Jesús es la puerta; los que entren por él serán salvos.  Se ocuparán de buscar primero el reino de Dios y su justicia. 

Los humanos nos afanamos de muchas cosas.  Hay los que se agobian por la vida, qué van a comer o con qué se van a vestir. O por poderse enfermar y por el costo de estar enfermo.  Parecen ellos, por lo tanto, que no dejan de buscar primero sobrevivir, seguir viviendo.  Mas les manda Jesús buscar primero el reino de Dios, y serán de ellos las demás cosas que les faltan.

Por otro lado, hay los que se afanan por su salvación.  Su agobio se manifiesta de varias formas.  ¿Hay vida después de la muerte?  ¿Cuántos se salvarán?  ¿Seré uno de ellos?  ¿Qué he de hacer para heredar la vida eterna?

Y reta Jesús a los con tales afanes a esforzarse en entrar por la puerta estrecha.  No, no da respuesta él a la cuestión del número de los que se salvarán.  Pues para él, la cuestión decisiva es la de cómo alcanzar la salvación.

Nos manda Jesús buscar primero el camino de salvación. 

Y su camino no es el de los que dan por cosa hecha su salvación.  Pues son de Dios, sus elegidos, pocos, claro, y no muchos como los gentiles.  Tal actitud los lleva a creerse mejores que los demás y, por lo tanto, tenerlos en poco.

Se merecen, pues, los que se toman por justos y primeros el juicio que dicta Jesús:  «Vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.  Pues hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».  Sí, las naciones de toda lengua vendrán para ver la gloria de Dios.

Ni es de Jesús el camino de los que no acogen a los publicanos y pecadores ni comen con ellos.  De los que se escandalizan de que cure él los sábados, que sus discípulos quebranten la tradición de los mayores.  Sí, se podría decir con acierto que toma él por ley suprema la salvación de las almas (CDC 1752).  Por supuesto, de él se aprendería que la caridad está por encima de todas las reglas (SV.ES IX:1125).

Exige su camino que confiemos en Dios, que vendamos nuestros bienes y demos limosna.  Que anunciemos la Buena Noticia a los pobres, lo quiere decir que «no han de aplicar los solitarios».  Su camino lleva a «una Iglesia pobre y para los pobres».

Señor Jesús, concédenos buscar primero el reino de Dios y su justicia.  Y enséñanos y corrígenos, para que fuertes y audaces podamos entrar por la puerta estrecha.  Da tú por cosa hecha nuestra salvación.  Es decir, haz que te sigamos, viviendo y muriendo en el servicio de los pobres (SV.ES III:359).  No dejes nunca que profanemos tu cuerpo y sangre por no atender a los pobres (1 Cor 11, 17-29).

24 Agosto 2025
21º Domingo de T.O. (C)
Is 66, 18-21; Heb 12, 5-7. 11-13; Lc 13, 22-30