Diccionario Vicenciano: Violencia (Parte 8)

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25 agosto, 2025

Diccionario Vicenciano: Violencia (Parte 8)

por | Ago 25, 2025 | Diccionario Vicenciano, Formación | 0 Comentarios

Los miembros de la Familia Vicenciana nos hemos acostumbrado a utilizar términos como Abogacía, Aporofobia, Sinhogarismo, Colaboración, Cambio Sistémico, etc., para describir bien situaciones que nos encontramos en nuestras obras, bien acciones que llevamos a cabo. Para profundizar en el significado y la comprensión de estos conceptos desde nuestro carisma hemos creado esta serie de posts, a modo de un «Diccionario Vicenciano», con el objetivo ofrecer cada semana un desarrollo de cada uno de ellos desde una perspectiva social, moral, cristiana y vicenciana. Inspirado en el carisma de San Vicente de Paúl, profundizaremos en su comprensión y reflexionaremos sobre el servicio, la justicia social y el amor al prójimo. Al final de cada artículo encontrarás algunas preguntas para la reflexión personal o el diálogo en grupo.

Sigue el hilo completo de este diccionario vicenciano en este enlace.

17. La violencia posmoderna y el testimonio profético de la Iglesia

El siglo XXI ha heredado un mundo marcado por la herencia de la violencia moderna, pero también transformado por la globalización, las revoluciones digitales, las migraciones masivas, la crisis ecológica y la fragmentación cultural. Esta era, a menudo descrita como posmoderna, presenta nuevas formas de violencia: más difusas, más psicológicas, más estructurales y, con frecuencia, ocultas bajo la superficie de un supuesto progreso.

En este contexto, la Iglesia está llamada a una misión profética: no solo a denunciar la violencia en todas sus formas, sino también a encarnar una alternativa: una cultura del encuentro, la fraternidad y la paz arraigada en el Evangelio.

17.1 El cambiante panorama de la violencia

a) Fragmentación y crisis de sentido

La posmodernidad se caracteriza por:

  • Escepticismo frente a los grandes relatos (p. ej., religión, ideología, verdad).
  • Relativismo en las normas morales y culturales.
  • Un creciente aislamiento del individuo en medio de la hiperconectividad.
  • Alienación digital y mercantilización de la experiencia humana.

Esto ha llevado a una crisis existencial de sentido, especialmente entre los jóvenes. En este vacío emergen nuevas formas de violencia:

  • Violencia autoinfligida (p. ej., suicidio, adicciones, desesperanza).
  • Alienación y auge del tribalismo, el extremismo y el nihilismo.
  • Una cultura que a menudo celebra la agresión, el sarcasmo y la indiferencia.

La Iglesia reconoce que el vacío espiritual y la pérdida de trascendencia son en sí mismos caldo de cultivo para la violencia.

b) Violencia estructural e invisible

Inspirada en pensadores como Johan Galtung, la Iglesia identifica cada vez más la violencia estructural —el daño causado por sistemas injustos— como una preocupación moral clave:

  • La pobreza, la desigualdad, el hambre y la exclusión no son naturales, sino fabricadas.
  • El racismo, la xenofobia y el sexismo están incrustados en leyes, medios e instituciones.
  • La degradación ambiental afecta de manera desproporcionada a los pobres y a las generaciones futuras.

El papa Francisco describe esto en Evangelii Gaudium como una “cultura del descarte” que desecha a los seres humanos considerados inútiles —una profunda forma de violencia moral y espiritual.

17.2 Nuevas fronteras del testimonio cristiano

a) Una opción preferencial por la no violencia

En las últimas décadas, la Iglesia ha ido más allá de tolerar la guerra como una necesidad trágica. Cada vez más está abrazando la no violencia activa y evangélica como la norma de la vida cristiana:

  • La Conferencia Vaticana sobre la No Violencia de 2016, copatrocinada por Pax Christi, pidió a la Iglesia abandonar la teoría de la guerra justa en favor de una ética de la “paz justa”.
  • El papa Francisco, en Fratelli Tutti, escribe: «Ya no podemos pensar en la guerra como solución, debido a que los riesgos probablemente siempre serán superiores a la hipotética utilidad que se le atribuya. […] ¡Nunca más la guerra!» (FT 258).

