Contemplación: Un sistema de amor

por | Oct 11, 2025 | Contemplación SSVP USA, Formación, Sociedad de San Vicente de Paúl | 0 Comentarios

Este artículo apareció originalmente en ssvpusa.org

Al contemplar el mundo desde la teoría de los sistemas, reconocemos la interactividad y la interdependencia de las partes que los componen, y cómo el hecho de afectar a una de ellas puede transformar el conjunto entero. El cuerpo humano es un sistema, y aunque el corazón sea solo una parte, su buen funcionamiento influye en todas las demás. Lo mismo ocurre con los sistemas sociales. Desde esta perspectiva comprendemos lo que llamamos “cambio sistémico”, pero sus verdaderas raíces no se encuentran en una teoría esotérica de los sistemas, sino en el plan creador y amoroso de Dios.

A veces se considera el cambio sistémico como una desviación moderna de nuestra vocación vicenciana, de nuestra entrega al servicio personal y directo. Sin embargo, es más bien la evolución natural de la visita domiciliaria, tal como ha sido desde nuestros primeros tiempos. No veneramos a los pobres para mantenerlos en la pobreza, sino que, como explicaba el beato Federico, “la misma autoridad que nos dice que siempre habrá pobres entre nosotros es también la que nos manda hacer todo lo posible para que no los haya” (Sobre la limosna, l’Ere nouvelle, 1848).

El salmista nos dice: «Defended al débil y al huérfano; haced justicia al afligido y al necesitado. Librad al débil y al pobre; arrancadlos de las manos de los malvados» [Sal 82, 3]. Además, se nos enseña: “No siegues tu campo hasta el borde, ni rebusques tu viña… Deja esos restos para los pobres…” [Lv 19, 9-10]. E incluso se nos ordena perdonar las deudas cada siete años [Dt 15, 1]. En todos estos casos, no se nos llama solo a ofrecer limosna, sino a transformar sistemas, eliminar obstáculos y capacitar a los pobres para que puedan sostenerse por sí mismos.

Formar verdaderas relaciones basadas en la confianza y la amistad, como nos pide la Regla de la Sociedad de San Vicente de Paúl, significa buscar caminos para acompañar al hermano necesitado no solo en su pobreza, sino también fuera de ella. Así lo entendieron nuestras primeras Conferencias, que en la década de 1830 iniciaron programas de aprendizaje para que los jóvenes pudieran aprender un oficio, y crearon bibliotecas y escuelas para preparar a los soldados para la vida civil después del ejército. El cambio sistémico, en su forma más simple, consiste en enseñar a pescar, o al menos, en no impedir que alguien pesque. En su forma más plena, los programas de cambio sistémico son más eficaces cuando colaboramos con el mayor número posible de personas en nuestras comunidades.

El sistema que estamos llamados a transformar es un cuerpo, un cuerpo del cual todos formamos parte [cfr. 1 Cor 12,12], y el cambio que buscamos se alcanza viviendo nuestra fe, mirando siempre hacia “el cristianismo, que ha reprobado por igual los errores del socialismo y las pasiones del egoísmo, que es el único capaz de realizar el ideal de la fraternidad sin sacrificar la libertad, el único capaz de encontrar para los hombres la mayor felicidad posible en la tierra” [Baunard, 279].

En última instancia, el cambio sistémico —el sistema que buscamos construir, y al que estamos llamados a contribuir— es la civilización del amor.

Contemplar

¿Habla mi Conferencia sobre las necesidades de nuestros hermanos, buscando causas comunes en las que podamos actuar juntos?

Por Timothy Williams
Director Senior de Formación y Desarrollo de Liderazgo
Sociedad de San Vicente de Paúl USA.

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