Nigeria: Un tiempo de gracia y celebración del carisma vicentino y el compromiso con la buena gobernanza en el servicio con los pobres
Mi reciente visita a Nigeria estuvo marcada por una intensa y rica agenda, centrada principalmente en la celebración del 400.º aniversario de la Congregación de la Misión. En este contexto de profunda alegría y renovación, tuve la oportunidad de encontrarme con el liderazgo nacional de la Familia Vicentina, así como de participar en el retiro anual de los misioneros, donde compartimos momentos de oración, discernimiento y fraternidad. Uno de los momentos más significativos fue la celebración de la ordenación de cinco nuevos misioneros vicentinos, signo esperanzador del dinamismo vocacional que vive la Familia Vicentina en este país.
Durante estos días, sostuve diversos diálogos personales con miembros de la Familia Vicentina y con líderes de la Sociedad de San Vicente de Paúl de Ghana que vinieron para las celebraciones. En todos estos encuentros emergieron temas que han estado presentes también en mis visitas a otros países, pero que aquí resonaron con una fuerza particular. Uno de ellos fue el de la buena gobernanza, tanto en el ámbito civil y político como en el eclesial.
Nigeria —y muchas otras naciones africanas— es un territorio de inmensa riqueza humana, cultural, espiritual y natural. Sin embargo, persiste en muchas regiones una situación de precariedad, abandono y exclusión. La pregunta que inevitablemente surge es: ¿cómo es posible que, teniendo tanto, tantos vivan con tan poco e incluso con nada? La respuesta, que se repite con claridad en múltiples testimonios, tiene que ver con las formas de liderazgo a todos los niveles, pero sobre todo con el liderazgo político y militar. De allí surge la urgencia de promover una buena gobernanza al servicio del bien común, la defensa de la vida y el cuidado de los más vulnerables, también desde la acción ministerial —incidencia política y sanación de la acción política—.
Este tema no es exclusivo del continente africano, sino que forma parte de un fenómeno global con profundas implicaciones. Sin embargo, en África adquiere un matiz especial por su impacto directo en los procesos de desarrollo humano y social integral. No es casual que la buena gobernanza sea una línea prioritaria en la agenda desarrollada por las naciones africanas en la ONU: África 2063. En esta agenda se resalta la buena gobernanza junto a la descolonización y el panafricanismo, para la construcción de una identidad continental y la posibilidad de abrazar una voz común en asuntos centrales en el diálogo con el resto del mundo.
También en la Iglesia, este tema de la buena gobernanza toca con fuerza la cuestión del uso transparente y evangélico de los bienes, especialmente aquellos destinados a los más pobres. Con la Familia Vicentina de Nigeria hablamos abiertamente de este aspecto: la buena gobernanza reclama la lucha en común contra todas las formas de corrupción en el manejo de los bienes de los pobres.
Otro tema central en nuestros diálogos con la Congregación de la Misión fue la aún creciente “parroquialización” del carisma vicentino en la experiencia de la Congregación de la Misión, como elemento que va tomando casi por entero la identidad y acción pastoral en muchas de nuestras provincias. Se destacó la importancia de hacer de nuestras parroquias comunidades marcadas por el carisma, a través de dos grandes ejes: el servicio directo a los pobres y las acciones de cambio sistémico y desarrollo integral; y el trabajo en la implementación del modelo de una Iglesia sinodal en la corresponsabilidad de los laicos, los consagrados y los ordenados, un asunto que a la Familia Vicentina no le es extraño y que forma parte central de su identidad y misión.
En este sentido, se subrayó también la urgencia de avanzar en los procesos de “desclericalización” y “despatriarcalización” de nuestras estructuras eclesiales dentro de la Familia Vicentina. Nigeria, como muchas otras regiones del mundo, enfrenta este desafío con creciente conciencia. La Iglesia está llamada a ser signo de comunión, participación y misión, desde una experiencia verdaderamente sinodal, que escuche todas las voces, especialmente las de quienes históricamente han sido silenciadas: mujeres, jóvenes, pobres, etc.
Finalmente, una de las reflexiones más profundas que surgió durante esta visita fue la necesidad de una encarnación y reinterpretación del carisma vicentino en el contexto africano. Esta no es una tarea opcional ni secundaria: es esencial para que el carisma siga siendo una fuente de vida en las nuevas realidades. Fue muy bien acogida la invitación a que África —y en ella, Nigeria— encuentre y exprese su voz propia, con confianza, naturalidad y fidelidad creativa al espíritu de San Vicente de Paúl.
Salí de Nigeria con el corazón lleno de gratitud por la vitalidad de la Familia Vicentina, en la que hay varias ramas locales; la generosidad de tantos servidores del carisma; y la esperanza que brota de una Iglesia que, desde sus desafíos, se sabe llamada a renovarse continuamente. Sigamos caminando juntos, al servicio de los más pobres, con audacia, humildad y amor encarnado. ¡Gracias, FAMVIN de Nigeria, por su acogida y hospitalidad!
P. Memo Campuzano, CM

Cierre de la Eucaristía del Jubileo de la CM con miembros de la AIC, el Visitador y el Obispo local.















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