Esto representa un cambio de paradigma: no se trata solo de oponerse a ciertas guerras, sino de asumir la construcción de paz como algo intrínseco a la identidad de la Iglesia.

b) Construcción de paz y reconciliación en la práctica

En todo el mundo, los católicos participan en:

  • Mediaciones en conflictos civiles (p. ej., Colombia, Sudán del Sur, República Centroafricana).
  • Iniciativas de justicia restaurativa en prisiones y comunidades.
  • Sanación de traumas para víctimas de guerra, abusos y violencia doméstica.
  • Construcción de paz interreligiosa, especialmente en zonas de tensión entre cristianos y musulmanes.

La credibilidad de la Iglesia no suele provenir del poder político, sino de su presencia entre los que sufren. En este testimonio, su autoridad moral es más fuerte.

17.3 La voz de la Iglesia en un mundo globalizado y violento

a) Migración y hospitalidad

La violencia expulsa a millones de personas de sus hogares cada año. La Iglesia ve en el migrante:

  • Una víctima de la violencia (guerra, trata, persecución).
  • Una revelación de Cristo («Era forastero y me acogisteis», Mt 25,35).
  • Una llamada a la solidaridad y la conversión de naciones y comunidades.

El papa Francisco hizo de esto una piedra angular de su pontificado, llamando a la Iglesia a construir una “cultura de la acogida” y a resistir la violencia de las fronteras, la burocracia y la indiferencia.

b) Violencia ecológica

En Laudato Si’, la Iglesia nombra la degradación ecológica como una forma de violencia:

  • Contra los pobres, que son los primeros y más afectados.
  • Contra las generaciones futuras.
  • Contra la creación de Dios, confiada al cuidado humano.

El Papa conecta la justicia ambiental y la justicia social, llamando a una ecología integral: una armonía entre la humanidad, la naturaleza y Dios.

Esta voz profética denuncia no solo las guerras abiertas, sino también la violencia lenta del colapso climático, el consumismo y la explotación.

c) Cultura digital y el campo de batalla virtual

El mundo digital presenta nuevos escenarios de violencia:

  • Ciberacoso, radicalización, desinformación y deshumanización.
  • Algoritmos que amplifican la división y la indignación.
  • Plataformas virtuales que nos desconectan de la comunidad real.

La Iglesia empieza a articular una teología de la comunicación digital:

  • Llamando a la verdad, el diálogo y la presencia en los espacios en línea.
  • Promoviendo la solidaridad digital, en lugar de la vigilancia o la manipulación.

Las comunidades de fe deben aprender a encarnar el Evangelio en forma digital, resistiendo la alienación que alimenta el resentimiento y la violencia.

17.4 Una Iglesia profética: de la denuncia a la transformación

a) La Iglesia como hospital de campaña

Francisco describió la Iglesia no como una fortaleza, sino como un hospital de campaña tras la batalla. Este modelo:

  • Se centra no en juzgar, sino en curar heridas.
  • Prioriza a los marginados, que soportan el peso de la violencia.
  • Ofrece misericordia antes que condena, relación antes que doctrina.

Esta eclesiología llama a cada cristiano a la cercanía con los rotos, no a buscar seguridad frente a ellos.

b) Santos de la no violencia

Testigos modernos de la paz evangélica —muchos de ellos mártires— inspiran hoy a la Iglesia:

Estas vidas reflejan una fidelidad radical a Cristo, no mediante la violencia, sino a través de un amor creativo y valiente.

c) Sinodalidad y diálogo como caminos para la paz

El énfasis de Francisco en la sinodalidad —caminar juntos— no fue solo una reforma eclesial. También es una estrategia espiritual contra la violencia:

  • Escucha antes que dominación.
  • Diálogo antes que polarización.
  • Comunión antes que tribalismo.

