Después del incendio: Empoderando a los padres, protegiendo la infancia en Pequeño Refugio, Viña del Mar (Chile)

por | Oct 15, 2025 | La Alianza FamVin con los sin hogar, Noticias | 0 Comentarios

Proyecto Jubileo 13 Casas de Esperanza N.º 6 – Chile

En la ciudad de Viña del Mar ha surgido el Campamento Naciones Unidas, un asentamiento compuesto mayormente por familias migrantes. Tras el devastador incendio de febrero del 2024, estas familias quedaron sin hogar, pero no sin esperanza. Acompañadas por la Familia Vicentina y la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, comenzó un nuevo capítulo: la reconstrucción.

Desde este espíritu de solidaridad nació el “Pequeño Refugio”, una iniciativa del Proyecto “13 Casas” para el Jubileo, que busca ofrecer un espacio seguro y digno para niños menores de 10 años. El proyecto permitirá que sus padres se reincorporen al mundo laboral, reconstruyan sus finanzas y recuperen la dignidad en sus vidas. El centro contará con áreas de juego y salas de estudio, diseñadas para brindar atención integral que cubra necesidades físicas, emocionales y sociales. También se incluye una cocina común como parte del apoyo brindado por la Familia Vicentina, fomentando la responsabilidad compartida y la nutrición comunitaria. El proyecto se ha desarrollado con un enfoque sistémico, modular y sostenible, pensando en el presente y el futuro de esta comunidad.

Las voces de quienes lideran y viven el proyecto reflejan su impacto.

Ana María Jara, Coordinadora del Proyecto, comparte:

“En el ‘Pequeño Refugio’ tengo la hermosa tarea de acompañar y coordinar los pasos que damos como comunidad. Mi misión es asegurar que este proyecto crezca de manera integral y, junto con la Familia Vicentina, dar forma a las actividades que lo sostienen día a día.

Lo que me motivó a estar aquí fue una convicción muy profunda: creer que cuando se crea un espacio seguro y amoroso para los niños, también se abre una puerta para que sus madres trabajen, sueñen y construyan una vida más plena para sus familias. Eso es lo que me impulsa: ser parte de un lugar donde la esperanza se convierte en acción y los sueños comienzan a tomar forma.”

Reflexionando sobre los desafíos, añade:

“El mayor reto ha sido encender esa chispa de pertenencia dentro de la comunidad, ayudar a cada familia a darse cuenta de que este proyecto no es solo un lugar, sino una oportunidad para crecer juntos. Nos propusimos abrir puertas, sentarnos a conversar con las mujeres. En cada encuentro no solo compartimos información; compartimos esperanza, herramientas y confianza para que cada mujer descubriera su fuerza y su valor. El ‘Pequeño Refugio’ dejó de ser ‘un proyecto’ y se convirtió en una comunidad viva.”

Sobre el impacto del proyecto, comenta:

“La implementación del proyecto ha encendido una chispa, porque no se trata solo de construir espacios. Se trata de abrir caminos para el desarrollo integral. Aquí, los niños encuentran un lugar seguro para crecer y soñar, y los padres descubren la posibilidad de trabajar y crear nuevas oportunidades para su futuro.”

“Levantar un proyecto en medio de un asentamiento —a menudo compuesto por familias migrantes que llegaron en busca de esperanza— es como construir un puente donde antes había barreras.

Pero lo más hermoso de este proyecto es que no camina solo: nace del esfuerzo conjunto de la Familia Vicentina y las familias del vecindario. Y en esa colaboración ocurre algo profundo. Poco a poco, dejamos de ser ‘ellos y nosotros’ y nos convertimos en una sola comunidad: soñando juntos, trabajando juntos y cuidándonos mutuamente.”

También comparte algunos de los momentos más significativos:

“El vínculo que he tejido con las familias es muy cercano. Para entenderlas de verdad, tuve que entrar en su mundo, escuchar sus historias, compartir sus días…”

“Fue entonces cuando entendí algo esencial: que el verdadero éxito del proyecto no depende de una persona o una idea, sino de lo que construimos juntos. Porque cuando nos unimos, cada paso deja de ser pequeño y se convierte en un cambio real.”

Y concluye con un mensaje claro:

“El impacto más profundo de este proyecto está en cómo ha abierto puertas de cuidado y protección para niños en comunidades que enfrentan gran vulnerabilidad. Ha servido como puente, fomentando la integración de familias migrantes y construyendo poco a poco una comunidad más unida, consciente y llena de esperanza.”

“Nunca debemos perder de vista la importancia de la promoción social ni el valor de atreverse a soñar y desarrollar proyectos misioneros con impacto a largo plazo. Cuando hay voluntad genuina y una Familia Vicentina comprometida con el trabajo comunitario, ningún desafío es imposible.”

Desde la experiencia vivida: testimonio de una beneficiaria

Lorena Shirley Lozada Murillo, madre y beneficiaria del proyecto, comparte su historia:

“Hola, mi nombre es Lorena Shirley Lozada Murillo, tengo 44 años y soy colombiana. Tengo una hija llamada Danna, y ella tiene 6 años. Llegué a Chile hace 14 años en busca de una mejor calidad de vida.”

Sobre los momentos más difíciles después del incendio, dice:

“El mayor reto con nuestros hijos después del incendio fue el trauma. Saber que lo perdimos todo, no estar en un lugar estable, pasar un tiempo en el albergue y luego en la comunidad, en el frío, sin electricidad, sin agua para ir a la escuela… pero bueno, lo estamos superando.”

Al enterarse del proyecto, sintió una esperanza renovada:

“Nos enteramos del proyecto por medio de la Familia Vicentina. Ellos vinieron a nuestra comunidad para ayudarnos a reconstruir nuestras casitas después del incendio. Se dieron cuenta de que los niños no tenían dónde pasar su tiempo libre y que las madres no podían trabajar.

Fue entonces cuando, tras varias reuniones y visitas, se nos presentó este proyecto. Pensamos que era excelente, realmente maravilloso, porque beneficiaba a todos. Permitía que varias madres fueran a trabajar mientras otras se quedaban cuidando a los pequeños. Creemos que fue el mejor proyecto entregado a nuestra comunidad para nuestros niños.”

Sobre su impacto en la vida diaria:

“El proyecto “13 Casas” dejó una huella en todos nosotros, porque ahora tenemos un lugar muy seguro para que nuestros niños pequeños estén mientras las madres trabajan. Esto fue una bendición para toda la comunidad.”

Y mirando hacia el futuro:

“Mi sueño para nuestros niños con este proyecto es aprender más sobre el cuidado, seguir creciendo para poder enseñarles, porque algunos niños aún no pueden ir al jardín infantil por falta de espacio. Y si nosotras, como madres cuidadoras, seguimos creciendo, podemos enseñarles mucho más a esos pequeños.”

Finalmente, comparte un mensaje para quienes enfrentan situaciones similares:

“Tengan mucha fe y crean en Dios, porque todavía hay personas buenas que se preocupan por los demás. Creo que estamos muy bendecidos por todos, gracias a la Familia Vicentina, porque sin ellos no habríamos tenido este proyecto. Y para otros que puedan estar pasando por algo parecido a lo que vivimos, no pierdan la fe. La bendición llegará en cualquier momento. Gracias por todo.”

El proyecto “Pequeño Refugio” no es solo un edificio: es un acto de amor colectivo. Refleja a una comunidad que se levanta, se organiza, se apoya mutuamente y se atreve a soñar. Donde antes hubo cenizas, hoy está creciendo un espacio de cuidado, conexión y verdadera transformación.

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