Siempre que leo Juan 21,15-19, a pocos versículos del final del Evangelio, me viene a la mente Dietrich Bonhoeffer y su libro «El costo del discipulado». En este texto, nos presenta con gran fuerza el argumento de ser un cristiano fiel en tiempos difíciles. Bonhoeffer conoció este coste durante la Segunda Guerra Mundial y, en última instancia, tuvo que entregar su vida por sus creencias.
Juan 21,15-19 podría llevar por título «El costo del discipulado». En este relato, posterior a la Resurrección, Jesús ofrece a los apóstoles la cumbre de su enseñanza sobre el significado del discipulado. El relato nos resulta familiar y debería interpelarnos. Concluye con la sencilla invitación de Jesús a Pedro: «Sígueme», la llamada del discipulado. Una vez más, Pedro nos representa. Asume el papel que cada uno de nosotros debería desempeñar en nuestra relación con el Señor. Tres elementos conducen a la dramática invitación de Jesús. Cada uno de ellos es importante para el que quiere ser un verdadero seguidor de Jesús.
En primer lugar, escuchamos la pregunta que Jesús le hace a Pedro (y a nosotros) tres veces: ¿Me amas? Parece una pregunta sencilla, y quizá lo sea cuando sólo nos la hacen una vez y cuando no pensamos mucho en ella. Pero el Señor le hace esta misma pregunta a Pedro tres veces. Es necesario que reflexionemos detenidamente y respondamos con seriedad a esta pregunta cada vez que la oigamos.
En segundo lugar, se le dice a Pedro que el amor que siente por el Señor debe llevarle al servicio. Cada vez que Pedro responde positivamente a la pregunta del Señor, se le dice «apacienta mis corderos/mis ovejas». El amor al Señor debe conducir al cuidado del pueblo de Dios. El uno está vacío sin el otro; a medida que el uno crece, también lo hace el otro.
Por último, se le dice a Pedro que su amor y su servicio le llevarán finalmente a la muerte. Ser fiel al Señor exige el máximo compromiso y voluntad de sacrificio.
Así pues, tres elementos se destacan como el coste del discipulado: amor, servicio y sacrificio. Sólo cuando una persona está dispuesta a poner los tres en juego puede escuchar la invitación de Jesús a «seguirme». El verdadero discipulado exige mucho de una persona. El costo se mide: por el propio corazón en verdadero amor al Señor; por las propias acciones al servir a los hermanos y hermanas en nombre del Señor; y por la propia vida al entregarse voluntaria y completamente a caminar siguiendo al Señor. Cuando nuestro discipulado carece de uno de estos elementos, resulta demasiado fácil. Bonhoeffer llama «gracia barata» a buscar la entrada sin pagar el coste.
En nuestro Evangelio, nos situamos con Pedro para escuchar la llamada al discipulado. Nosotros también queremos atender la llamada y sus exigencias. Pedimos la gracia de ser capaces y estar dispuestos a responder con la voluntad de pagar el precio. Cuando el Señor invita a «Sígueme», queremos levantarnos y hacerlo de buena gana por amor, en servicio y sacrificio.
0 comentarios