Sor Mary Stephen Durbin (nacida Philomena Durbin el 4 de agosto de 1868) era natural de Mooleyville, Kentucky (Estados Unidos). Nacida sólo 3 años después del final de la Guerra Civil, ella y sus 9 hermanos crecieron en Kentucky, un estado fronterizo. Esta situación produjo sentimientos encontrados durante la posguerra. Su padre, Stephen F. Durbin, había intentado unirse a la Confederación, pero no pudo hacerlo porque el ejército de la Unión estaba apostado en su camino. Sin embargo, durante su ausencia, un cañonero yanqui desembarcó cerca de su casa y la dotación pidió comida a su esposa, la Sra. Mary Durbin. Ella les dio cerdo y galletas caseras que recibieron con gran avidez y agradecimiento, marchándose después sin dañar ninguna propiedad. Los 10 hijos de Durbin siguieron siendo de temperamento sureño pero fueron capaces de ver la «llegada de la gloria del Señor» en la preservación de la Unión [una referencia a la letra del «Battle Hymn of the Republic», Himno de Batalla de la República, nota del traductor].
De niña, Philomena vio la era de la Revolución Industrial, cuando la manufactura se multiplicó por siete, y el ferrocarril transcontinental llevó bienes y desarrollo a toda la nación. Durante esta época, cuando ella tenía 10 años en Mooleyville, también las Hermanas de Nazaret crecían rápidamente, con vocaciones y nuevas misiones. Cuando tenía 13 años, su hermana Laura fue a Nazaret y se convirtió en Sor Beatrice.
Los Durbin tuvieron la oportunidad de conocer y amar a las Hermanas de la Caridad de Nazaret en la Academia Santa Teresa, que abrió sus puertas en 1867. Al principio la atendían las Hermanas de Loreto, pero se retiraron en 1869. Unos meses más tarde, seis Hermanas fueron enviadas desde Nazaret para reabrir la escuela. Su presencia influyó en los Durbin, ya que varios integrantes de la familia ingresaron en las Hermanas de la Caridad de Nazaret. Tres hermanas Durbin ingresaron en la Comunidad. Entre ella, sus hermanas, Sor Beatrice y Sor Joseph Leo, juntas ofrecieron más de doscientos diez años de servicio como Hermanas de la Caridad de Nazaret. Una procesión de Durbins continuó hasta la cuarta generación, con la entrada de dos sobrinas, Sor Patricia en 1917, y Sor Josina en 1922, una sobrina nieta, Sor Margaret Mary en 1941, y una sobrina tataranieta, Sor Lawrence Marie, en 1960.
Philomena entró en la Congregación en 1887. El 18 de enero de 1888 recibió el hábito y el nombre de Sor Mary Stephen. Las novicias de entonces oían hablar de la Madre Catalina Spalding por los relatos de primera mano de Hermanas mayores que la habían conocido. Recibían instrucciones diarias de Sor Marie Menard en la sala de estudio, a la que llamaban «Menor». Pero no había mucho tiempo para estudiar. Había demasiado trabajo que hacer: llevar cubos de agua de la cisterna al dormitorio cada noche y hacer grandes fuegos en las estufas para calentar los dormitorios. A Sor Mary Stephen le asustaba ese deber y no le gustaba cuando tenía que subir después de cenar en la oscuridad para cerrar las muchas persianas exteriores dispersas.
Sus primeros años en la vida religiosa los pasó como maestra en Ohio y Tennessee. La primera misión de Sor Mary Stephen fue la Escuela de San Patricio en Memphis, donde enseñó -y quizás malcrió un poco- a las niñas de tercer grado. A continuación enseñó a las de quinto y sexto curso en la recién inaugurada escuela de Santa María en Shawnee, Ohio, una ciudad minera. En San Bernardo de Corning, Ohio, otra ciudad minera, las circunstancias aún no eran modernas. Sor Mary Stephen y sus tres compañeras vivian denodadamente, acarreando su agua y combustible y manteniendo su gran casa con su labor manual (todo mientras enseñaban grados dobles).
En 1909, Sor Mary Stephen regresó a Nazaret como miembro del Consejo de Nazaret con el cargo de procuradora. Cuando llegó a la Casa Madre de Nazaret, muchas cosas habían cambiado, el antiguo convento había sido demolido y sustituido por el hermoso vestíbulo y pórtico coloniales. Como procuradora, Sor Mary Stephen, que había atendido a cuatro Hermanas, se encontró de repente con la tarea de alimentar a todas en Nazaret. Dirigía el almacén, que tenía pocos productos enlatados, pero sí gran cantidad de alubias secas, arroz y sémola de maíz. Estos productos eran de primera necesidad para las Hermanas; en la dieta, sin embargo, abundaba el pan fresco y la carne para el bistec y la salsa del desayuno. Todos los meses, Sor Mary Stephen compraba dos sacos grandes de café verde, que luego se secaba en el horno de la panadería y se molía en un molinillo acoplado al motor de la lavandería. Todo esto hacía de ella una vida atareada, pero como Consejera, se ocupaba enseguida de los acontecimientos de mayor importancia para la Comunidad.
