Las Religiosas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón (Religieuses de Notre-Dame-du-Sacré-Coeur , NDSC), una congregación de religiosas católicas con profundas raíces en el corazón acadiano de Nuevo Brunswick, Canadá, encarnan un firme compromiso con la educación, el servicio y la fidelidad al carisma vicenciano. Su andadura comenzó como una respuesta a la llamada de preservar la lengua, la fe y la identidad en un entorno cultural marcado por la colonización, la pobreza y el hambre espiritual. Fundadas oficialmente en 1924 por la Madre Marie-Anne, las NDSC proceden del amplio árbol genealógico de las Hermanas de la Caridad establecidas por santa Isabel Ana Seton, y en última instancia enraizadas en la colaboración espiritual de san Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillac.
Desde sus humildes comienzos en Memramcook, Nuevo Brunswick, la congregación emergió como en una fuerza impulsora para el empoderamiento de las mujeres acadianas y de educación para la juventud desfavorecida. Con el paso de las décadas, las hermanas extendieron su apostolado a regiones remotas de las Marítimas canadienses, Luisiana e incluso Haití, dando siempre prioridad a las necesidades de los pobres, los marginados y los olvidados espiritualmente.
I. Raíces históricas y genealogía espiritual
Los orígenes de las Religiosas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón son inseparables de las tradiciones vicenciana y setoniana. La semilla se plantó por primera vez en la Francia del siglo XVII con san Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillac, quienes fundaron las Hijas de la Caridad, una comunidad femenina dedicada a servir a los pobres de forma innovadora y profundamente relacional. Su testimonio y sus métodos inspiraron generaciones futuras de vida religiosa centrada en el servicio apostólico.
A comienzos del siglo XIX, santa Isabel Ana Seton, conversa al catolicismo y madre viuda de cinco hijos, fundó en 1809 las Hermanas de la Caridad de San José en Emmitsburg, Maryland. Esta congregación, explícitamente modelada en el espíritu vicenciano, marcó el nacimiento de la vida religiosa apostólica femenina en América del Norte. Con el tiempo, surgieron ramas desde esta fundación original en todo el continente, adaptando el carisma a las necesidades locales.
Una de estas ramas, las Hermanas de la Caridad de Nueva York, enviaron hermanas a Saint John, Nuevo Brunswick, en la década de 1850 a petición del obispo Connolly, que buscaba cuidadoras para los huérfanos de una epidemia de cólera. Esto llevó a la fundación de las Hermanas de la Caridad de la Inmaculada Concepción (SCIC), la primera congregación religiosa anglófona en Canadá. Honoria Conway —que se convertiría en la madre Vicenta— y Mary Routanne —futura madre Francisca— fueron algunas de las pioneras de esta misión.
En 1873, estas hermanas SCIC se establecieron en Memramcook, un pueblo predominantemente acadiano (descendientes de los habitantes que vivían en los asentamientos franceses originales fundados en ciertas zonas de la región noreste de América del Norte), impulsadas por el padre Camille Lefebvre, que soñaba con una educación de calidad para las niñas acadianas. Así nació la Académie Notre-Dame-du-Sacré-Cœur, cuna de lo que más tarde sería una congregación propia y distintivamente acadiana. La historia de las NDSC surge de esta confluencia de tensiones lingüísticas, resiliencia espiritual y afán pedagógico.
II. Fundación de la congregación NDSC
A comienzos del siglo XX, las tensiones culturales y lingüísticas dentro de las SCIC se intensificaron. Las hermanas irlandesas anglófonas y las hermanas acadianas francófonas tenían visiones divergentes sobre el futuro de la Académie y su misión. La hermana Marie-Anne, educadora talentosa y mujer de profunda oración, que había dedicado décadas a la Académie, percibió la necesidad vital de un noviciado propio para las acadianas y de una formación en francés. Sus solicitudes fueron rechazadas por la dirección de las SCIC y, en 1922, ella y sus compañeras iniciaron un proceso de discernimiento para fundar una nueva congregación.
