Sólo una cosa más

por | Jun 11, 2025 | Noticias, Presencia en la ONU | 0 Comentarios

A mi padre le encantaba la serie de televisión del detective Colombo. Se reía cada vez que Colombo soltaba ese característico «Sólo una cosa más» después de que una conversación aparentemente hubiera terminado.

Este es un momento de «sólo una cosa más». Como pronto dejaré mis funciones en las Naciones Unidas, me gustaría compartir un último pensamiento.

Pero antes debo decir que ha sido un gran honor representar a la Congregación de la Misión (CM) ante la ONU durante los últimos cinco años. Un honor inmerecido, pero un papel que he intentado desempeñar con la dignidad y el respeto que la congregación se merece.

Otro privilegio que me ha brindado esta labor ha sido trabajar junto a maravillosas ONG de otras ramas de la Familia Vicenciana (Familia) que han sido una fuente constante de inspiración.

Creo que la CM debe estar presente y activa en la ONU. Como todas las ramas de la Familia, los cohermanos tienen una historia que contar, una historia poderosa sobre las dificultades de personas reales en los 96 países donde la CM ejerce su ministerio. Personas consideradas —y tratadas— como los Últimos y los Menos entre nosotros. Personas en situación de pobreza, no invitadas a las mesas del poder y la toma de decisiones, cuya contribución a las soluciones rara vez se solicita, a pesar de que saben lo que hay que hacer. Es una historia que no procede de la teoría ni de los estudios universitarios, sino del contacto personal, de la implicación personal con las personas en situación de pobreza. Personas evangelizadas que a su vez evangelizan desde lo más profundo de su necesidad, su generosidad, su total dependencia de Dios.

Nuestra Familia conoce bien a estas personas. Y la historia necesita ser contada en los lugares de poder, y la gente en el poder necesita escuchar esta historia porque, de lo contrario, viven y se mueven en una burbuja cerrada de documentos y protocolos diplomáticos que impiden una comprensión real de lo que ocurre diariamente a nivel de base.

Necesitan ayuda para mantenerse en la realidad. Y a veces incluso lo admiten. En lo que respecta a la Agenda 2030 para las personas y el planeta, los 17 objetivos de desarrollo sostenible, los embajadores y funcionarios de la ONU en ocasiones reconocen que necesitan la aportación de la «sociedad civil» porque las comunidades de base a las que representan las ONG son las que mejor saben qué soluciones funcionan o no a nivel local.

En una canción, el grupo de rock The Eagles canta: «Las cosas en esta vida cambian muy lentamente… si es que alguna vez cambian». Afortunadamente esto no es cierto en todos los asuntos y en todos los contextos, pero sí lo es en la ONU. El cambio es difícil en instituciones tan complejas y lentas, llenas de prioridades que compiten entre sí por los intereses más estrechos de los 193 países.

Pero el cambio es posible allí, como ha demostrado el Grupo de Trabajo para Acabar con la Falta de Vivienda en sus dos resoluciones aprobadas por la Asamblea General, una por la que se eleva la cuestión de la falta de hogar a la categoría de asunto independiente, y la otra por la que se exige al Secretario General que presente informes semestrales sobre los progresos realizados para abordar el problema. Aunque algunos Estados miembros prefieran hablar sólo de «vivienda», el problema de las personas sin hogar ya forma parte de la agenda de la ONU.

«Qué hay que hacer» es siempre la pregunta vicenciana ante los problemas que afectan a las personas en situación de pobreza. Tengo una convicción que los lectores pueden aceptar —o rechazar— por lo que valga. Nuestra Familia Vicenciana debería estar orgullosa con razón de nuestro legado de más de 400 años de maravillosa labor caritativa. En este sentido, ciertamente hemos seguido a San Vicente, el Patrón de la Caridad.

Pero a medida que la desigualdad («la fuente de todos los males sociales» para el Papa Francisco) se extiende como un virus y la pobreza abyecta continúa obstinadamente asolando a la humanidad, hay una necesidad imperiosa de buscar con más ahínco la justicia. La justicia, una especie de caridad social. Esa otra cara de la moneda de la caridad para el beato Federico Ozanam. Abogacía no partidista pero sí política. Y el cambio sistémico como nuestro método pastoral preferido, una forma de llevar esperanza a quienes están atrapados en la pobreza ofreciéndoles una vía para abordar y cambiar los sistemas que les mantienen en la pobreza. Durante muchos años se hizo un buen trabajo para presentar esta metodología a la Familia, pero ¿quién habla de ella ahora? ¿Qué ha sido de esta prioridad?

Para terminar, deseo mucho éxito al nuevo representante de la ONG de la ONU de la CM. Apoyémosle todos y respondamos con entusiasmo a sus esfuerzos por implicarnos en esta importante labor. Juntos hagamos que la justicia «fluya como un río….».

Jim Claffey,
Representante de la Congregación de la Misión ante las Naciones Unidas.

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