Una lente que ayuda (Lucas 6,36)
¿Has experimentado alguna vez la generosidad de una persona desprendida? ¿Alguien que daba de manera desbordante, alguien en quien percibías un sincero deseo de lo mejor para ti, y que estaba dispuesto a respaldarlo con el tiempo y el talento que tuviera?
Imagino que cada uno de nosotros puede recordar a alguien que, al menos, se acercaba a esto, que era de corazón abierto, siempre disponible para ti.
Te invito a traer a esa persona a tu pensamiento y usarla como una ventana a través de la cual mirar a Jesús y a su Padre. Este es el Padre a quien Jesús describe como “misericordioso sin medida” (Lc 6,36). Y luego está el propio Jesús, cuyo segundo nombre bien podría ser “Generosidad”.
O, si lo prefieres, utiliza como esa lente a un miembro de nuestra Familia Vicenciana. Contempla a nuestro Dios a través del prisma de la vida de una Madre Seton, de Federico Ozanam o de Vicente y Luisa. Al mirarlo así, ¿qué rasgos del Dios Trinidad se te revelan con mayor claridad?
Acércate ahora al Padre y al Hijo, mirándolos a través de los prismas de la generosidad de esas personas escogidas. Deja que el encuentro con la grandeza de corazón de esa persona te muestre aunque solo sea un atisbo de la bondad y la compasión sin límites que fluyen siempre de Jesús y de su Padre misericordioso.















Tuve el gusto de conocer y trabajar con Sor Francisca, quien -entre otras funciones- fue ecónoma de la Casa Provincial de Ecuador, su vida fue un acto de desprendimiento total. Ella descansa en paz. Pero, sin duda alguna, es una de varias Hijas de la Caridad que me mostraron esa ventana de la que habla el Padre Mackenna. Claro que en mi vida he conocido a otras personas, en diferentes etapas de mi existencia, que recuerdo con gratitud eterna por su generosidad. Son y han sido una especie de ángeles terrenales para mí.