“…Sino la voluntad del que me ha enviado”
Hech 8, 1-8; Sal 65; Jn 6, 35-40.
Estamos viviendo en la Iglesia un tiempo de esperanza, no solo por ser el lema de este año jubilar, sino también porque Jesús, quien es nuestro alimento y pan de Vida, nos da el sentido de Esperanza para el camino; nos da fuerza para no tener hambre y no tener sed, para continuar nuestras vida de la mejor manera. ¿Cómo? Viviendo el amor al prójimo, haciendo una caridad afectiva y efectiva.
Es la manera como Jesús nos invita a amar a los demás: –De manera afectiva, es decir, desde el corazón, conmovidos por las necesidades de nuestros hermanos, –y efectiva, es decir, desde las realidades que cada día se presentan en nuestras vidas; es decir, en teoría con los buenos sentimientos y en la práctica con las capacidades y habilidades que cada uno tenga.
Cada uno de los bautizados que estamos invitados a ser testigos de la Esperanza. Somos responsables de presentar una Iglesia cercana y abierta a nuestros hermanos alejados, de esa manera también podemos hacer la voluntad del Padre, quién envió a su Hijo al mundo para que tengamos vida, y vida en abundancia.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: P. Irving Gabriel Amaro R. C.M.
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