CONSAGRACIÓN A LA CARIDAD:
La Novedad del Carisma Vicentino.
P. Rolando Gutiérrez C.M.
Vice- Provincia de Costa Rica.

Lectio Vicentina: enero 2017.

I. Momento de Comprender:

Cuatro siglos nos separan de los acontecimientos que dieron vida al Carisma Vicentino. Una habitación con un anciano moribundo que se confiesa, un púlpito en el que se predica un sermón, una parroquia abandonada en la que su nuevo cura se preocupa por una familia necesitada, un grupo de mujeres organizadas por un joven sacerdote para poner en práctica la caridad. Cuatro escenas, dos acontecimientos en realidad, Folleville y Chatillón, que son momentos claves en la vida de Vicente de Paúl para la obra que el Espíritu Santo le está inspirando a comenzar.

Vicente de Paúl fue formado en la teología de su época, conocía los grandes espirituales que gobernaban la reflexión de ese momento, de algunos de ellos tomó parte en de su pensamiento como San Roberto Belarmino, Fray Luis de Granada, Benito de Canfield; con otros tuvo parentesco de filiación espiritual o de amistad, como con Pedro de Berulle, Andrés Duval y San Francisco de Sales. De cada uno de esos autores tomó líneas teológicas que inspiraron su obra, pero ante todo fue la vida cotidiana su gran maestra y la que le hizo entender la misión que Dios ponía en sus manos.

En definitiva, los acontecimientos de la Vida de Vicente de Paúl, desde su niñez campesina en las Landas Francesas hasta los acontecimientos de Folleville y Chatillon, vienen a ser como las piezas del rompecabezas que el santo irá lentamente armando para encontrar en su historia de vida la clave de la misión a la que Dios le está llamando: la caridad.

La gran capacidad pastoral de convertir en misión lo que había aprendido en la letra y en la práctica es la que nos permite encontrar en Vicente de Paúl, en su vida y en su obra, un auténtico camino de santidad cristiano, que todavía, después de cuatrocientos años, nos ofrece, en el carisma vicentino, la fuerza renovadora de un camino de configuración con Cristo.

La novedad de Vicente no consiste entonces en una escuela espiritual al estilo de los devotos modernos, ni tampoco en una obra social de promoción a los pobres al estilo de los políticos del siglo XXI.

La mística de la acción, la propuesta de San Vicente, es un auténtico camino de configuración de toda la persona con Cristo, desde una lectura de la historia personal de vida, una mirada al ayer que me ha llevado a ser quien soy, pasando por un encuentro personal con Cristo en los acontecimientos más ordinarios de la vida y llegando finalmente a la necesidad de entregarse al servicio de la caridad a los pobres desde el propio estado de vida, sea como consagrado, sea como sacerdote, sea como laico.

La novedad de Vicente, podríamos decir entonces, se encuentra en su consagración a Cristo a través del pobre, una consagración a la caridad, y desde allí se entiende entonces única clave desde la que es posible interpretar lo que nos hace ser realmente vicentinos o lo que una vez perdido, nos haría dejar de serlo:

“Hacerlo como Dios quiere, es hacerlo con caridad, hijas mías. ¡La caridad hará excelente vuestro servicio! Pero,¿sabéis lo que es hacerlo con caridad? Es hacerlo en Dios, porque Dios es caridad , es hacerlo puramente por Dios; es hacerlo en gracia de Dios, porque el pecado nos separa de la caridad de Dios” (X, 238).

II. Momento de contemplar:

La historia y la vida son maestras en la vida de San Vicente. Intentemos meternos en este ejercicio de contemplar el camino que Dios nos ha permitido recorrer deteniéndonos en silencio por unos momentos y en diálogo con el Señor intentemos volver la mirada hacia nuestro pasado: Mi historia familiar; la lucha que he dado por la felicidad y la de mis seres queridos, mi camino en un grupo de Iglesia o de la familia vicentina. Contemplo y luego me pregunto:

¿Cómo sucedió todo esto? ¿Qué signos de Dios encuentro que me han hablado a lo largo de mi vida para sentir el llamado a la caridad, como San Vicente, a servir al prójimo con todas mis fuerzas?

¿Cuáles personas reconozco en mi historia que Dios las ha puesto para ayudarme a encontrar el camino? ¿Siento hoy día ese llamado a vivir la voluntad de Dios desde el servicio de la caridad?

III. Momento de Meditar:

Con humildad y sencillez reconozcamos si nuestra vida y la de nuestro grupo/rama/asociación nos está ayudando a vivir el camino de santidad que caracteriza el carisma vicentino.

Trato de elaborar una lista de las luces y las sombras que hacen que mi vida y la de mi grupo/rama/asociación refleje o no refleje el don de la caridad no sólo como un enunciado que predicamos sino como un estilo de vida que nos caracteriza.

IV. Momento de Comprometernos:

Sería muy recomendable que los grupos de la familia vicentina puedan crear un espacio dedicado a la ambientación del jubileo. Se recomienda un árbol del compromiso donde cada mes se coloque en forma de fruto el compromiso grupal a la luz de esta meditación.

A nivel grupal se recomienda asumir un compromiso con el Señor, será bueno recordarlo en la próxima visita a Jesús Sacramentado, recordemos que no se trata de querer cambiar nuestra vida por un acto de magia, sino en su debido proceso, paso a paso, como si aprendiéramos música, decía San Vicente:

“En la música, el que aprende un motete y quiere luego aprender un segundo y un tercero, encuentra más facilidad para aprender el segundo que la que tuvo para el primero, y el tercer motete lo aprenderá todavía con mayor facilidad. Del mismo modo, hoy nos cuesta hacer un acto de virtud, un acto de religión; la segunda vez, nos costará menos; la tercera, menos que la segunda; y así llegaremos a perfeccionarnos cada vez más” (XI, 126).

Señor, Padre Misericordioso,
que suscitaste en San Vicente de Paúl
una gran inquietud
por la evangelización de los pobres,
infunde tu Espíritu
en los corazones de sus seguidores.
Que, al escuchar hoy
el clamor de tus hijos abandonados,
acudamos diligentes en su ayuda
“como quien corre a apagar un fuego”.
Aviva en nosotros la llama del carisma
que desde hace 400 años
anima nuestra vida misionera.
Te lo pedimos por tu Hijo,
“el Evangelizador de los pobres”,
Jesucristo nuestro Señor. Amén.


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