“Es Dios quien nos mantiene fieles a Cristo”
2 Cor 1, 18-22; Sal 118; Mt 5, 13-16.
Jesús es la luz y la sal en la tierra de nuestra historia, esto nos pide dejar que su palabra dé sabor a nuestras decisiones y que sea su luz la que oriente nuestra voluntad y llene de sentido a nuestra vida.
El dar sabor e iluminar están siempre en relación a… y en relación con… Porque ¿de qué sirve la sal envasada y una luz sofocada?
Si la sal resalta el sabor original, para nosotros ser sal de la tierra puede significar que nuestro modo de tratar a los demás, el estilo o la actitud con la que realizamos nuestro trabajo favorezca en aquellos con quienes tratamos revelar lo mejor de sí mismos. En estos tiempos donde cada uno defiende lo suyo atacando, mintiendo, ocultando, llega la novedad de Jesús. El anuncio del Reino está más cerca de lo discreto y de lo sabio que reside en lo sencillo.
Un poeta escribió: Así la mínima, la minúscula ola del salero nos enseña no sólo su doméstica blancura, sino el sabor central del infinito.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Sor Alicia Margarita Cortés C. H.C.
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