Emma Nay y sus colegas ofrecen a miles de escolares cada año talleres de gran impacto que ayudan a prevenir el sinhogarismo juvenil.
Como responsable de educación de Depaul UK en el noroeste y el sur de Yorkshire, voy a los colegios a impartir talleres de prevención del sinhogarismo. El trabajo es vital, porque el sinhogarismo juvenil no empieza en las calles. Empieza mucho antes, en las aulas, en los conflictos domésticos, en las relaciones que dañan más de lo que ayudan. Y nuestro trabajo es detenerlo en seco.
Nuestros talleres crean un espacio en el que se invita a los jóvenes —muchos de ellos vulnerables o desatendidos— a pensar de forma diferente sobre las relaciones, la seguridad y su futuro. Hablamos de cómo son las amistades sanas, de cómo gestionar los conflictos y, lo que es más importante, de dónde acudir cuando las cosas no van bien.
A veces, los resultados son inmediatos. Recuerdo una sesión en la que pedí al grupo que pensara en dos personas con las que podrían hablar si tuvieran una relación malsana. Un chico dijo en voz baja que no hablaría con nadie. No creía que pudiera. Tuvimos una conversación sobre la importancia de hablar, sobre los riesgos de permanecer en silencio. Al final de la sesión, escribió que ahora era mucho más probable que pidiera ayuda. Aquel momento se me quedó grabado. No sólo él había aprendido algo, sino que había cambiado de rumbo.
Estas conversaciones son importantes, sobre todo para los jóvenes en situación de riesgo: los que abandonan los estudios, los que se ausentan constantemente, los que tienen Necesidades Educativas Especiales (NEE) o los que viven en entornos familiares complejos. He trabajado como ayudante de apoyo al aprendizaje. He visto lo rápido que se descarta a los niños «traviesos» cuando, a menudo, simplemente están abrumados, desregulados y no se les escucha. Con tiempo, paciencia y las herramientas adecuadas, prosperan. En eso cree Depaul: en ver el potencial de cada joven.
En nuestras sesiones dirigidas, trabajamos con grupos reducidos. Allí, las conversaciones son más profundas. Se abre un espacio en el que la vulnerabilidad no se castiga, sino que se honra. En una sesión, un estudiante se enfadó visiblemente y se marchó. Mi colega Kerri hizo un seguimiento y ese joven reveló algo. Gracias a ese momento, pudimos remitirla a nuestro equipo de mediación familiar Reconnect y empezar a ayudarla a ella y a su familia. Así es la prevención en tiempo real.
Formamos al personal escolar, a los trabajadores sociales y a futuros profesionales de primera línea para que identifiquen los signos de riesgo y respondan con atención y conocimiento. Muchos colegios nos dicen: «Tenemos muchísimos alumnos que podrían beneficiarse de esto». Y así es. Porque el sinhogarismo juvenil no es raro, sino oculto. Cada hora, 12 jóvenes del Reino Unido se quedan sin hogar. Uno de cada 10 jóvenes que abandonan la asistencia social se queda sin hogar.
Con demasiada frecuencia, las escuelas no reconocen las señales. He oído decir: «No tenemos alumnos sin hogar» en centros en los que sé que las estadísticas dicen lo contrario. La verdad es que los jóvenes sin hogar a menudo se refugian en sofás, huyen del maltrato emocional o duermen en el suelo. No siempre es visible. Por eso es tan esencial la intervención temprana. Cuanto antes intervengamos, menos riesgos correrá el joven y más posibilidades tendrá de salir adelante.
Nuestros talleres son más que lecciones: son intervenciones. Mediante la narración de historias, el debate y el diálogo sincero, los alumnos empiezan a verse a sí mismos y a sus derechos de forma diferente. En un vídeo, nuestro personaje Ryan debe decidir si hablar o callar en una discusión con su padrastro. Los alumnos votan. Debaten. Y en ese proceso, empiezan a pensar: ¿Qué haría yo? ¿Qué apoyo tengo? ¿Con quién puedo hablar?
Empiezan a darse cuenta de que tienen opciones. Y que merecen atención, respeto y seguridad.
Estamos orgullosos de ser una organización que da prioridad a la prevención. Pero más que eso, somos una organización de primera línea. Nuestro trabajo no es teórico. Es real, sensible y pertinente para las necesidades de los jóvenes de hoy. Cada sesión que organizamos termina con una retroalimentación que utilizamos para adaptarnos, crecer y mantenernos conectados con lo que más importa: las voces de los propios jóvenes.
Si pudiera cambiar algo en la forma en que las escuelas abordan el problema de los jóvenes sin hogar, sería lo siguiente: dar cabida a estas conversaciones. Darles prioridad. Porque el aula no es sólo para geografía y matemáticas. También es donde los jóvenes deben aprender a identificar sus emociones, a entender sus derechos y a creer que merece la pena ayudarles.
Siempre habrá jóvenes sin hogar. Pero con un apoyo temprano, relaciones de confianza y el valor de mantener conversaciones difíciles, podemos asegurarnos de que menos jóvenes tengan que experimentarlo solos.
Más información sobre nuestros talleres educativos [en inglés].
Fuente: https://www.depaul.org.uk/
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