La misión de la Sociedad de San Vicente de Paúl (SSVP) es amplia, profunda y llena de amor cristiano. Nuestro carisma nos impulsa hacia la promoción integral de la persona humana, mirando al ser humano como un todo: cuerpo, mente y alma. Cuando una Conferencia Vicentina ayuda a una familia necesitada, va mucho más allá de entregar una canasta de alimentos, comprar medicinas o pagar una factura de electricidad. Lo que allí ocurre es un gesto concreto de promoción humana, un paso para que esa familia recupere su plena dignidad. Como nos enseña el Señor: “Tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber” (Mt 25, 35). Pero ¿hemos conseguido ir más allá de la promoción material?

Nos damos cuenta a diario de que muchas Conferencias ponen más énfasis en la ayuda material, relegando a un segundo plano la promoción espiritual. La promoción espiritual es tan necesaria como la material, y es nuestra primera misión como bautizados y misioneros. No basta con sacar a una familia de la pobreza económica si permanece en la pobreza espiritual. El alma también tiene hambre: hambre de Dios, hambre de sentido, hambre de luz. Jesús advirtió: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4, 4). Cuando nos dedicamos a servir a los pobres, debemos recordar que la salvación eterna de las almas también forma parte de la misión caritativa vicentina, a través de la evangelización.

En este sentido, son muchos los elementos que hay que destacar. Llevar los sacramentos a la vida de las familias a las que ayudamos es esencial. ¿Nuestras familias bautizan a sus hijos? ¿Se casan por la Iglesia? ¿Participan en la Eucaristía? Corresponde al miembro de la SSVP, con sabiduría y delicadeza, abrir los caminos de la fe. Hay que fomentar la participación en la Misa dominical, facilitar el acceso a la catequesis y ayudarles a reintegrarse en la vida eclesial, porque todo ello es promoción espiritual. “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28, 19). Muchas personas viven en soledad o con problemas psicológicos y emocionales, lo que demuestra que la asistencia vicentina no se limita al aspecto material.

También hay que promover la lectura de la Palabra de Dios. Muchas familias viven angustias profundas que podrían suavizarse escuchando la Sagrada Escritura. Es nuestra tarea sugerir lecturas bíblicas edificantes, ofrecer oraciones y estar disponibles para la escucha fraterna. Un pasaje leído de la Biblia puede ser un bálsamo para los que sufren. “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mis sendas” (Salmo 119, 105). No se trata de imponer nuestra religión (proselitismo), sino de dar testimonio de la fe con humildad y amor, creando las condiciones para que la gracia de Dios toque los corazones, como hicieron San Vicente, Ozanam y los demás fundadores de la SSVP.

Por último, es importante que las Conferencias, al evaluar regularmente la promoción de una familia, consideren siempre las dos dimensiones: material y espiritual. Una familia que se mantiene económicamente, pero que está alejada de la fe, debe permanecer en la lista de los asistidos. Del mismo modo que una familia muy piadosa, pero en extrema pobreza también necesita nuestro apoyo. El verdadero consocio actúa con equilibrio, siempre atento a estos matices. Que sigamos el ejemplo de Cristo, que curó cuerpos y almas, y recordemos siempre que “el Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para evangelizar a los pobres” (Lc 4, 18). Que nuestro servicio vicentino sea completo, con caridad, fe y esperanza.

Consocio Renato Lima de Oliveira,
16º Presidente General de la SSVP entre 2016 y 2023, y actualmente es Presidente del Consejo Central Divino Espíritu Santo en Brasilia, Brasil.