El ecumenismo consiste en la búsqueda de la unidad, la comunión y la armonía entre los cristianos, a pesar de sus diferencias; este movimiento persigue la unidad de la fe en Jesucristo, por encima de la diversidad de expresiones y ritos.
En la época de San Vicente de Paúl, en una Francia desgarrada por las guerras de religión (calvinismo, jansenismo, …) cuyas huellas estaban aún muy vivas en el corazón de las personas, el lenguaje era bronco y los prejuicios sembraban la división, en muchos casos sin posibilidad alguna de acercar posiciones, por no hablar de buenas relaciones. En las declaraciones de unos y otros afloraban expresiones de venganza y odio. Frente a esta problemática, ¿qué pensó el P. Vicente? ¿Cómo actuó?
El padre Vicente de Paúl entró pronto en contacto con hombres de otros «credos», por las peores y las mejores razones: su ordenación sacerdotal tuvo lugar en la capilla de la residencia episcopal de Château-l’Évêque, donde el obispo de Périgueux estaba exiliado porque la catedral había sido incendiada por los calvinistas. Durante su cautiverio en Túnez, tuvo contacto con la mujer (cristiana ortodoxa) de su amo (apóstata de Niza). A través de ella, su marido volvió a la fe católica y Dios se valió de él para liberar al P. Vicente, que huyó en barco con la familia a Aviñón, en el sur de Francia; Cuando fue nombrado párroco de Châtillon-les-Dombes, fue a alojarse con un calvinista y se hizo amigo suyo; de San Francisco de Sales, obispo de Ginebra, aprendió a tratar a los que piensan diferente, sin encono ni excitación, sino con dulzura y comprensión (1).
En las cartas y conferencias de Vicente de Paúl encontramos un lenguaje nada común en su época, aunque tampoco es el que conocemos a partir del Concilio Vaticano II. A un misionero laico que viajaba a Madagascar en compañía de algunos hugonotes (2) y que trabajaba como cirujano, le escribe:
Estoy muy afligido al saber que irán algunos herejes en su barco y por consiguiente que habrá mucho que sufrir por parte de ellos. Pero, en fin, Dios es el dueño y lo ha permitido así por razones que no conocemos; quizás para obligarle a ser más recatado en su presencia, más humilde y más devoto para con Dios y más caritativo con el prójimo, para que ellos vean la belleza y la santidad de nuestra religión y por ese medio se vuelvan a ella. Habrá que evitar con mucho cuidado toda clase de disputas y de discusiones con ellos, mostrarse amable y afectuoso aunque se metan con usted o hablen en contra de nuestras creencias y nuestras prácticas. La virtud es tan bella y amable que se verán obligados a amarla en usted, si la practica bien. Hay que desear que, en los servicios que le haga a Dios en el barco 2, no haga acepción de personas y no establezca ninguna diferencia entre los católicos y hugonotes, a fin de que éstos se den cuenta de que usted los ama en Dios. Espero que sus buenos ejemplos aprovecharán a los unos y a los otros.
Tenga cuidado de su salud, por favor, y de la de nuestros misioneros… (3)
Así pues, el P. Vicente subraya la eficacia del testimonio a través de las obras, llevadas a cabo con dedicación y amor, que resulta más convincente que las polémicas y los argumentos agresivos.
A veces estas cuestiones se abordaban desde los prejuicios: «si es como yo pienso, es bueno», de lo contrario «es malo»; «si es católico, es bueno, si no es católico, es malo». En una carta escrita al padre Guilherme Gallais, superior de Sedán, enredado en algunas controversias jurídicas, recomendaba:
No es conveniente, padre, que nos mezclemos en negocios seculares, aunque tengan alguna relación con las cosas espirituales […]. Porque los asuntos en que nos mezclamos se referirán solamente a los católicos, o solamente a los de la religión, o a las relaciones entre un católico con un hugonote. Pues bien, […] si es de un católico en contra de un hugonote, ¿que sabe usted de si el católico tiene justos motivos en su demanda? Hay mucha diferencia entre ser católico y ser justo. Aunque estuviera usted seguro de que es justa su demanda, ¿por qué no creer que el señor gobernador y los magistrados juzgarán de ese asunto según su conciencia, especialmente si no se refiere a una cuestión puramente religiosa? (4)
Y termina la carta así:
¡Qué buenos misioneros seríamos usted y yo si supiésemos animar a las almas con el espíritu del Evangelio! […] Le aseguro que es ése el medio más eficaz que podríamos utilizar para santificar a los católicos y para convertir a los herejes, y que nada podría hacerlos tan obstinados en el error y en el vicio como obrar de otra manera. (4)
Toda la carta es, pues, una llamada de atención, casi una reprimenda, sobre algunos comportamientos de este misionero, que se vio envuelto en controversias jurídicas que involucraban a personas de fe calvinista.
En cuanto a la validez del sacramento del bautismo administrado por los hugonotes, se rumoreaba que no era válido porque no respetaba lo esencial de la fórmula. El Padre Vicente pidió a un misionero que trabajaba en la zona que investigase detenidamente, sin hacer ruido, y que le informase; a los que le pidieron aclaraciones, les dijo:
Me han escrito de Saintes y de Richelieu, tras una cumplida diligencia para saber la verdad, que [los hugonotes] no cometen ninguna falta esencial y que bautizan válidamente. (5).
Podemos apreciar que el Padre Vicente de Paúl tenía una preocupación ecuménica que repercutirá en los padres de la Congregación de la Misión. Por eso no me resisto a hacer una referencia a un acontecimiento moderno que está en el origen del movimiento ecuménico de la Iglesia y que culminará en el Concilio Vaticano II con el Decreto «Unitatis Reintegratio» sobre el ecumenismo: las Conferencias de Malinas. Los protagonistas de estas Conferencias fueron Lord Halifax (anglicano) y el padre Fernando Portal, CM (francés, de la Congregación de la Misión), ambos residiendo transitoriamente en la isla de Madeira, lugar providencialmente elegido para organizar el inicio del movimiento ecuménico, que más tarde (en 1925) floreció bajo el alto patrocinio del cardenal Mercier, arzobispo de Malinas, y del arzobispo de Canterbury, Randal Davidson.
También es digno de mención el P. Justino de Jacobis, misionero paúl en Etiopía, heredero de esta preocupación ecuménica del P. Vicente de Paúl, que va a incorporar a la Iglesia católica a una parte de los cristianos coptos del país, respetando sus ritos, su lengua y sus tradiciones litúrgicas.
En la aceptación de la diferencia, en lo accesorio, es donde se construye la comunión en lo esencial: en Jesucristo.
P. José Alves, CM
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(1) San Francisco de Sales, obispo de Ginebra, vivía en Annecy porque Ginebra estaba dominada por los calvinistas.
(2) Hugonotes, palabra utilizada para designar a los miembros de la Iglesia reformada en Francia de origen calvinista.
(3) Carta a Felipe Patte, hermano lego de la Misión de Nantes (SVP ES VIII, 167-1688).
(4) Carta al P. Guilherme Gallais, superior de la casa de Nantes (SVP ES II, 376-377).
(5) Carta al P. Edmund Jolly, superior de la casa de Roma (SVP ES VIII, 106).
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