Sixth Sunday of Easter, Year B-2015

From VincentWiki
God is love (1 Jn 4, 8)

Jesus Christ is the final word and the definitive work of love on God’s part. To return God’s love, it is enough for the disciples to follow their Master’s example.

We are exhorted to love. And God is the motive presented to us: he is love and the source of love.

God is revealed as the one who, better and more than anybody else, wills the good of another. He loves us so much he gives his only Son so that we may have eternal life.

And the Son, the incarnation of the love of the invisible God, loves us so effectively and in an unsurpassable way that he gives his life for us sinners. He wants us sinners to become his intimate friends.

Jesus no longer calls us servants, for he reveals to us and shares with us God’s love. He invites us to remain in his love, to love as he has loved us and according to the love the Father has for him. He chooses us so that, no longer choked by our selfish interests, we may bear lasting fruit of good works.

Our love as disciples can only come from God and has to approximate the eminently effective love of the Master who has loved us to the utmost, sweating blood on his forehead and all over his body, and stretching his arms on the cross. We who are not bloodied up must love at least “with the strength of our arms and the sweat of our brow, as St. Vincent de Paul urges us (FrXI:40).

Another way of saying this is the one we find in Misericordiae vultus 9: “Love ... can never be just an abstraction. By its very nature, it indicates something concrete: intentions, attitudes, and behaviors that are shown in daily living.” And this is quite consistent with Gaudium et Spes 38: Jesus “cautions … that this charity is not something to be reserved for important matters, but must be pursued chiefly in the ordinary circumstances of life.”

Through their daily life of patience and kindness, of not being jealous, pompous, inflated, rude, selfish or quick-tempered, of not brooding over injury or rejoicing over wrong doing, but rather of rejoicing in the truth, of bearing all things, believing all things, hoping all things and enduring all things—through this do the disciples show that they are begotten by God and partake of his nature. They thus reveal also that they accept the Eucharistic invitation to love to the end, without showing partiality.

Lord, make us proclaim your resurrection with faith working through love.


VERSIÓN ESPAÑOLA

6º Domingo de Pascua B-2015

Dios es amor (1 Jn 4, 8)

Jesucristo es la palabra final y la obra definitiva de amor de parte de Dios. Les basta a los discípulos con seguir el ejemplo del Maestro para corresponderle a Dios su amor.

Se nos exhorta a amar. Y Dios es el motivo que se nos ofrece: él es amor y la fuente de amor.

Dios se revela como quien, mejor y más que nadie, desea el bien del otro. Tanto nos ama que entrega a su Hijo único para que tengamos vida eterna.

Y el Hijo, encarnación del amor del Dios invisible, nos ama tan efectivamente y de manera insuperable que da su vida por nosotros, pecadores. Quiere que los pecadores nos convirtamos en íntimos amigos suyos.

Jesús ya no nos llama siervos, pues nos revela y comunica el amor de Dios. Nos invita a permanecer en su amor, a amar como él nos ha amado y conforme al amor que le tiene el Padre. Jesús nos elige para que, ya no ahogados por nuestros intereses egoístas, demos fruto duradero de buenas obras.

Nuestro amor como discípulos no puede venir sino de Dios y ha de aproximar el amor preclaramente efectivo del Maestro que nos ha amado hasta lo sumo, sudando sangre en la frente y por todo el cuerpo, y extendiendo los brazos en la cruz. Los no ensangrentados tenemos que amar, por lo menos, «a costa de nuestros brazos y con el sudor de nuestra frente», como nos urge san Vicente de Paúl (EsXI:733).

Otro modo de decirlo es el de la bula Misericordiae vultus 9: «El amor … nunca podrá ser una palabra abstracta. Por su misma naturaleza es vida concreta: intenciones, actitudes, comportamientos que se verifican en el vivir cotidiano.» Y esto es bien coherente con Gaudium et Spes 38: Jesús «advierte que esta caridad no hay que burscarla únicamente en los acontecimientos importantes, sino, ante todo, en la vida ordinaria».

Por su vida cotidiana de paciencia y afabilidad, de no tener envidia, de no presumir ni engreírse, de no portarse mal educado ni egoísta, de no irritarse ni llevar cuentas del mal, de no alegrarse de la injusticia, sino gozar con la verdad, de disculpar sin límites, creer sin límites, esperar sin límites, aguantar sin límites, ponen en descubierto los discípulos que han nacido de Dios y participan de su naturaleza. Así manifiestan también su aceptación de la invitación eucarística a amar hasta el extremo, sin hacer distinciones.

Señor, haz que proclamemos tu resurrección con la fe que obra por amor.