I. Orígenes y proyecto fundacional (1839–1848)
La Congregación de las Hermanas de San Vicente de Paúl (Klooster van de zusters van Sint-Vincentius a Paulo) de Opwijk, Bélgica, fue oficialmente fundada en 1847, aunque sus raíces se remontan a 1839. Surgió como una iniciativa caritativa liderada por el párroco de Opwijk, el P. Peter van Hemel, junto con el alcalde del pueblo y varios ciudadanos comprometidos. En medio de una Bélgica postnapoleónica azotada por la pobreza y con servicios sanitarios y educativos deficientes, estos líderes soñaron con fundar un hospital-hospicio y una escuela para niñas pobres. Una tómbola benéfica ayudó a reunir los primeros fondos, aunque las dificultades financieras persistieron.
El P. van Hemel invitó a dos Hermanas de San Vicente de Paúl de la parroquia de San Jacobo en Lovaina para servir a los pobres de Opwijk. Las hermanas, Vincentia y Theresia, llegaron en octubre de 1842 y comenzaron a atender a los enfermos y a educar a niñas empobrecidas. Su presencia inspiró la idea de una fundación religiosa local.
En 1847, dos mujeres laicas de Opwijk, Melanie Hofmans y Elisa van Ham, ingresaron en la formación religiosa. Con el apoyo del cardenal Sterckx, la congregación fue reconocida canónicamente en 1848. Melanie Hofmans tomó el nombre religioso de sor María Josefa y se convirtió en la primera superiora general, liderando la congregación por más de cincuenta años.
II. Crecimiento Inicial y Obras Apostólicas (1848–1890)
Los primeros años estuvieron marcados por la pobreza extrema, trabajo manual intenso y comienzos humildes. A pesar de tener ingresos mínimos por la enseñanza y la atención a los enfermos, las hermanas perseveraron. En 1849, realizaron sus primeras profesiones religiosas y abrieron una escuela infantil en una pequeña casa. A solicitud de la comunidad local, el cardenal confirmó a sor María Josefa como superiora.
La congregación creció lentamente: en 1860, contaba con seis hermanas profesas y dos novicias. Ampliaron el hospicio y fundaron nuevas casas. Entre 1850 y 1890, establecieron varias fundaciones en pueblos vecinos, en algunos casos asumiendo escuelas u hospicios ya existentes. En 1890, la congregación contaba con 86 hermanas profesas y alrededor de 20 novicias.
En 1892, se celebró en la casa madre el cincuentenario de la llegada de las hermanas de Lovaina, con la participación de 150 religiosas.
III. Expansión y Desarrollo Institucional (1900–1939)
El cambio de siglo trajo un período de crecimiento extraordinario. La casa madre se amplió y se inauguró un nuevo noviciado en 1905. Para 1913, había 210 hermanas profesas distribuidas en 29 comunidades, y se registraban unas 10 nuevas vocaciones cada año. Su labor apostólica se centraba en la educación, la atención sanitaria y el cuidado de personas mayores y huérfanas.
Durante la Primera Guerra Mundial, la escuela de Opwijk se transformó en un hospital militar con 80 camas. Las hermanas atendieron a refugiados y soldados heridos, mostrando coraje y compasión en medio de circunstancias peligrosas.
En el período de entreguerras, no se fundaron muchas nuevas casas, pero se ampliaron las obras existentes. Entre los desarrollos notables estuvieron una nueva capilla (1933), un seminario (1934) y una escuela normal de pedagogía Froebel, trasladada desde Erps-Kwerps en 1937.
IV. Segunda Guerra Mundial y Renovación de Posguerra (1940–1960)
La Segunda Guerra Mundial volvió a interrumpir la vida comunitaria. En mayo de 1940, las hermanas buscaron refugio en los sótanos del convento junto a estudiantes y refugiados. Afortunadamente, no sufrieron daños personales. A pesar de la amenaza constante, sus instituciones continuaron funcionando.
En los años de posguerra, la congregación se adaptó: tras el traslado de la escuela normal Froebel a Scheut (Anderlecht) y el cierre del seminario en 1952, las hermanas inauguraron en 1957 un nivel secundario para niñas. Sin embargo, cambios sociales más profundos estaban por venir.
V. Concilio Vaticano II y Transición Apostólica (décadas de 1960 a 1980)
El Concilio Vaticano II (1962–1965) marcó un punto de inflexión decisivo. Inspiradas por la constitución pastoral Gaudium et Spes, las hermanas reflexionaron profundamente sobre su carisma y su lugar en el mundo moderno. En 1963, adoptaron un nuevo hábito más sencillo y, hacia 1967–1968, comenzaron a vestir ropa civil sobria, llevando únicamente una cruz y un anillo como signos distintivos.
A medida que Bélgica modernizaba sus sistemas de educación y salud, los laicos formados por las mismas hermanas comenzaron a asumir funciones directivas en las instituciones que ellas habían fundado. En consonancia con el espíritu del Concilio, las hermanas cedieron progresivamente la administración y la propiedad de escuelas y hospitales.
A fines del siglo XX, las vocaciones disminuyeron y la comunidad fue envejeciendo. Aunque dejaron de estar activas profesionalmente en la educación y la sanidad, adaptaron su vida apostólica a los “nuevos signos de los tiempos”, centradas en la presencia espiritual, la hospitalidad y el testimonio de la presencia.
VI. La Congregación en el Siglo XXI: Memoria y Testimonio
En la celebración del 150 aniversario de la congregación, la comunidad de Opwijk expresó públicamente su gratitud. Una placa conmemorativa instalada a la entrada del convento en la calle Kloosterstraat lleva el mensaje: “Las Hermanas, la mano derecha de muchos”.
Las propias hermanas definieron su vocación con estas palabras:
“Con los medios y posibilidades que tenemos hoy, buscamos responder a las necesidades actuales, inspiradas por Gaudium et Spes. La alegría y la esperanza, la tristeza y la angustia de las personas de hoy —especialmente de los pobres y los que sufren— son también la alegría y la esperanza, la tristeza y la angustia de los discípulos de Cristo”.
La congregación sigue viviendo el espíritu vicenciano y franciscano en el ritmo cotidiano de oración, presencia y solidaridad. Aunque más reducida en número y sin gran visibilidad pública, continúa siendo un testimonio silencioso del Evangelio entre el pueblo de Opwijk y otros lugares.
VII. Apertura Misionera
En 1969, las hermanas extendieron su apostolado a Malí, en África Occidental, donde sirvieron en la atención sanitaria y la educación. Esta misión representó una expansión significativa de su compromiso, y manifestó su disponibilidad a servir más allá de Europa, respondiendo a las necesidades de los más pobres a nivel global.
VIII. Legado
La Congregación de las Hermanas de San Vicente de Paúl de Opwijk ha dejado una huella profunda en la vida religiosa belga. Desde sus humildes inicios, construyeron una red extensa de instituciones al servicio de los pobres, educaron a generaciones de niñas y ofrecieron atención sanitaria compasiva.
Su legado no sólo perdura en los edificios o archivos históricos, sino también en el corazón de quienes fueron atendidos, educados y sanados. Guiadas por el espíritu de San Vicente de Paúl, estas hermanas dieron testimonio de Cristo en los pobres. Hoy, su memoria sigue inspirando nuevas formas de seguimiento de Cristo.
Contacto:
- Dirección: Kloosterstraat 38–40, 1745 Opwijk, Bélgica
- Email: linavdbergh@yahoo.fr














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