Jesús es verdadera comida y verdadera bebida y es la palabra de vida eterna.  Nutrirnos de él es tener vida en nosotros al morar nosotros en él y él en nosotros.

Es la hora del amor, lo que da a entender que lo que cuenta es el amor.  Se trata, desde luego, del amor de Jesús, del amor que le tenemos, del amor que nos tiene el Padre.  Y si amamos a Jesús de veras, guardaremos su palabra, la palabra del Padre, y tendremos vida en nosotros.  Pues el Padre nos amará y él y Jesús vendrán a nosotros y morarán en nosotros.

Y morar ellos en nosotros para que tengamos vida en nosotros quiere decir tener esperanza nosotros.  Después de todo, el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo.

Aún más, morar en nosotros el Padre y Jesús es conocer nosotros la paz que da Jesús.  Es que si moramos en el Padre y en Jesús, y ellos en nosotros, ¿quién puede estar en contra nuestro?.  No hay duda de que nada nos podrá separar del amor de Cristo.  Ni la tribulación, ni la angustia, ni la persecución, ni el hambre, ni la desnudez, ni el peligro, ni la espada.  Y nadie nos arrebatará de la mano de Jesús, ni de la del Padre.

Por lo tanto, con fe, humildad, y el amor audaz, no cesamos de caminar hacia el Reino cual peregrinos, «sin miedo».   Y buscamos resolver todo altercado, que nuestra luz es el Espíritu Santo y nos alumbra Dios y Jesús es nuestra lámpara.

Señor Jesús, nútrenos todos los días con tu palabra y con cuerpo y sangre.  Siempre tendremos así vida en nosotros.  Haz que nuestra vida esté oculta en ti y llena de ti, para que no podamos sino vivir y morir al iqual que tú (SV.ES I:320).  Para que seamos hombres y mujeres de oración, capaces de todo en ti, nuestra fuerza (SV.ES XI:778).

25 Mayo 2025
6º Domingo de Pascua (C)
Hch 15, 1-2. 22-29; Apoc 21, 10-14. 22-23; Jn 14, 23-29