“Dichosos los pobres de espíritu”
1 Tim 6, 2-12; Sal 48; Lc 8, 1-3.
Un tema importante encontramos en el Evangelio de hoy: Jesucristo, ya hace 20 siglos, contaba con las mujeres. Se apoyó muy particularmente en su colaboración y fue muy atento con la feminidad. En aquellos tiempos la mujer no contaba para nada. Ni siquiera podían actuar como testigos en un juicio. Con Jesús las cosas empezaron a cambiar.
¿Quién apoyó a Jesús en el Calvario? ¿Quién estuvo en el sepulcro para el entierro? ¿Quién encontró allí mismo el Señor cuando resucitó? ¿Necesitas más preguntas?
La humanidad apenas le está dando su justo valor a la mujer (dignidad, libertad y responsabilidad). ¡Quien lleva retraso no es Dios, sino los hombres! Jesús iba por ciudades y pueblos anunciando la llegada del Reino de Dios. Jesús continúa pasando cerca de nosotros ofreciéndonos su vida y sus dones: cuando hacemos oración, cuando leemos y meditamos el Evangelio, cuando recibimos algún sacramento, cuando nos dedicamos con esfuerzo al trabajo de cada día, cuando amamos a la familia y amigos, cuando ayudamos a los demás.
San Vicente de Paúl nos dice: “Nuestra vocación consiste en ir no a una parroquia, ni solo a una diócesis, sino por toda la tierra”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Arturo García Fonseca, C.M.













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