“Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré…”
Gn 12, 1-9; Sal 32; Mt 7, 1-5.
Dios llama a Abrán, le da a conocer su plan y Abrán acepta poniéndose en marcha, sin dudar, cree en las promesas de Dios, sin peros ni pretextos. Al final, el texto dice: “Abrán se trasladó por etapas al Negueb”. Recordemos que el pueblo pasó más de 40 años en el desierto buscando llegar a la tierra prometida, pero Jesús, plenitud del plan de Salvación, acogió su misión, se dejó conducir por el Espíritu Santo, venció las tentaciones y emprendió su Misión después de 40 días.
Somos parte del pueblo de Dios, tenemos mucho que aprender de Abraham, padre de la fe, pero mucho más de Jesús que hoy nos invita a no juzgar a los demás, a revisar nuestro interior antes de buscar ver los errores y faltas de los demás; sin embargo, nos parecemos mucho al pueblo de Israel, vivimos dando vueltas y vueltas buscando encontrar lo que consideramos tierra prometida, pero sin poner atención al mejor modelo: Jesús
Hoy él nos habla fuerte y claro: “Saca primero la viga de tu ojo y entonces podrás ver claramente para sacar la pelusa del ojo de tu hermano”. ¿Cómo anda tu comprensión hacia los demás?, ¿te consideras una persona tolerante ante los defectos de la familia, de los compañeros, los vecinos?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Sor Alicia Margarita Cortés C. H.C.
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