Jesús en la cruz es poder y sabiduría de Dios.  Si participamos de ese poder y de esa sabiduría, seremos fuertes y astutos hijos o hijas de la luz. 

En la parábola que se nos cuenta hoy, alaba el amo la astucia del mayordomo desfalcador.  Y nota también el amo que los hijos del mundo son más astutos que los hijos de la luz.  Pues los astutos del mundo saben usar el dinero para caer en gracia a los que los acojan en los tiempos duros.

Y Jesús, a su vez, nos dice:  «Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las eternas moradas».  Se nos da a entender, pues, que se puede usar aun al dinero injusto para que se llegue al cielo.  Es decir, no hay que tomar al dinero por demonio.

Ni hay que tomarlo por dios.  Si así lo tomamos, tendremos otro dios aparte del Señor, nuestro Dios.  Sin llegar a conocer la verdad, forjaremos, sí, un ídolo.  Nos convendrá, por lo tanto, hacer caso al que nos advierte:  «No podéis servir a Dios y al dinero».

Al parecer, Jesús no conoce «dinero limpio»; lo llama de forma espontánea «dinero injusto».  Es que se gana y se amasa el dinero de modo injusto, semejante al modo que el profeta Amós denuncia.  Modo que hace esclavos y menos humanos a los que explotan y a los que se explotan.

O es que se goza del dinero de modo egoísta y solitario; no se comparte con los pobres de modo solidario.  Y ese egoísmo lleva a la autosuficiencia.  Pronto, pues, no se piensa en los demás ni en Dios.  Por lo tanto, se vive aparte de Dios y el motor o la base de la vida no es Dios, sino el dinero.

Ser astutos hijos e hijas de la luz quiere decir renunciar al dinero. 

Por tales riesgos del dinero, con razón se nos pide una y otra vez que renunciemos al dinero.  A nuestros bienes para que demos limosna. Y para que podamos seguir a Jesús, y no a los fariseos que aman al dinero.

Ser astutos hijos, hijas, de la luz, por lo tanto, no se trata de salir airosos en cuanto al dinero.  Se trata, más bien, de renunciar al dinero, a los bienes, a las cosas de este mundo, para que se entre en el reino de Dios.  Para que se gane la amistad de Dios y se logren mejores y mayores bienes.  Sí, hemos de tener más interés en hacer grande y amplio el reino de Jesucristo que nuestros bienes (SV.ES III:489).

Señor Jesús, haz que renunciemos a nuestros bienes y a nosotros mismos hasta entregar nuestros cuerpos y derramar nuestra sangre por los demás.  Nos mostraremos así astutos hijos e hijas de la luz y partícipes de tu poder y tu sabiduría.

21 Septiembre 2025
25º Domingo de T.O. (C)
Amós 8, 4-7; 1 Tim 2, 1-8; Lc 16, 1-13