Sonrisas que Iluminan: la esperanza vicentina en Ruanda y Burundi
Durante los últimos días de agosto y los primeros de septiembre, tuve la inmensa gracia de visitar a la Familia Vicentina en Ruanda y Burundi. Fue un viaje profundamente conmovedor, donde el encuentro humano, la fe vivida y la fraternidad compartida se entrelazaron con los desafíos reales de la pobreza, la falta de recursos y el grito silencioso de comunidades que, desde su fragilidad, siguen siendo luz en la revitalización constante del carisma.
En ambos países, me reuní con líderes nacionales y regionales, así como con miembros de las ramas presentes: 11 en Ruanda y 9 en Burundi. Muchas de estas personas están marcadas por la falta de oportunidades, el dolor y la pérdida, pero también sostenidas por una fe profunda que se transforma en servicio. Mi visita estuvo marcada por la escucha atenta de las comunidades de sus mayores desafíos y oportunidades y de su comprensión de la identidad y misión de la familia vicentina en la experiencia real que ellas y ellos tienen en el plano más local.
Una de las experiencias más impactantes fue la visita al campo de Mahama, en la frontera entre Tanzania y Ruanda, que alberga a más de 50,000 personas. Allí, seis ramas de la Familia Vicentina están activas, formadas en su mayoría por los propios refugiados (Asociación Internacional de Caridades, Sociedad de San Vicente de Paúl, Juventud Mariana Vicenciana, Asociación de la Medalla Milagrosa, Hijas de la Caridad, Congregación de la Misión). En medio de una realidad que parecería robar toda esperanza, encontré comunidades vivas, sonrientes, generosas en su pobreza. Allí sentí que el carisma vicentino se encarna en su forma más radical: servir al pobre desde la propia pobreza.
Como decía San Vicente de Paúl: “Los pobres son nuestros señores y maestros.” En Mahama y en cada encuentro de este viaje, esta frase se volvió carne y verdad. La Familia Vicentina no solo acompaña a los pobres; ella misma es pobre. Y desde esa realidad surge una fuerza transformadora, un signo y un potencial inimaginable.
Me conmovió profundamente la sonrisa de quienes me recibieron. Una sonrisa que no es superficial ni ingenua, sino una expresión sincera de alegría, gratitud y comunión. Les dije al despedirme: Gracias por su sonrisa. Ustedes la usan para decir ‘bienvenido’, para decir ‘gracias’, para decir ‘hasta pronto’. Una sonrisa que lo dice todo cuando uno pensaría que no hay muchos motivos para sonreír. Y sin embargo, esa sonrisa permanece. Es el rostro humano de una fe resiliente, de una esperanza activa, de un amor que no se rinde. En Nemba, Ruanda pude participar en el último día del encuentro bi-nacional de las Juventudes Marianas Vicentina. En la Eucaristía muchos jóvenes hicieron su promesa y se consagraron dentro de esta rama. Su alegría al consagrarse hace viva la acción central del documento de la II convocatoria de Roma que nos invita a convocar y anexar nuevos miembros y más jóvenes en la vivencia del carisma en todas las ramas dentro de la cultura vocacional.
Pero también fui testigo de los desafíos concretos que enfrentan nuestras comunidades: la pobreza estructural que impacta la vida de todos, la carencia de recursos, la imposibilidad de acceder a materiales de formación vicentina en sus lenguas locales, y el desconocimiento de elementos esenciales de nuestra espiritualidad y experiencia carismática. En muchas zonas, no hay formación continua; los laicos hacen lo que pueden con su generosidad, pero sin la oportunidad de acceder a programas de formación y sin una manera concreta de elaborar proyectos de cambio sistémico para ellos mismos y para las personas a las que intentan servir con sus manos, su corazón, su visita, su escucha, su vida dada desde un compromiso que no se debilita.
Y es aquí donde la dimensión de comunión, participación, misión y formación conjunta dentro de nuestra Familia se vuelven urgente (modelo de la Iglesia Sinodal). Hay un gran potencial por la calidad humana de los miembros, por su pasión, su compromiso, su deseo profundo de vivir la espiritualidad vicentina en toda su plenitud. Pero necesitamos acompañarlos desde cada una de las ramas creando puentes de solidaridad y de formación y desde la Oficina Internacional ofreciendo todo el apoyo para la construcción de capacidad estructural como familia a todo nivel. Necesitamos estar presentes no solo con visitas, sino con recursos de formación y comunicación contextualizada como también está expresado en el documento de Roma 2024, y con proyectos que les permitan sostener sus obras de servicio profético misionero y con maneras reales de apoyar su representatividad en los encuentros que llevamos a cabo a todo nivel.
Estas comunidades son muy conscientes de lo que San Vicente os enseña: “No debemos contentarnos con amar a Dios, si nuestro prójimo no lo ama también.” Y además saben que este amor al prójimo —al pobre, al refugiado, al que vive en la periferia— solo será auténtico si va acompañado de un compromiso que se organiza, que se forma, que se sostiene en comunidad.
Yo solo hice una promesa durante mi visita: contar su historia. No prometí soluciones ni recursos inmediatos. Solo dije: “Haré que su voz sea escuchada.” Este artículo es apenas el comienzo de esa promesa. Espero que estas líneas despierten conciencia, convoquen solidaridad y ayuden a otros miembros de la Familia Vicentina en el mundo a mirar hacia África con ojos nuevos.
Que sus sonrisas nos llamen a la conversión. Que su pobreza sea para nosotros una invitación a vivir con más coherencia nuestro propio compromiso. Y que no olvidemos que, como Familia Vicentina, estamos llamados a servir a Cristo en los pobres, venga de donde venga ese clamor.
A ellos, a todos los que me acogieron con tanta dignidad, les dejo mi gratitud. Y a ti, que lees estas líneas, te invito a hacerte parte de esta historia. Porque solo juntos, con la gracia de Dios y la fuerza del carisma, podremos seguir sembrando esperanza donde parece no haber nada.
P. Memo Campuzano, CM,
Oficina de la Familia Vicenciana.















GRACIAS Padre CAMPUZANO, que DIOS lo BENDIGA por su Hermosa Misión de Servir a los más necesitados de tan lejanos países. GRACIAS en nombre de TODA la Familia VICENTINA que Ud repredenta, sobre todo por su ENTREGA y VOCACIÓN. Que JESÚS y San VICENTE lo BENDIGAN y acompañen siempre.♥️🙏🙏