

Jer 20, 7-9; Rom 12, 1-2; Mt 16, 21-27


VERSIÓN ESPAÑOLA

Firme en seguir los caminos de Dios

En Cristo se cumple el firme próposito de Dios de realizar algo nuevo. Los conformados a Cristo constituyen la nueva creación.

Demuestra Jesús que tiene que padecer mucho y morir y resucitar luego. A continuación, discrepa Pedro de manera firme con Jesús y le increpa. Pero realmente, ¿quién se lo reprocharía?

Después de todo, ha dejado él sus redes y ha seguido a Jesús. Lógicamente, le sería una gran decepción al discípulo si se le muriese el Maestro en quien ha confiado firme y totalmente. Además, ha aprendido a amar a Jesús. No le gustaría, por supuesto, oír ninguna predicción de la muerte, —muerte cruel, ni menos—, de un amigo querido.

Así que Pedro firme y rotundamente dice «no» a la noción de un Mesías sufriente. Pero resulta aún más firme y rotunda la increpación de Jesús: «¡Quítate de mi vista, Satanás!, que me haces tropezar». Así de imprescindibles son los sufrimientos para la salvación.

Queda subrayado el firme propósito de Jesús de seguir pensando como Dios y de demostrarnos la nueva creación.

Insiste Jesús de manera firme en promover los planes y los caminos de Dios. Aun volviéndose para él oprobio la misión que Dios le ha confiado, igual no se echa atrás. No encuentra, de todos modos, manera alguna de contener la Buena Nueva. Y así sea, que solo de la Buena Nueva brota la nueva creación.

Connota ésta un mundo puesto boca abajo. Allí, salvar la vida significa perderla y la abnegación es la autorrealización. La verdad de esta enseñanza, claro, la demuestra Jesús: su crucifixión quiere decir exaltación y su vergüenza es su gloria. Él es, sí, la certeza en persona de que la resurrección exige la pasión y muerte.

Y solo son auténticos discípulos los imbuidos de tal certeza. Son ellos quienes se conforman firme y fielmente al mensaje de la cruz. No les importa que el Crucificado sea piedra de tropiezo para los judíos y locura para los gentiles.

Discrepando con los mundanos sabios, grandes y fuertes, no buscan los verdaderos cristianos sus intereses, sino los de sus prójimos. Imitan al que entregó su cuerpo y derramó su sangre por ellos. Por tanto, se presentan como hostia viva, santa y agradable a Dios, por los demás. Se dan cuenta de que rara vez «se consigue algún bien sin esfuerzo», sin sufrimiento (SV.ES IV:345). Participan así en la obra redentora de Cristo, la que se atribuye «a los méritos de su pasión».

Que reconozcamos, Señor Jesús, que el mejor lugar donde podemos estar es al pie de tu cruz (SV.ES I:206). Danos firme comprensión de que tu cruz es la única esperanza de salvarnos de las falsedades, injusticias, y los conflictos.


3 Septiembre 2017

22º Domingo de T.O. (A)

Jer 20, 7-9; Rom 12, 1-2; Mt 16, 21-27