Experiencia de Dios: Padre, Hijo, Espíritu Santo
Jesús, la Palabra hecha carne, nos comparte su experiencia de Dios. Lo da a conocer así como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Tener Jesús experiencia de Dios como su Padre se ve claro en sus oraciones. Pues al orar, se presenta él delante de Dios, al que toma por Padre. Así, pues, ora cual sumo sacerdote (Jn 17). Y en un momento dice que la vida eterna está en conocer al Padre y a su Enviado.
Mas dicen los expertos que las palabras del versículo 3 no pueden ser de Jesús (véase también Comentarios al evangelio 2). Se nos da por razón, en primer lugar, que en ninguna otra parte del relato de Juan se dice Jesús Jesucristo. Pero sean de Jesús o de Juan o de algún otro tales palabras, no dejan ellas de ser veraces.
Con todo, conocer no quiere decir no más captar con la mente. Pues se nos dice también que, en el relato de Juan, conocer tiene que ver con la fe. Y tener fe es ponerse en la misma línea que el Padre y Jesús, estar en sintonía con ellos. Estar en comunión con ellos de modo que no se pueda sino ser, vivir, decir y hacer al igual que ellos.
En otras palabras, conocer al Padre y a Jesús es compartir la vida eterna de Dios. Por lo tanto, tal conocer es tener experiencia de Dios. No, no conocen no más a Dios los con fe. Lo gustan también. Es decir, de ellos es la sabiduría, por gracia de Dios, al convivir ellos con él por quedarse con Jesús. Pues quedarse con Jesús quiere decir tener experiencia de Dios al igual que Jesús.
Decir «sí» a «Venid y veréis» de Jesús es tener experiencia de Dios como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Jesús comparte su experiencia de Dios con los que se quedan con él. Les da a conocer que él, el Hijo de Dios hecho carne, confía de modo absoluto en Dios, su Padre. Aún más, los deja ver que el Espíritu Santo lo guía, impulsa, a predicar la Buena Noticia a los pobres.
Y como el Padre ha enviado a Jesús, así también envía Jesús a sus discípulos. Por eso, sopla sobre ellos. Sí, el Espíritu los ha de guiar para que cumplan la misión de predicar la Buena Noticia a los pobres. Con la misma confianza en el Padre que les ha enseñado Jesús.
Conocerán y vivirán ellos también toda verdad, la verdad plena, con la luz y el poder del Espíritu. Así que, derramado el amor de Dios en sus corazones, lograrán cargar con lo que no pueden cargar. Aun con la dura verdad de que solo el amor hasta el fin como el amor de Jesús lleva a la vida verdadera y eterna. Entregarán, por lo tanto, sus cuerpos y derramarán su sangre.
Señor Jesús, concédenos la gracia de tener experiencia de Dios y de no temer predicarlo como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y haz que vivamos por tu muerte, y muramos por tu vida, y acudamos a ti y nos quedemos contigo, para que vivamos y muramos al igual que tú (SV.ES I:320).
15 Junio 2025
Santísima Trinidad (C)
Prov 8, 22-32; Rom 5, 1-5; Jn 16, 12-15
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