Este espíritu debe impregnar no solo las estructuras de la Iglesia, sino también el compromiso católico con el mundo.

17.5 Desarmar el corazón, sanar el mundo

La violencia posmoderna es compleja, a menudo sutil y profundamente enraizada en el malestar espiritual. Pero el Evangelio sigue siendo claro: «Bienaventurados los que trabajan por la paz» (Mt 5,9). La Iglesia está llamada no solo a rechazar la guerra y la injusticia, sino a mostrar otro modo de ser humano caracterizado por la misericordia, la comunidad y la esperanza.

En un mundo fragmentado, la Iglesia debe:

  • Decir la verdad al poder.
  • Defender la dignidad de cada persona.
  • Crear espacios de reconciliación, sanación y encuentro.
  • Dar testimonio —incluso hasta la muerte— del amor no violento de Jesucristo.

Ser profético en esta época significa rechazar la lógica de la violencia en todas sus formas y encarnar la paz de Dios en el mundo.

18. El modo vicenciano: caridad y no violencia en el espíritu de san Vicente de Paúl

«El amor es inventivo hasta el infinito».
— San Vicente de Paúl

Aunque la Iglesia católica ofrece un mensaje universal de paz y reconciliación, ciertas tradiciones espirituales dentro de la Iglesia encarnan este mensaje de maneras singulares y poderosas. Una de ellas es el carisma vicenciano, arraigado en la vida y el legado de san Vicente de Paúl (1581–1660). A menudo asociado con las obras de caridad y el servicio a los pobres, el estilo vicenciano encierra también una profunda ética de la no violencia —práctica, relacional, sistémica y profundamente enraizada en el Evangelio.

18.1 San Vicente de Paúl: de la conversión a la compasión

a) Una transformación personal

La vida temprana de Vicente estuvo marcada por la ambición y el deseo de ascenso social. Sin embargo, a través de una serie de experiencias espirituales profundas —particularmente sus encuentros con los campesinos pobres, los niños abandonados, los galeotes y los campesinos enfermos— vivió una conversión radical. Llegó a ver a Cristo en la persona del pobre y dedicó su vida a servirle con ayuda material y con reformas estructurales.

Su visión no era sentimental, sino práctica e encarnada:

  • Fundó la Congregación de la Misión y las Hijas de la Caridad para institucionalizar el servicio a los marginados.
  • Creó redes de colaboradores laicos y religiosos para organizar el socorro, promover la educación y humanizar los sistemas sociales.
  • Intervino en las estructuras políticas, eclesiales y económicas para denunciar abusos, abogar por los pobres y defender la dignidad de los oprimidos.

En esto, Vicente practicó una resistencia no violenta contra la indiferencia y la injusticia, no arraigada en ideología, sino en el amor cristiano.

18.2 La no violencia como amor en acción

a) Afrontar la pobreza como violencia

Mucho antes de que la Iglesia nombrara la pobreza como violencia estructural, Vicente intuyó que la exclusión, el hambre y el abandono no eran meras desgracias que inspiraban compasión, sino injusticias que había que afrontar.

No combatió la violencia con fuerza, sino que cultivó:

  • Comunidades de atención como antídoto contra la soledad y la negligencia.
  • La formación de conciencia entre las élites y los sacerdotes para despertar compasión y responsabilidad.
  • Una caridad inventiva que abordaba no solo los síntomas, sino también las causas.

Vicente enseñaba que la violencia comienza donde falta el amor, y por eso el amor cristiano debía ser estratégico, organizado y valiente.

b) Humildad y mansedumbre como virtudes activas

La espiritualidad vicenciana subraya la mansedumbre, la sencillez y la humildad, no como pasividad, sino como fundamento para una acción eficaz:

  • La humildad enraíza al servidor en la realidad, no en el ego ni en la ideología.
  • La mansedumbre resiste la tentación de dominar, manipular o vengarse.
  • La caridad actúa mediante el diálogo, la paciencia y la presencia, desarmando la hostilidad con la fuerza de la relación.

