“Alabemos al Señor, que viene a salvarnos“
Am 6, 1. 4-7; Sal 145; 1 Tim 6, 11-16; Lc 16, 19-31.
No nos olvidemos de la compasión al necesitado. Hoy escuchamos una parábola de Jesús que contrapone la avaricia con la pobreza. ¡Es una buena advertencia! Andamos distraídos con demasiadas cosas que nos impiden mirar al corazón de nuestros hermanos. ¡Demasiada fiesta, demasiado derroche, demasiadas flores en el templo; y poca caridad! Todos somos hermanos, todos somos hijos de Dios, y un buen cristiano debe aprender a compartir.
No es malo ir de fiesta, pero evita que tus días sean una “fiesta”, una vanidad, algo trivial. Ese camino no lleva a ningún sitio: lo que uno siembra en esta vida es lo que se lleva a la otra. No olvides sembrar buenas obras para que le lleves a Dios, después de la muerte, manos llenas de misericordia.
Este relato ha movido millones de corazones para hacernos tomar conciencia de las injusticias sociales. La auténtica riqueza es llegar a Dios por el camino del amor a los necesitados.
San Vicente de Paúl nos dice: “Dios ama a los pobres y, por consiguiente, ama a quienes aman a los pobres”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Arturo García Fonseca, C.M.













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