Animada por el obispo Édouard LeBlanc —primer obispo acadiano de Saint John— y apoyada por las hermanas Marie-Rosalie y Marie-Julie, la hermana Marie-Anne presentó una petición a Roma para formar una comunidad independiente. En enero de 1923, Roma respondió favorablemente, y el 8 de febrero de 1924, el obispo LeBlanc declaró oficialmente la segregación de cinco casas SCIC en territorios acadianos —Memramcook, Bouctouche, Shédiac, Saint-Anselme y Petit-Rocher— que se convirtieron en el núcleo de la nueva congregación: las Religiosas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón.
El 17 de febrero de 1924, la hermana Marie-Anne y otras 52 hermanas abandonaron oficialmente las SCIC y asumieron su nueva identidad. Se celebró un capítulo en Memramcook, donde la hermana Marie-Anne fue elegida primera superiora general. Junto a ella estaban la hermana M.-Thérèse (primera asistente), la hermana M.-Rosalie (segunda asistente), la hermana M.-Andréa (tercera asistente y secretaria), la hermana M.-Céline (cuarta asistente) y la hermana M.-Julie (ecónoma general). La nueva congregación adoptó el nombre de Notre-Dame-du-Sacré-Cœur como signo de protección y devoción mariana, y cada hermana comenzó a llevar un emblema de plata en forma de corazón suspendido del guimpe (una pieza de tela almidonada que cubre el cuello y los hombros).
Desde el principio, las NDSC se distinguieron por su audacia, su arraigo en la identidad acadiana y su deseo de vivir el Evangelio en el espíritu de la caridad vicenciana. La profunda espiritualidad de la madre Marie-Anne, marcada por la penitencia, la sencillez y la oración, animó las acciones de la comunidad naciente. Supervisó la ampliación de la casa madre en Memramcook, la construcción de una nueva capilla, dormitorios y aulas, y trabajó para consolidar la estructura canónica del instituto. En 1936, la Santa Sede otorgó la aprobación definitiva de las Constituciones, reconociéndolas como una congregación religiosa plenamente autónoma dentro de la Iglesia.
La fundación de las NDSC no fue una mera separación administrativa. Fue un acto de resiliencia cultural y espiritual: un movimiento para proteger la fe, la lengua y la dignidad de un pueblo marginado a través de la formación de un instituto religioso consagrado al servicio de los pobres y los jóvenes.
III. Madre Marie-Anne: la fundadora
La madre Marie-Anne (Suzanne Cyr) nació en 1851 en Saint-Bruno, Madawaska. Formada en la Académie de Madawaska, su contacto temprano con las Hermanas de la Caridad de la Inmaculada Concepción marcó profundamente su vocación religiosa. Ingresó en la congregación en 1871, tomando el nombre de hermana Marie-Anne. Desde el inicio, demostró un liderazgo extraordinario y una profunda vida interior. Su destino a Memramcook en 1875 marcó el inicio de una misión que se prolongaría durante décadas y culminaría en la fundación de las NDSC.
Como superiora de la Académie Notre-Dame-du-Sacré-Cœur, la hermana Marie-Anne lideró sucesivas ampliaciones del colegio, a pesar de la pobreza de la región y de los escasos recursos económicos. En 1902, emprendió un importante proyecto de expansión con tan solo 50 dólares en caja, confiando plenamente en la Providencia. Las donaciones llegaron. Como gesto de gratitud, hizo colocar una estatua del Sagrado Corazón en una hornacina de la fachada del edificio, testimonio público de su fe.
Su espiritualidad conjugaba contemplación y acción. Practicaba la oración y la penitencia diarias, evitaba el activismo superficial y ponía su plena confianza en la Providencia divina. Cuando la separación de las SCIC se volvió inevitable, la aceptó como voluntad de Dios, no sin dolor, pero con firmeza. Al fundar las NDSC, no optó por la ruptura, sino por una nueva siembra: una congregación en consonancia con las necesidades de su pueblo.
