First Sunday of Lent, Year B-2018

From VincentWiki
Desert: Trial and Grace; Cross and Resurrection

Jesus overcomes Satan in the desert. He thus reveals that he is the Firstborn of the new creation and the Head of the new people of God.

The Spirit drives Jesus out into the desert. Jesus stays there for forty days, tempted by Satan, living with wild beast and receiving service from angels.

That is how Mark summarizes Jesus’ stay in the desert. The evangelist omits details. It is possible he does not dwell on them so that we may not miss the point. And the point is this: the experience of Jesus in the desert summarizes his whole life.

That is to say, the Spirit guides Jesus, in the first place. It is the same Spirit that descended upon him in the Jordan.

In the second place, the desert plays a crucial role in Jesus’ life. There he prays to the Father, listening to him and speaking with him. For Jesus, the desert also means God’s providential care in the midst of trials, adversities, dangers, insecurities. God’s grace is more than enough in tough times; crucifixion means resurrection. Yes, being with wild beast and having angels at his service point to this.

In the third place, then, the life of Jesus is one of trust in God and obedience to his word. In contrast to Adam, Jesus does not fall into temptation, and so he represents the new creation. He is, moreover, the new Noah of the repentant and renewed humanity.

Nor does Jesus put God to the test as did the Israelites who left Egypt. In the desert, he learns to live by every word that comes out of the mouth of God. The word gives him strength to resist every power that goes against the kingdom of God and his righteousness. So then, Jesus embodies Tall that God seeks in his people.

And, of course, what the desert is to Jesus is what he wants it to be to us.

Lord Jesus, make us go to the desert often. Give us your so that we may follow the providence of God step by step (SV.EN II:237) and experience it. May the Spirit bring us back to life at the hour of our death. Teach us to trust God completely, sure that his grace is enough for us, for power becomes perfect in weakness. May we feed on God’s word, on the Gospel. By doing so, we shall have the strength to live what we celebrate in the Eucharist.


18 February 2018

First Sunday of Lent (B)

Gen 9, 8-15; 1 Pt 3, 18-22; Mk 1, 12-15


VERSIÓN ESPAÑOLA

Desierto: prueba y gracia; cruz y resurrección

En el desierto, supera Jesús la fuerza satánica. Así se revela el Primogénito de la nueva creación y la Cabeza del nuevo pueblo de Dios.

El Espíritu empuja a Jesús al desierto. Allí permanece Jesús cuarenta días, tentado por Satanás, viviendo entre alimañas y servido por ángeles.

Así resume Marcos la experiencia de Jesús en el desierto. El evangelista omite detalles. Puede ser que no se detenga en ellos para que lo central no nos resulte olvidado. Y lo central es esto: la vida de Jesús se resume en su experiencia en el desierto.

Es decir, vive Jesús, en primer lugar, siempre guiado por el Espíritu. Es el mismo Espíritu que bajó sobre él en el Jordán.

En segundo lugar, el desierto desempeña un papel decisivo en la vida de Jesús. Allí ora a su Padre; lo escucha y con él habla. Para Jesús, el desierto quiere decir además cuidado providencial de Dios en medio de pruebas, adversidades, peligros, inseguridades. Es más que suficiente la gracia de Dios en momentos difíciles; crucifixión significa resurrección. Esto, sí, lo dan a entender la convivencia con alimañas y el servicio de los ángeles.

En tercer lugar, pues, lleva Jesús una vida de confianza en Dios y de obediencia a su palabra. A diferencia de Adán, no cae Jesús en la tentación, y así representa él la nueva creación. Es además el nuevo Noé de la humanidad convertida y renovada.

Tampoco pone a Dios a prueba Jesús ni duda de él, como lo hicieron los israelitas salidos de Egipto. En el desierto aprende a vivir de toda palabra que sale de la boca de Dios. Fortalecido por la palabra, se resiste a todo poder opuesto al reino y la justicia de Dios. Así que Jesús personifica todo lo que busca Dios en su pueblo.

Y, claro, lo que es el desierto para Jesús esto lo quiere él para nosotros.

Señor Jesús, haz que frecuentemos el desierto. Danos tu Espíritu que nos haga posible seguir paso a paso la providencia de Dios (SV.ES II:176) y la experimentemos. Que el Espíritu nos devuelva a la vida en la hora de nuestra muerte. Enséñanos a confiar totalmente en Dios, ciertos de que nos basta con su gracia, que la fuerza se realiza en la debilidad. Que nos alimentemos de la palabra de Dios, del Evangelio. Así tendremos la fuerza para vivir lo que celebramos en la Eucaristía.


18 Febrero 2018

Domingo 1º de Cuaresma (B)

Gen 9, 8-15; 1 Ped 3, 18-22; Mc 1, 12-15