Estas virtudes reflejan la no violencia de Cristo y dotan al vicenciano de la capacidad para actuar con firmeza pero en paz frente a la injusticia.

18.3 Cambio sistémico y construcción de paz

a) Hacia la transformación estructural

Los vicencianos de hoy han llevado más lejos el legado de san Vicente, abrazando el cambio sistémico como principio fundamental del carisma. Esto implica:

  • Abordar las causas profundas de la pobreza y la marginación.
  • Capacitar a los pobres como agentes de su propia liberación.
  • Comprometerse en la abogacía, la educación y la creación de alianzas para la transformación social.

La violencia no es solo interpersonal; está incrustada en los sistemas. Por eso, la Familia Vicenciana entiende su misión como desmantelar estructuras injustas mediante una acción pacífica pero profética.

b) La colaboración como estrategia para la paz

Vicente fue un maestro en la colaboración entre clases sociales, líneas políticas y fronteras eclesiales. Hoy, los vicencianos:

  • Construyen redes globales de servicio e incidencia.
  • Trabajan en asociaciones ecuménicas e interreligiosas por la justicia y la paz.
  • Forman equipos interdisciplinarios (juristas, educadores, trabajadores sociales, teólogos) para responder a necesidades humanas complejas.

Esa colaboración contrarresta la violencia de la división y ofrece un modelo de unidad en la diversidad, arraigado en la preocupación compartida por los pobres.

18.4 La espiritualidad vicenciana en contextos violentos

a) Ministerio en zonas de conflicto

Los vicencianos están presentes en algunos de los contextos más violentos del mundo:

  • Regiones en guerra en África, América Latina y Oriente Medio.
  • Barrios urbanos dominados por pandillas.
  • Campamentos de refugiados y centros de detención.
  • Prisiones y refugios para víctimas de trata.

En lugar de huir de estos lugares, los vicencianos entran en ellos como signos de esperanza, ofreciendo no solo ayuda, sino también escucha, sanación y abogacía.

b) Acompañamiento y reconciliación

Siguiendo el ejemplo de santa Luisa de Marillac, la beata Rosalía Rendu, el beato Federico Ozanam y muchos otros santos y beatos de la Familia Vicenciana, los vicencianos se dedican a:

  • Acompañar a quienes sufren trauma y exclusión.
  • Practicar la restauración de relaciones para sanar heridas sociales e interpersonales.
  • Trabajar en la educación para capacitar a los jóvenes como constructores de paz en sus comunidades.

Este ministerio no es meramente humanitario: es evangélico, porque revela el rostro de Cristo a través de un servicio concreto y lleno de amor.

18.5 La llamada vicenciana a la paz profética

a) Los pobres como profetas de paz

El pensamiento vicenciano sostiene que los pobres no son solo receptores de caridad, sino portadores del mensaje de Dios. Su sufrimiento:

  • Revela la violencia del mundo.
  • Exige una respuesta moral de la Iglesia.
  • Reclama nuevos modelos de justicia y de comunidad.

Escuchar a los pobres se convierte en un acto de resistencia no violenta frente a un mundo que los silencia.

b) Un carisma para la Iglesia de hoy

En una época de fragmentación global y creciente violencia, el carisma vicenciano ofrece:

  • Una praxis contemplativa, enraizada en Cristo y en los pobres.
  • Una espiritualidad de humildad, no violencia y caridad creativa.
  • Un modelo de compromiso sistémico, fundamentado en el Evangelio y en la dignidad de toda persona humana.

Este carisma llama a la Iglesia a ser lo que proclama: signo de paz, servidora de los pobres, testigo del amor de Dios.

18.6 Una caridad que desarma

San Vicente dijo una vez que debemos amar a Dios, pero con la fuerza de nuestros brazos y el sudor de nuestra frente. Para los vicencianos, el amor nunca es abstracto: se encarna en obras de misericordia, justicia y no violencia.

