Como nueva representante de la Sociedad de San Vicente de Paúl ante las Naciones Unidas, miro mi papel con ojos vicentinos. Tras haber leído el Preámbulo y el Capítulo 1, Artículos 1 y 2 de la Carta de la ONU, me asombra que ninguna de esas palabras haya sido llevada a la práctica por nación alguna desde la fundación de las Naciones Unidas en 1945.
Desde 1945 ha habido guerras en Palestina/Israel, Corea, Vietnam, Irán, Irak, varios países de África, Afganistán, India, Pakistán y un sinfín de lugares más en el hemisferio occidental. Muchos países han vivido violentos derrocamientos de gobiernos, golpes de Estado y levantamientos populares contra gobiernos despiadados y malévolos. ¿Dónde ha estado la ONU en todas estas situaciones dolorosas y aparentemente sin esperanza?
¿Qué está diciendo la ONU al mundo, y especialmente a nuestros jóvenes? ¿Quién está prestando atención a la Carta y haciendo cumplir el espíritu y los objetivos de la misma? Participo en el Grupo de Trabajo para Poner Fin a la Situación de las Personas sin Hogar y en el Comité de Puertas Abiertas. Aporto a estas reuniones mi perspectiva vicentina, preguntándome por qué los responsables de los gobiernos no ven el dolor y el sufrimiento de su pueblo, de sus propios ciudadanos.
En el Grupo de Trabajo para Poner Fin a la Situación de las Personas sin Hogar, nos reunimos para conocer el trabajo que realizan los Estados miembros para erradicar o prevenir la falta de vivienda. En el Comité de Puertas Abiertas, escuchamos y analizamos críticamente el diseño de un índice global de personas sin hogar, destinado a medir el impacto de esta realidad en los Estados miembros.
Todas estas acciones, al igual que las de otros comités de la ONU, son loables. Sin embargo, sigo esperando que la ONU denuncie las acciones de países que aterrorizan, arrasan, invaden a otros países y dejan a la población y al medio ambiente en condiciones drásticas y deplorables. En la Carta se enumeran numerosas medidas no violentas que la ONU puede sancionar. Tres papas, desde Pablo VI hasta el actual papa, León XIV, se han pronunciado contra la guerra, la tortura, el maltrato a migrantes e inmigrantes, la falta de vivienda y la degradación del medio ambiente, y han alentado y exigido a los líderes de las naciones que atiendan las necesidades de quienes no tienen voz ni son vistos.
Los Estados miembros de las Naciones Unidas pueden y deben exigir que los gobiernos respondan a las necesidades de todos sus ciudadanos. El papa León XIV ha reconocido que las Naciones Unidas «han perdido su capacidad de reunir a las personas en torno a cuestiones multilaterales» y ha afirmado que la clave para «construir puentes es, ante todo, el diálogo» (Claire Giangrave, NPR, 15 de septiembre de 2025). La ONU debe volver a comprometerse a sentar a las naciones a la mesa para entablar un diálogo. De lo contrario, la ONU seguirá siendo una atracción turística irrelevante de la ciudad de Nueva York.
Sandy Figueroa,
representante de la Sociedad de San Vicente de Paúl ante las Naciones Unidas.













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