Fue superiora general de las NDSC desde 1924 hasta 1936, año en que recibió el título de «Madre Fundadora». Siguió siendo una fuente de inspiración hasta su muerte en 1941. Su legado fue más que institucional: fue profundamente espiritual. Como recordó una hermana: “Confiaba como si todo dependiera de Dios y trabajaba como si todo dependiera de ella”.

Madre Marie-Anne, fundadora de las Religiosas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. Imagen restaurada digitalmente.
IV. Misión apostólica y espiritualidad
La misión de las NDSC es profundamente vicenciana y apostólica. Enraizada en el legado de san Vicente de Paúl, santa Luisa de Marillac y santa Isabel Ana Seton, su carisma integra el servicio a los pobres, la sencillez de vida y una profunda atención a los signos de los tiempos. La Regla de la congregación hace hincapié en la caridad, la humildad, la sencillez y la disposición a «arriesgar por la fe».
Su declaración de misión:
«Vivir y dar testimonio del amor de Dios dentro de una comunidad apostólica siguiendo los pasos de san Vicente de Paúl, santa Isabel Ana Seton, la madre Marie-Anne y sus compañeras, con espíritu de caridad, sencillez, humildad y riesgo por la fe.»
Su ministerio se dirige especialmente a quienes están empobrecidos material y culturalmente: personas sin riqueza, saber ni poder. Esta visión no es una caridad abstracta, sino una solidaridad profunda. Las hermanas viven entre la gente, trabajan con ella y defienden la dignidad de toda persona.
La oración y la vida comunitaria son el pilar de la congregación. Fortalecidas por la Eucaristía y la vida fraterna, las hermanas permanecen abiertas al Espíritu Santo y receptivas a las necesidades del momento. Su devoción mariana, especialmente bajo el título de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, las guía y sostiene.
V. Crecimiento y legado educativo
Desde sus inicios, las NDSC priorizaron la educación como camino de liberación, especialmente para las niñas acadianas, largamente privadas de reconocimiento cultural y oportunidades. La Académie de Memramcook, su primer apostolado, educó a más de 4.800 niñas entre 1873 y los primeros años de la década de 1920, incluso antes de la fundación oficial de la congregación.
Entre 1924 y 1949, las hermanas continuaron su labor educativa en la Académie, impartiendo el currículo provincial junto con una formación enriquecida en francés, música y ciencias domésticas. Preparaban a las alumnas para ser maestras, enfermeras y agentes de renovación cultural. Muchas egresadas cursaron estudios en la École Normale (institución creada originalmente para formar profesores mediante una rigurosa preparación académica y pedagógica) y se convirtieron en líderes de la sociedad acadiana.
Uno de los logros académicos más destacados fue la introducción del programa clásico en 1943, inspirado en el currículo de la Université Saint-Joseph. Este programa preparaba a las jóvenes para acceder a la enseñanza superior, una oferta revolucionaria en una época y lugar donde la educación secundaria femenina era escasa. En 1949, para atender la creciente demanda, las hermanas abrieron el Collège Notre-Dame d’Acadie (NDA) en Moncton.
El NDA fue un hito: un edificio de seis plantas con 40 aulas, auditorio, capilla, comedor y más. Recibía alumnas internas y externas, ofreciendo estudios clásicos y formación profesional. Por sus aulas pasaron unas 5.000 jóvenes. El colegio se convirtió en un faro de formación cultural, intelectual y espiritual en Acadia.
Las hermanas fomentaban algo más que el aprendizaje académico. A través de las artes, el deporte, el periodismo y organizaciones estudiantiles de inspiración cristiana como la Jeunesse Ouvrière Catholique (JOC), las alumnas se desarrollaban como personas íntegras. El NDA también funcionaba como centro comunitario, fomentando la cultura francesa y la conciencia social.
Con el auge de la educación pública y la fundación de la Université de Moncton en los años sesenta, el NDA dejó de ser necesario. Cerró en 1965, aunque algunos programas continuaron unos años más. El edificio fue vendido al gobierno federal en 1982, pero las NDSC conservaron su nombre al trasladarlo primero a su escuela de música y luego a una nueva ala de la casa madre.
