“La paz les dejo, mi paz les doy; no es la que da el mundo”
Hech 14, 19-28; Sal 144; Jn 14, 27-31.
El amor es un don de Dios. Jesucristo, hijo de Dios, ha aprendido a dar ese don iniciando con sus discípulos y apostoles y continuamente nos da ese don a todos los hijos de Dios. El amor que Dios da se manifiesta en la paz que también nos regala. Es una paz que el munfo no da. La paz que el mundo nos da es interesada, partidista, egoísta; la que Dios nos da es vida, es calidez, cercanía que nos ayuda en los momentos dificiles y nos proporciona la esperanza que necesitamos para seguir adelante.
La paz que Dios da nos favorece para ser solidarios, respetuosos, cercanos, comprensivos, amorosos con nosotros mismos y de la misma manera nos ayuda a ser concientes de que es un paso para que nosotros lo hagamos con el Hermano, con el que está cerca y, por supuesto, con el que se encuentra alejado.
Esta paz que Dios nos da la recibimos por medio del Espíritu Santo.
¡Ven, Espíritu de paz!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: P. Irving Gabriel Amaro R. C.M.
0 comentarios