“Vayamos con alegría al encuentro del Señor”
Esd 6, 7-8. 12. 14-20; Sal 121; Lc 8, 19-21.
Hoy las palabras de Jesús «traen cola» porque vienen de lejos.
En la antigüedad el amor a Dios se centraba en sacrificios de animales. Esto era sólo una sombra del auténtico culto. Dios no necesita animales, ni la sangre de los animales puede borrar los pecados.
¿Cuántas veces hacemos «sacrificios» y resulta que no es lo que necesitan mis padres o hermanos? Tampoco es lo que espera Dios, porque son “sacrificios” que “sacrifican” (fastidian) a los demás.
¿Quieres de verdad honrar a Dios? Ajústate a su voluntad. ¿Dónde está su voluntad? En su Palabra y en tu oración. ¡Todos saldremos ganando! ¡Y tú serás hermano (incluso “madre”) de Jesús!
Los familiares se esfuerzan por acercarse; si somos familia de Jesús convendría que nos preguntásemos si luchamos y procuramos vencer los obstáculos que encontramos en el momento de acercarnos a la Palabra de Dios. Y cumplir la Palabra de Dios nos hace ser miembros de la familia de Dios.
San Vicente de Paúl nos dice: “El estado de los misioneros es un estado apostólico que consiste en dejarlo y abandonarlo todo para seguir a Jesucristo”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Arturo García Fonseca, C.M.













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