En un mundo desgarrado por la violencia, el estilo vicenciano ofrece una alternativa:

  • No la confrontación, sino la compasión.
  • No la dominación, sino el diálogo.
  • No la resignación, sino la esperanza encarnada en la acción.

Esto no es una misión periférica de la Iglesia, sino su mismo corazón. Como recordaba el papa Francisco: la paz no es solo la ausencia de guerra, sino el compromiso incansable de reconocer, proteger y restaurar la dignidad de nuestros hermanos y hermanas. La Familia Vicenciana se erige como testigo vivo de esta visión: una revolución pacífica de amor en el nombre de Jesucristo.

19. Hacia una teología católica de la no violencia

A lo largo de la historia, la Iglesia católica ha lidiado con la tensión entre el ideal de la paz evangélica y la realidad de la violencia humana. Desde los primeros mártires y el pacifismo inicial, pasando por la teoría de la guerra justa, hasta los llamamientos contemporáneos a la construcción activa de la paz, las enseñanzas de la Iglesia han evolucionado para responder a las exigencias de contextos cambiantes. Se propone aquí una síntesis teológica constructiva: una teología católica de la no violencia fundamentada en la Escritura, la tradición y el testimonio vivo de la Iglesia en el mundo actual. La no violencia no se presenta simplemente como una estrategia o una virtud personal, sino como un aspecto fundamental del discipulado cristiano: un reflejo del amor trinitario de Dios y un camino hacia la verdadera justicia y reconciliación.

19.1 La no violencia en el corazón del Evangelio

a) Jesús: el Mesías no violento

En el centro de cualquier teología católica de la no violencia está la persona y la misión de Jesucristo. Jesús revela a un Dios que:

  • Rechaza la dominación, incluso ante la muerte.
  • Abraza la cruz como signo supremo del sufrimiento redentor.
  • Llama a sus seguidores a amar a los enemigos, orar por los perseguidores y vencer el mal con el bien (cf. Mt 5,38–48; Lc 6,27–36).

La no violencia de Jesús no es pasividad, sino una fuerza divina que se niega a reflejar la violencia del mundo. Su vida es el modelo y la medida de la no violencia cristiana.

b) La cruz y el sepulcro vacío

La crucifixión revela hasta qué punto Dios sufre la violencia con nosotros, mientras que la resurrección proclama que la violencia no tiene la última palabra. Una teología de la no violencia afirma, por tanto:

  • El poder redentor del amor que se entrega.
  • La derrota de la muerte y de la opresión mediante la misericordia divina.
  • La misión de la Iglesia de encarnar la esperanza de la resurrección en medio del sufrimiento.

A la luz de esto, la no violencia se convierte en una postura sacramental: un signo visible de la gracia invisible en un mundo inclinado hacia la destrucción.

19.2 Fundamentos teológicos de la no violencia

a) El amor trinitario y la no violencia

Dios no es un poder solitario, sino comunión eterna: Padre, Hijo y Espíritu Santo. La teología trinitaria enseña que:

  • La esencia de Dios es amor relacional, no dominación.
  • La creación misma brota de una abundancia no violenta y de un don gratuito.
  • La redención se despliega a través de la kénosis (vaciamiento de sí mismo), no de la conquista.

Una teología católica de la no violencia encuentra su fuente en este dinamismo trinitario, invitándonos a reflejar el patrón divino de mutualidad, reconciliación y paz.

b) La persona humana y el Imago Dei

La antropología católica afirma que cada ser humano ha sido creado a imagen de Dios (cf. Gn 1,27), dotado de dignidad, libertad y responsabilidad. La violencia deforma esta imagen; la no violencia la restaura.

Algunas afirmaciones clave son:

  • La dignidad inviolable de toda persona, independientemente de su condición o culpa.
  • La necesidad de estructuras y sistemas que garanticen el desarrollo humano.
  • La llamada a la solidaridad, reconociendo que somos responsables unos de otros.

