Cuando la fumata blanca llenó el cielo del Vaticano hace poco, como Familia Vicenciana rezamos para que el sucesor de San Pedro fuera alguien que conociera y amara a los pobres como lo hicieron nuestros Fundadores y el Papa Francisco durante su mandato.

Tenemos la bendición de que el Cardenal Robert Francis Prevost, ahora Papa León XIV, saliera a ese balcón como nuestro nuevo pastor espiritual.

Hay muchos aspectos de su personalidad en los que encontrar esperanza, pero el hecho de que su madre sea doblemente alumna de una de nuestras Universidades Vicencianas, DePaul, es bastante emocionante. Aunque se formó significativamente en la tradición agustiniana, no hay duda de que fue educado primero por una madre que conocía el camino de San Vicente.

También deberíamos alegrarnos de que haya elegido el nombre de León XIV, ya que se hace eco del legado del último León que instituyó la Doctrina Social Católica. Considerado a menudo el «secreto mejor guardado de la Iglesia», sólo podemos esperar que este León ilumine también los derechos de los trabajadores, la opción por los pobres y vulnerables, el cuidado de la creación, el espíritu de solidaridad, entre otros elementos relacionados con la dignidad humana.

Como estadounidense, cabe preguntarse si su elección supone un desafío al espíritu de individualismo de su país de origen, donde los más vulnerables son a menudo descartados, olvidados o eliminados, y donde el poder se reclama por la fuerza y la codicia. Como ocurrió con el impacto de San Juan Pablo II durante el ascenso del comunismo, ¿cuál será el impacto de León cuando la política mundial se acerca a su punto de ebullición, con EE.UU. aumentando la tensión día a día?

Sus tweets recientes, siendo aún cardenal, proporcionan una mayor comprensión de sus puntos de vista críticos sobre cómo tratamos a los inmigrantes y refugiados en Estados Unidos, y teniendo en cuenta sus muchos años en el ministerio Perú, podemos esperar que tiene un corazón y amor por los pobres.

Con todo, debemos abrirnos a lo inesperado. Sobre todo, debemos tener la esperanza de que será un Papa para todos, especialmente para los marginados de la sociedad.

Con esperanza y gratitud, el Espíritu Santo se ha manifestado claramente al darnos un nuevo líder de fe que nos guíe hacia adelante. Rezamos para que el Papa León XIV ilumine los sistemas rotos que causan injusticia y nuestra responsabilidad de transformarlos para mejorar las realidades de los más vulnerables. Rezamos para que, gracias a su educación vicenciana, todos seamos invitados a encontrar a Cristo allí y nos sintamos interpelados a reclamar nuestro papel individual y comunitario para responder a su llamada con un asombroso sí.

Que Dios bendiga al Papa León XIV y a todos los que escuchen sus palabras mientras nos señala el camino de Cristo en este momento de la historia humana.

Jimmy Walters,
representante de la Federación de Hermanas de la Caridad ante las Naciones Unidas.