Contemplación: Humildad sencilla y amable

por | Jun 20, 2025 | Formación, Sociedad de San Vicente de Paúl | 0 Comentarios

Este artículo apareció originalmente en ssvpusa.org

El beato Federico advirtíó a la Sociedad de San Vicente de Paúl sobre el peligro de un orgulloso «fariseísmo que hace sonar la trompeta delante de uno» y sobre la creación de «unas prácticas burocráticas que impedirían nuestra marcha multiplicando nuestros engranajes», creyendo que estos serían los motivos de la caída de la Sociedad [Carta a Amélie Soulacroix, de 1 de mayo de 1841]. Fue uno de sus constantes recordatorios de la importancia del «espíritu primitivo»: la sencillez, la dulzura y la humildad que habían motivado y animado nuestras obras desde el principio.

En la época de Federico no faltaban organizaciones que trabajaban para socorrer a los pobres, al igual que no faltaban los pobres. Aunque reconocía el bien que hacían estas otras organizaciones, que no se autodenominaban caritativas sino filantrópicas, señalaba que «tienen apenas un año de existencia y ya tienen unos volúmenes gruesos de procesos verbales» [Carta a Léonce Curnier, de 23 de febrero de 1835].

Aunque Federico no fue su redactor principal, la primera versión de nuestra Regla reflejaba este pensamiento, recordando que «nuestra asociación tiene su origen en motivos religiosos; por lo tanto, no debemos buscar las normas de nuestra conducta en ningún otro lugar que no sea el espíritu de la religión, en los ejemplos y las palabras de nuestro Salvador, en las instrucciones de la Iglesia y en las vidas de los santos». En cuanto a otras organizaciones, decía la Regla, debemos alegrarnos de que sirvan a los pobres a su modo y, aunque apreciamos mucho la Sociedad, debemos considerarla «menos excelente que otras» [Regla, 1835].

Debemos recordar, explicaba la Regla, que nuestra Sociedad es «una obra creada no se sabe por quién ni cómo, nacida ayer y que puede morir mañana» [Ibíd.]. Esto se hace eco de los frecuentes recordatorios de San Vicente de que ni él ni Luisa merecían ningún crédito por la fundación ni por las obras de la Congregación de la Misión, las Cofradías de la Caridad o las Hijas de la Caridad. Si es a Dios a quien buscamos seguir en nuestras acciones, entonces toda la gloria, todo el mérito, necesariamente corresponde a Dios, no a nosotros. ¡El mismo Cristo solía decir a los testigos de sus milagros que no se los contaran a nadie!

Después de todo, fuimos fundados para poner de relieve lo mejor de la Iglesia, un bien que se encuentra en la sencillez, no en la productividad; en la humildad, no en el orgullo; y en la dulzura, no en la eficiencia. Vicente consideraba que estas eran las virtudes más estrechamente vinculadas a la vida de Cristo, y son el corazón del espíritu primitivo de la Sociedad.

Es el espíritu primitivo el que puede guiarnos fielmente hacia el futuro, y nuestro espíritu primitivo es amar, querer el bien no solo del otro, sino de todas las personas. Es considerar humildemente a los demás, incluidos otros grupos que sirven a los pobres, como más importantes que nosotros mismos (Filipenses 2,3). Es, sobre todo, servir imitando en cada aspecto de nuestras vidas a Federico, Rosalía, Vicente y Luisa, quienes a su vez imitaron a Cristo, que vino entre nosotros para servir y no para ser servido (Mateo 20,28).

Contemplar

¿Cómo puedo conseguir que el valor de cada obra de caridad que hago sea más importante que el valor de un extenso informe?

Por Timothy Williams
Director Senior de Formación y Desarrollo de Liderazgo
Sociedad de San Vicente de Paúl USA.

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