Por tanto, la no violencia no consiste solo en evitar el daño, sino en promover activamente la vida, la dignidad y la comunión.

19.3 Dimensiones eclesiales de la no violencia

a) La Iglesia como comunidad de paz

La Iglesia no es solo maestra de paz; está llamada a ser sacramento de paz en el mundo. Esto implica:

  • Formar comunidades que practiquen la reconciliación, no la venganza.
  • Resistir las idolatrías del nacionalismo, el militarismo y el consumismo.
  • Asumir una vocación misionera para ser sal, luz y fermento de paz.

El papa Francisco pidió repetidamente que la Iglesia fuera un hospital de campaña en medio de la violencia, sanando heridas y tendiendo puentes.

b) Los sacramentos y la no violencia

Los sacramentos forman al creyente en una espiritualidad de no violencia:

  • El Bautismo nos inicia en una nueva humanidad marcada por la paz.
  • La Eucaristía enseña la entrega mutua, no la dominación.
  • La Reconciliación sana relaciones y afirma la misericordia por encima del castigo.

De este modo, la no violencia católica es profundamente sacramental: se expresa no solo en palabras, sino en ritos concretos, comunidad y compromiso.

19.4 Compromisos éticos y morales

a) De la guerra justa a la paz justa

Aunque la Iglesia ha desarrollado durante siglos los principios de la guerra justa, las condiciones para tales guerras son cada vez más inalcanzables. En contraste, el marco emergente de la Paz Justa enfatiza:

  • La prevención de la violencia mediante la diplomacia, la justicia y el desarrollo.
  • La transformación no violenta de los conflictos y la justicia restaurativa.
  • La preferencia por la construcción de paz como camino primario, no la guerra como reacción.

Este cambio no supone un alejamiento de la tradición, sino un desarrollo en el razonamiento moral, en sintonía con una comprensión más profunda del Evangelio.

b) La no violencia activa y la virtud del coraje

La no violencia católica es activa, no pasiva. Requiere:

  • El valor de decir la verdad al poder, sin odio.
  • La disciplina de soportar el sufrimiento sin represalias.
  • La imaginación de construir alternativas a los ciclos de violencia.

«La paz es un valor y un deber universal, un objetivo de la convivencia social. Por tanto, no podemos reducirla simplemente a la ausencia de guerra o a un equilibrio estable entre fuerzas opuestas. Más bien, la naturaleza más profunda de la paz se fundamenta en una concepción correcta de la persona humana y requiere la construcción de un orden conforme a la justicia y la caridad. La paz que realmente deseamos no se basa en la disuasión armada».
— Mensaje de paz de la Santa Sede, transmitido por el Secretario para las Relaciones con los Estados, Mons. Paul Gallagher, con ocasión de los III Diálogos de Mafra, 28 de abril de 2023.

19.5 La no violencia como imperativo misionero

Proclamar el Evangelio significa proclamar la paz de Cristo. Una teología católica de la no violencia entiende la evangelización no como conquista, sino como:

  • Testimonio del amor reconciliador de Dios.
  • Hospitalidad hacia el forastero y el enemigo.
  • Transformación de corazones y culturas a través de la misericordia y la justicia.

La no violencia se convierte en un lenguaje misionero, capaz de cruzar fronteras y construir un terreno común.

19.6 Construir la civilización del amor

Una teología católica de la no violencia no supone retirarse del mundo, sino una llamada a la conversión, tanto personal como eclesial. Nos insta a:

  • Rechazar toda forma de violencia como incompatible con el Evangelio.
  • Cultivar la paz en todos los niveles: espiritual, interpersonal, social, político.
  • Convertirnos en signos creíbles del amor no violento de Dios en un mundo roto.

En palabras del papa Pablo VI: «Si quieres la paz, trabaja por la justicia». Y en el espíritu de Cristo crucificado y resucitado proclamamos: «La paz esté con vosotros» (Jn 20,21).

(Continuará…)

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