A través de la educación, las NDSC no solo transformaron vidas individuales, sino a todo un pueblo. Formaron generaciones de mujeres acadianas capaces de ocupar su lugar en la sociedad con dignidad, confianza y fe.
VI. Atención sanitaria y servicios sociales
Aunque la educación fue durante muchas décadas la misión principal de las Religiosas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, su compromiso con la persona en su integridad las llevó también a los ámbitos de la salud y los servicios sociales, en fiel continuidad con su herencia vicenciana. Al principio, la mayor parte de su labor se concentraba en escuelas e internados, pero con el tiempo sintieron un llamado más urgente a servir a los enfermos y vulnerables.
El cuidado interno de las hermanas enfermas comenzó poco después de la fundación de la congregación. Sin embargo, su implicación organizada en la sanidad pública comenzó en 1955, cuando las hermanas empezaron a trabajar en el hospital de Bouctouche. Entre 1955 y 1961, diez hermanas NDSC ejercieron allí como enfermeras o personal de apoyo en este modesto centro, crucial para brindar servicios quirúrgicos a la población local. Este hecho marcó una transición del trabajo exclusivamente pedagógico hacia un apostolado más pastoral y amplio.
La iniciativa sanitaria más significativa de la congregación llegó bajo el liderazgo de la madre Marie-Jeanne-de-Valois, superiora general visionaria. Anticipando la necesidad de ampliar la acción apostólica, inició una colaboración con la dirección del Hospital Dr. Georges-L.-Dumont en Moncton. Las hermanas compraron un terreno con la intención de integrarse en esta gran iniciativa sanitaria, insertando su misión de sanación y compasión en el creciente panorama médico de la región acadiana.
Las hermanas también fundaron y dirigieron la Maison Saint-Vincent-de-Paul en Moncton a partir de 1928, en respuesta a las graves dificultades económicas de la Gran Depresión. A petición del padre Henri Cormier, la madre Marie-Anne, entonces con 78 años, aceptó valientemente el reto. Esta casa ofrecía comidas diarias a niños necesitados, ropa a más de 80 familias y atención pastoral personal a los pobres de la zona. Con la ayuda de voluntarios y feligreses, las hermanas también organizaron un círculo de costura y celebraciones de Navidad y Año Nuevo para jóvenes desfavorecidos. Aunque la casa cerró en 1943, dejó una huella perdurable como modelo de apostolado social para las NDSC.
A lo largo de su historia, al menos 63 hermanas han trabajado en el ámbito sanitario, ya sea de forma temporal o como vocación de por vida. Llevaron a los enfermos la ternura vicenciana, defendieron la dignidad de los mayores y enfermos, y fueron testigos vivos de la presencia sanadora de Cristo.
VII. Expansión geográfica y labor misionera
Desde sus inicios en Memramcook, las NDSC se expandieron rápidamente por todo Nuevo Brunswick y, con el tiempo, hacia otras regiones y países, respondiendo a las necesidades pastorales y educativas de distintas comunidades.
1. Nuevas fundaciones en las Marítimas (1924–1936)
Bajo el liderazgo de la madre Marie-Anne, se abrieron varias misiones:
- Grand-Sault (1924): Cuatro hermanas fueron enviadas para responder a las necesidades de la población acadiana local en materia de formación cristiana. Vivían con austeridad, enseñaban en francés e inglés y promovían la formación moral y cultural.
- Drummond (1936): A petición del padre Joseph-Paul Levesque, las hermanas comenzaron a enseñar en esta parroquia rural, apoyando también la vida sacramental de la comunidad.
2. Sackville (1934)
Invitadas por el padre dominico Marc Côté, las hermanas llegaron a esta localidad donde los acadianos francófonos eran minoría cultural. Pese a los bajos salarios y cierta resistencia cultural, su presencia actuó como puente entre católicos y protestantes. Sirvieron allí hasta 1985, aunque las presiones asimilacionistas dificultaron su misión.