Era conocida y querida por toda la Congregación; las Hermanas la buscaban como amiga en cada regreso a Nazaret, y era elegida por ellas cada seis años sin falta, pues reconocían su capacidad administrativa, con un toque humano. Su carácter ecuánime, su buen juicio y su corazón bondadoso le granjeaban la simpatía de las personas con las que trabajaba, que seguían de buen grado sus directrices. Podía encontrar fallos cuando era preciso, pero nunca amargaba a nadie con una corrección. Su risa era contagiosa y tenía un agudo sentido del humor. Llevaba cajas de comida y ropa a los necesitados, sobre todo durante la Gran Depresión de los años treinta.
Después de servir en el liderazgo durante 40 años, finalmente, en 1948, se sintió obligada a decir que no podía prestar más servicios.
En ese momento, se convirtió en directora a tiempo completo de la granja, el jardín, el huerto y la planta de calefacción de Nazaret.
Como superintendente de las tierras de labranza de Nazaret (aproximadamente 900 acres), sus compañeras del Consejo la llamaban en broma «la decana de los hombres». Siempre profesional, pero cortésmente informal con los hombres de la granja, que depositaban en ella toda su confianza. La encontraban accesible y dispuesta a escuchar, tanto si se trataba de problemas laborales como familiares. Como miembro del Consejo General de toda la Congregación durante casi 40 años, su comprensión de todas las situaciones era inestimable. Su buen juicio era sincero e independiente. Era frecuente verla de camino a algún lugar de la granja, normalmente el huerto, donde trabajaba con Sor John o Sor Mary Innocentia. El silencioso y fiel Tony, el jardinero jefe, se sentía feliz cuando ella estaba allí. Era todo un espectáculo cuando salía con su atuendo de trabajo, vestida siempre con pulcritud, una anticuada redecilla negra que cubría su gorro blanco, un gran delantal de trabajo negro recién lavado protegía su hábito, y largos guantes de media salvaban sus manos de las hierbas y arbustos espinosos.
Cuando se jubiló, le dieron una habitación en la enfermería del primer piso y se convirtió en lo que hoy podríamos llamar la primera Hermana Visitadora. A la hora de comer, ayudaba a llevar las bandejas a los enfermos antes de tomar la suya, y después de la cena se apresuraba a recoger y apilar las bandejas y los platos para dar una agradable sorpresa a las Hermanas enfermeras a su regreso de la cena. Se esforzaba por ver a diario a todas las hermanas de la planta y por encontrar innumerables maneras de animar, alentar y ayudar. Era especialmente amable con las que acababan de volver a casa o del hospital. Pero lo mejor de todo para ella era que ahora tenía tiempo para pasarlo tranquilamente con el Señor, ya que en la misma planta había un palco de la capilla.
Hasta que falleció a los 98 años, en el 80º año de su vida religiosa, permaneció mentalmente aguda y físicamente capaz. Sor Mary Stephen tenía el raro don de tratar de igual a igual a todos los que encontraba, al más alto dignatario, al viejo tío Mun, el antiguo esclavo; a la postulante más reciente. Haciendo que todos se sintieran a gusto en su presencia, hablaba de igual a igual, de amiga a amiga.
Alegrémonos y regocijémonos
En 1964, Sor Mary Stephen celebró su Jubileo de Diamante. Celebró el 75 aniversario de su profesión religiosa con sus familiares y sus Hermanas. En la mañana del 2 de febrero de 1964 se ofreció una misa en acción de gracias por los 75 años de gracias y bendiciones de Dios. Por la tarde se presentó un programa narrado por Sor Patricia Ann, directora del Departamento de Oratoria del Nazareth College, asistida por las Hermanas junioras profesas.
«Este es el período, Sor Mary Stephen, en el que has servido a Dios, a tu país y a tu comunidad a través de los votos de religión y el servicio a los pobres. Te ha traído tus auténticas Bodas de Diamante de 75 quilates, y tus Hermanas quieren celebrarlo contigo con este pequeño programa, que te ofrecemos con nuestra más calurosa felicitación y nuestro más profundo afecto y oración».
Información facilitada por los Archivos de las Hermanas de la Caridad de Nazaret
Autora: Dana Hinton
Fuente: https://nazareth.org/sister-mary-stephen-durbin-a-kind-hearted-leader/













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