3. Ville Platte, Luisiana (1931)
Uno de los gestos misioneros más llamativos fue su incursión en Estados Unidos. En 1931, a invitación del padre Maurice Bourgeois y con el apoyo del padre Armand Cyr, cinco hermanas viajaron en tren durante cinco días hasta Ville Platte, Luisiana, una región con profundas raíces acadianas.
Allí atendieron a más de 1.200 familias, enseñaron catequesis, prepararon a niños y adultos para los sacramentos y preservaron la cultura francesa mediante la enseñanza y el canto. Aunque el clima y las exigencias de certificación fueron difíciles, y las hermanas regresaron en 1939, la misión dejó huella. Décadas después, los lazos con Ville Platte seguían vivos.
4. Petit-Rocher y Saint-Anselme
En lugares como Petit-Rocher y Saint-Anselme, las hermanas fueron recibidas con enorme hospitalidad. Ya fuera enseñando en sencillas escuelas de dos plantas o reconstruyendo tras incendios devastadores —como el de Petit-Rocher en 1926— cultivaron la excelencia educativa, la formación artística y oratoria, y la fe. Su legado se reflejó en generaciones de alumnos que luego servirían a la sociedad acadiana de múltiples maneras.
Para 1967, las NDSC habían establecido 35 misiones en las Marítimas, y entre 1967 y 2003 se añadieron muchas más, incluyendo apostolados en América Latina y Haití.
VIII. Identidad vicenciana y continuidad espiritual
Las Religiosas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón se enmarcan en una profunda tradición de espiritualidad vicenciana, moldeada por las convicciones esenciales de san Vicente de Paúl, santa Luisa de Marillac y santa Isabel Ana Seton. Su espiritualidad no es abstracta ni teórica: es profundamente encarnada y arraigada en la cercanía con los pobres.
La tradición vicenciana se basa en:
- La caridad como acción: El amor se concreta en el servicio, no en el sentimentalismo.
- Sencillez y humildad: Virtudes preferidas, expresadas en el estilo de vida, las relaciones y el liderazgo.
- Vida comunitaria: Las hermanas viven no como individuos, sino como familia en misión.
- Atención a los signos de los tiempos: Los qie comparten el carisma vicenciano están llamados a ser contemplativos en la acción, siempre atentos a la guía del Espíritu.
Las NDSC adaptaron esta tradición a la realidad acadiana. Su misión se centró en las poblaciones francófonas marginadas de Nuevo Brunswick y más allá. Su educación promovía no solo la alfabetización, sino también el orgullo cultural, la justicia social y la formación cristiana.
Su patrocinio bajo Nuestra Señora del Sagrado Corazón les dio una identidad mariana distintiva, profundamente enraizada en la devoción acadiana a María como madre, intercesora y protectora. Su hábito religioso, adornado con un corazón de plata, simbolizaba el Sagrado Corazón de Jesús, signo del amor divino y de la misión de las hermanas de hacerlo presente en el mundo.
En su oración comunitaria, vida sacramental y obras apostólicas, las NDSC vivieron el legado de sus antecesores vicencianos, fusionándolo con la resiliencia acadiana y la ternura mariana.
IX. Relevancia contemporánea y legado
Como muchas congregaciones religiosas en el mundo occidental, las Religiosas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón experimentaron importantes transformaciones en la segunda mitad del siglo XX. Los cambios sociales, la disminución de vocaciones y las nuevas prioridades pastorales llevaron a modificaciones en su estructura y ministerio. Sin embargo, gracias a su capacidad de adaptación y a su fe, las NDSC siguen siendo testigos vivos del Evangelio.
1. Transformación comunitaria
A partir de los años sesenta, la congregación comenzó a abandonar los grandes conventos en favor de formas de vida más pequeñas y flexibles. Las hermanas formaban comunidades de dos a cuatro miembros, lo que les permitía mantenerse insertas en las realidades locales. Esta descentralización reflejaba las nuevas necesidades sociales y el creciente énfasis en un ministerio relacional. Las hermanas priorizaban la presencia personal sobre la expansión institucional, adoptando un enfoque más contemplativo y dialogante de la misión.
Entre 1967 y 2003, las NDSC abrieron 40 nuevas casas, no solo en Nuevo Brunswick, sino también en Nueva Escocia, Isla del Príncipe Eduardo, Ottawa, América Latina y Haití. Estas fundaciones incluían centros pastorales, misiones sanitarias, proyectos educativos e iniciativas comunitarias.
2. Apostolados en evolución
Aunque algunas escuelas cerraron o pasaron a manos laicas, muchas hermanas continuaron activas en la enseñanza, la catequesis, la preparación litúrgica, el trabajo con jóvenes, el acompañamiento espiritual y el cuidado de personas mayores. Otras se dedicaron a la abogacía, la defensa de la justicia social, especialmente en favor de los pobres, las mujeres y las minorías francófonas.
Su implicación en Haití reflejó especialmente su apertura misionera hacia poblaciones marginadas. También fue testimonio de su continuo compromiso con los principios vicencianos: presencia, servicio y amor a los pobres.
Las hermanas también mantuvieron su implicación en la preservación cultural. Su influencia en el renacimiento de la identidad acadiana en Nuevo Brunswick fue enorme. A través de programas educativos, publicaciones y liderazgo comunitario, ayudaron a recuperar un sentido de dignidad y propósito entre un pueblo históricamente oprimido.
3. Presencia espiritual
Más allá de las obras concretas, las NDSC se han convertido cada vez más en una presencia espiritual en la vida de personas y comunidades. Su oración, hospitalidad y fidelidad a la vida religiosa ofrecen un testimonio silencioso pero poderoso en una sociedad cada vez más secularizada.
La dedicación de edificios, capillas e instituciones con el nombre de Notre-Dame-du-Sacré-Cœur, como la capilla del campus de la Université de Moncton y el ala construida en la casa madre en 2003, refleja la huella duradera de la identidad congregacional en el imaginario espiritual de los católicos acadianos.
X. Conclusión
Las Religiosas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón representan una expresión luminosa del Evangelio vivido en fidelidad a los pobres, a los marginados y a los excluidos culturalmente. Enraizadas en la herencia espiritual de san Vicente de Paúl y santa Isabel Ana Seton, e inspiradas por la valentía y santidad de la madre Marie-Anne, la congregación surgió como respuesta profética a las necesidades de los acadianos francófonos de Canadá.
Su historia es una historia de resiliencia, creatividad y fe profunda. Desde la enseñanza de niños huérfanos en una Saint John asolada por el cólera, hasta la fundación de escuelas y conventos en los rincones rurales de Nuevo Brunswick, pasando por su travesía internacional al servicio de pueblos olvidados, las NDSC eligieron constantemente el camino del servicio por encima del confort, de la misión sobre el mantenimiento, y del amor sobre el temor.
Han sido educadoras, cuidadoras, catequistas, artistas, líderes comunitarias y, sobre todo, testigos fieles del corazón compasivo de Cristo. Su historia es también la historia de un pueblo—el pueblo acadiano—que luchó por conservar su lengua, su cultura y su dignidad a través de la fe y la formación.
En un mundo cada vez más marcado por la fragmentación y la exclusión, el testimonio de las Religiosas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón sigue siendo fuente de inspiración. Su corazón de plata, colgado del hábito de cada hermana, es mucho más que un símbolo. Es un emblema vivo del amor divino derramado sobre el mundo—un amor que aún convoca, aún cura, aún transforma.
Su legado no es meramente histórico: es espiritual y profético. Como educadoras de la mente y el corazón, servidoras de los pobres y enamoradas de Cristo, siguen siendo un “sí” al Espíritu que actúa en la historia, portadoras de la esperanza del Evangelio hacia el futuro.
Contacto:
- Dirección: 125, rue King Moncton, Nouveau-Brunswick E1C 4M7, Canadá
- Teléfono: +1 (506) 857-9414
- Email: salleheritage@ndscacadie.com
- Web: https://www.ndscacadie.com/













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